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Los cerdos y la decencia

Daniel Loewe
Por : Daniel Loewe Profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Hoy en día mucho se habla de este tema por las acusaciones de colusión. Pero nada se dice sobre las condiciones de vida de estas aves: apiñadas en baterías que las condenan a una vida miserable. Hoy en día estos métodos de producción avícola están prohibidos o en proceso de eliminación en Europa. O piense en la muerte provocada por municipios a perros sin dueño, una acción incomprensible considerando que existen formas de esterilización indolora e incluso contracepción que es efectiva para controlar la población canina.


Olvídese del Producto Interno Bruto, del per cápita, de los índices de desarrollo humano o incluso de los de la felicidad. Según un colega un mejor índice de desarrollo estaría dado por el estilo de conducción en las calles. Mi experiencia con los lentos y respetuosos automovilistas en Ontario, los veloces pero considerados en las autopistas alemanas, el caos sin más ley que la del más fuerte en los caminos de la India, la agresividad controlada en Italia y la falta de consideración y el aprovechamiento de nuestras calles santiaguinas, me dio buenas razones para respaldar la tesis del colega observador.

Y es que detrás de esta tesis basada en la experiencia anecdótica hay un fondo de verdad. Muchas prácticas sociales ampliamente compartidas dejan entrever la cotidianidad valórica. Piense en un caso usual: ¿qué valor le otorga al deseo del automovilista que junto a usted señaliza frenéticamente por cambiarse de pista amenazando con hacerlo perder su puesto privilegiado en el taco?

Probablemente un método productivo para medir un aspecto importante del desarrollo y decencia de una sociedad, es atender al modo como se trata cotidianamente y regla el trato de los más débiles, los más indefensos cuyo trato sólo está limitado por la propia disposición de los poderosos para poner frenos a su arbitrariedad. Me estoy refiriendo a los animales no-humanos.

[cita]Hoy en día mucho se habla de este tema por las acusaciones de colusión. Pero nada se dice sobre las condiciones de vida de estas aves: apiñadas en baterías que las condenan a una vida miserable. Hoy en día estos métodos de producción avícola están prohibidos o en proceso de eliminación en Europa. O piense en la muerte provocada por municipios a perros sin dueño, una acción incomprensible considerando que existen formas de esterilización indolora e incluso contracepción que es efectiva para controlar la población canina.[/cita]

¿Por qué atender a los animales no-humanos? Hay múltiples razones y no es necesario coincidir en todas ellas. Puede escoger la que más hable a su entendimiento. De un modo tradicional puede reconocer que los animales no-humanos y sus capacidades son instrumentalmente valiosos porque promueven capacidades humanas valiosas en sí mismas. O usted puede reconocer que ya que los seres humanos establecen relaciones de índole diversa con animales no-humanos, estos últimos entrarían en la descripción del bien que se promueve pero no como simple medios, sino que como miembros de relaciones intrínsecamente valiosas. O puede ir más allá y considerar que las capacidades de todos los seres sintientes, humanos y no-humanos, deberían considerarse como fines en sí mismo.

Más allá de considerar a los animales como simples receptáculos de dolor y placer, se los considera, entonces, como agentes activos que buscan realizar cosas en el mundo. De este modo, lo que se les debe, es el poder llevar a cabo una vida de acuerdo a las capacidades de su especie. En esto consistiría la dignidad de la vida animal. La primera y la segunda son argumentaciones antropocéntricas. La tercera va más allá e integra en la comunidad moral a todos aquellos animales no-humanos que pueden sentir, como seres con un valor en sí.

Cualquiera sea su opción (y hay otras), resulta evidente que no da lo mismo como tratemos a estos seres que dependen de nuestro arbitrio. Así, por ejemplo, la crueldad sin fundamento es criticable y nos hace preguntarnos acerca de la calidad moral del que la práctica. Qué es lo que esto implica, es materia de controversia. En todo caso, resulta evidente que muchas prácticas usuales tienen que ser revisadas.

Piense, por ejemplo, en un tema tristemente de moda como la industria alimenticia masiva que produce animales para consumo humano sin respetar los modos de vida propios de la especie. Sin duda producen sufrimiento y frustración. Los cerdos de Freirina son mudos testigos y víctimas de hasta qué punto puede llegar la desidia humana. Quizás usted piensa —aunque lo dudo— que ya que lo que espera a esos cerdos es de todos modos el matadero, no importan sus condiciones de vida en tanto no pongan en peligro la salud humana. Si es así, pregúntese si el hecho de que su vida, como la de todos los mortales, tiene límite temporal, le quita relevancia a la pregunta acerca de su calidad. O piense en la producción avícola. Hoy en día mucho se habla de este tema por las acusaciones de colusión. Pero nada se dice sobre las condiciones de vida de estas aves: apiñadas en baterías que las condenan a una vida miserable. Hoy en día estos métodos de producción avícola están prohibidos o en proceso de eliminación en Europa. O piense en la muerte provocada por municipios a perros sin dueño, una acción incomprensible considerando que existen formas de esterilización indolora e incluso contracepción que es efectiva para controlar la población canina.

Ciertamente, considerado con esta vara el desarrollo de los países es limitado. Como afirma escueta y acertadamente el escritor Isaac Bashevis Singer: “En su comportamiento con las criaturas, todos los hombres son nazis”. Pero incluso dentro de ciertos márgenes, las diferencias en diferentes países entre lo que se considera un trato justo o decente de los animales no-humanos son enormes. Y Chile no está entre los que elevan la vara. Por ejemplo, respecto a la industria ganadera y los mataderos se aplica especialmente la ley 19.162 que regula estos establecimientos, aunque resulta evidente que esta ley tiene por objeto la protección de los consumidores del producto de dichos locales comerciales, e ignora cualquier consideración a los animales en cuestión.

En esta ruta del desarrollo y la decencia hay mucho camino por recorrer. Va mucho más allá de un per cápita de 20 mil. Si tiene la posibilidad económica, comience por indagar acerca de la precedencia de la carne y huevos que compra en el supermercado y la calidad de vida de esos animales —algo que en algunos países europeos no puede ser más usual—. El trato que permitamos a los más débiles entre los débiles, es un buen indicio de nuestro nivel de desarrollo y decencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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