Publicidad
Felicidad, malestar y crisis de legitimidad: las paradojas del «modelo» Opinión

Felicidad, malestar y crisis de legitimidad: las paradojas del «modelo»

Boris Yopo H.
Por : Boris Yopo H. Sociólogo y Analista Internacional
Ver Más

No se cumple entonces, muchas veces, con la promesa del “espíritu del capitalismo” de premiar el esfuerzo propio en condiciones de relativa igualdad, sino que como lo dijera hace un tiempo atrás el empresario Felipe Lamarca, hay muchos en los estratos más ricos que llevan décadas jugando “con las cartas marcadas”.


Encuestas y estudios recientes (CEP, PNUD) indican que los chilenos se sienten mayoritariamente felices, pero expresan altos niveles de malestar y desconfianza social, y una muy baja opinión de todas las instituciones del Estado (que están en sus mínimos históricos). ¿Cómo es esto posible?

Bueno, la satisfacción y felicidad tienen que ver con una apreciación subjetiva sobre los logros alcanzados en la vida en base al esfuerzo propio, y con la convivencia en familia, que como demuestran muchos estudios, es donde se han “refugiado” los chilenos frente a una sociedad en general percibida como “amenazante”. Progreso material, alta valoración de los vínculos familiares, no experimentar situaciones traumáticas en el entorno más cercano, y posibilidades de auto-realización en los sectores medios y altos, me parece que explican en gran medida el promedio de “felicidad” que se detecta en la sociedad chilena de hoy. Sin embargo, al mismo tiempo, existe un malestar mayoritario frente a un sistema socioeconómico que ha consolidado e incrementado las desigualdades, que se sustenta en la precariedad laboral, en sueldos bajos, y donde la promesa de movilidad social se ve frustrada por una educación cara y de baja calidad, que en muchos casos no hace sino reproducir la segregación y desigualdad ya existentes.

[cita]Después de 40 años de modernización capitalista, lo que una mayoría busca (sin todavía una articulación clara) es un cambio de modelo dentro del capitalismo, porque ciertamente, si en los próximos años se termina con el sistema binominal, hay una nueva Constitución, el Estado recupera su centralidad en la educación y fomento productivo, tenemos una nueva estructura tributaria, y se hacen los arreglos necesarios para delimitar la influencia del dinero en la política, entonces claramente estaremos ante un nuevo modelo político y de desarrollo que hará de Chile un país más justo e inclusivo.[/cita]

Por otra parte, este malestar se extiende en el rechazo a todas las instituciones del Estado, que en opinión de una gran mayoría, no están cumpliendo el rol de defender al ciudadano-consumidor de los abusos permanentes de grupos poderosos, y de elites endogámicas que se protegen y benefician entre sí.

No se cumple entonces, muchas veces, con la promesa del “espíritu del capitalismo” de premiar el esfuerzo propio en condiciones de relativa igualdad, sino que como lo dijera hace un tiempo atrás el empresario Felipe Lamarca, hay muchos en los estratos más ricos que llevan décadas jugando “con las cartas marcadas” (la sociedad chilena de hoy percibe esto, pese al deplorable rol de los noticiarios de la TV abierta, altamente funcionales a la estructura de poder vigente hoy en Chile). Lo cierto es que mientras no haya una completa profesionalización del Estado, una ley que regule el “lobby”, y un financiamiento estatal a la política, seguirá existiendo un acceso e influencia muy desigual en el proceso de toma de decisiones del Estado, y que al final determina en buena medida, las condiciones materiales de vida de millones de chilenos.

Ahora, las movilizaciones, el malestar social, y la crisis de legitimidad de las principales instituciones, no constituyen el preludio (como algunos creen) de una situación “prerrevolucionaria”. Después de 40 años de modernización capitalista, lo que una mayoría busca (sin todavía una articulación clara) es un cambio de modelo dentro del capitalismo, porque ciertamente, si en los próximos años se termina con el sistema binominal, hay una nueva Constitución, el Estado recupera su centralidad en la educación y fomento productivo, tenemos una nueva estructura tributaria, y se hacen los arreglos necesarios para delimitar la influencia del dinero en la política, entonces claramente estaremos ante un nuevo modelo político y de desarrollo que hará de Chile un país más justo e inclusivo. Pero esto no se producirá por inercia, y los grupos que hoy detentan un poder desproporcionado buscaran cambios en los márgenes (gatopardismo) para que nada sustancial cambie. Por eso, siguen siendo necesarias las movilizaciones y organización ciudadanas (los estudiantes ya dieron el primer paso).

El Chile de hoy necesita en definitiva un nuevo “pacto social”. La felicidad “en privado” que se vive dentro de las casas, no podrá sustentarse en el largo plazo en un entorno social cada vez menos amigable, donde imperan los abusos, las conductas anómicas, y la desconfianza en todos los niveles de la vida social. Construir una sociedad más inclusiva es lo que en definitiva garantizará la paz social y una convivencia más armónica en Chile, pero cuando se llegue a ello, ya estaremos hablando de “otro modelo” de capitalismo, y no del actual, como sectores conservadores quieren hacer creer (a propósito del informe del PNUD).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias