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El Ejército y los gays

Tomás Jocelyn-Holt
Por : Tomás Jocelyn-Holt Candidato presidencial liberal independiente
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¿Se puede ser general y gay? ¿Cuántos almirantes judíos o mapuches tiene Chile? ¿Se puede ser almirante y separado? Lo curioso es que la respuesta no proviene de que la sociedad sienta que deba ser así o lo haya siquiera discutido, sino que las FF.AA. sienten que pueden establecer estándares a su solo arbitrio.


Fue el Ejército quien dio el carácter de una investigación interna y generó expectativas de que conoceríamos sus conclusiones por la denuncia de un instructivo en el norte que discriminaba para la selección y el acuartelamiento del contingente. En vez de esas conclusiones su jefatura dio a conocer una declaración con determinaciones futuras de las que se desprenden tres verdades: (1) que el referido instructivo existió y se aplicó, (2) que dicha política es contraria a la ley, y (3) que la institución siente que es un deber el crear un comité de Estado Mayor que corrija prácticas que pudieren existir más allá del instructivo denunciado y que confirman la inquietud pública de que hoy no cumple con estándares de no discriminación más allá de lo formal.

Lo curioso de la forma elegida por el Ejército deja evidente su principal decisión: no adoptar medida alguna respecto del general Cristián Chateau, jefe de la 1a División del Ejército que dictó el cuestionado instructivo.

El Ejército trata de tranquilizar con cambios de normativas internas cuando el problema real son sus prácticas. Los instructivos solo dejan al descubierto una práctica inaceptable y su sola modificación no garantiza un cambio de política.

[cita]¿Se puede ser general y gay? ¿Cuántos almirantes judíos o mapuches tiene Chile? ¿Se puede ser almirante y separado? Lo curioso es que la respuesta no proviene de que la sociedad sienta que deba ser así o lo haya siquiera discutido, sino que las FF.AA. sienten que pueden establecer estándares a su solo arbitrio.[/cita]

Otros países han discutido el tema de la diversidad en la tropa y la manera de cómo incorporar a homosexuales, otros grupos raciales y religiosos. Han debatido sobre la utilidad de políticas de “no preguntar y no decir” y la necesidad de pasar a otra etapa en que la motivación de los miembros de instituciones armadas se logre en un ambiente de sinceridad y en que dichos miembros no estén expuestos a presiones o la necesidad de vivir una doble vida que tensione su desempeño militar.

El Ejército chileno aún no quiere asumir ese desafío y más parece preocupado por el bochorno de un papel que demuestra su poca voluntad de cambiar más allá de lo puramente formal. No existe hoy modelo militar en países con los cuales Chile haya compartido experiencias en que sea sostenible este descuido. Los gringos acaban de liberar su política de aceptación a toda orientación sexual. Los alemanes, ingleses e israelitas lo hicieron hace años. Es más, desde que los norteamericanos implementaron DADT los chilenos la replicaron —en los hechos— afirmando que en el Ejército “el tema gay no es tema”, en circunstancias que ya se sabe de seguimientos a sus miembros para fotografiarlos en bares del ambiente y usar ese material para dejar de ascenderlos. La pregunta relevante hoy es si el Ejército hace un perfilamiento social de sus nuevos ingresos y selecciona en perjuicio de minorías sexuales o religiosas que desean ingresar. El país siente que sí discrimina y este instructivo es tan solo una demostración de ello. Mantener al general que dictó la instrucción sólo refuerza que la práctica existe y era tan aceptada que pudo ponerse por escrito sin temor a represalia alguna.

¿Se puede ser general y gay? ¿Cuántos almirantes judíos o mapuches tiene Chile? ¿Se puede ser almirante y separado? Lo curioso es que la respuesta no proviene de que la sociedad sienta que deba ser así o lo haya siquiera discutido, sino que las FF.AA. sienten que pueden establecer estándares a su solo arbitrio, prejuicios abandonados en el resto del mundo y que nos hace prescindir de talento que de otro modo podría ser un aporte. Las FF.AA no tienen derecho a tomar esa decisión, menos aún su departamento de inteligencia. Es Chile quien debe definir las FF.AA. que queremos y merecemos tener y el Ejército no logrará comprometer a la sociedad en su quehacer mientras proyecte la imagen de que se manda solo. Ahí el error del ministro Allamand y su incapacidad para definir políticas antidiscriminatorias con una actitud proactiva. Sólo se explica por lo inhabitual que las FF.AA. chilenas sean pauteadas por el mundo civil en un tema que es de toda lógica que lo sean.

El Ejército y las Fuerzas Armadas tendrán que hacer algo más que cambiar reglamentos para demostrar un cambio cultural en este tema. Políticas inclusivas y la demostración de diversidad en sus propios cuadros y mandos será la única prueba de ello. Mientras no lo hagan ni separen de sus funciones a quienes expresan esas prácticas no habrá declaración que despeje la inquietud.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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