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Ante un continente socialmente fragmentado: la apuesta de América Solidaria

Benito Baranda
Por : Benito Baranda Convencional Constituyente, Distrito 12
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Un grano de arena en esta reconstrucción de los vínculos sociales que podemos intensificar para pensar en un futuro mejor lo representa el voluntariado. La entrega gratuita a los demás desde su profesión es una fuente de re aprendizaje, un espacio donde reeducar nuestra mirada, dignificar la relación y trabajar por la justicia.


El fenómeno social de la desintegración, la desvinculación y la exclusión va en aumento y es característico de nuestra época. Como si el mayor bienestar material y desarrollo económico hubiese llegado de la mano de un aumento del individualismo, el materialismo, la desconfianza y la mayor prevalencia de trastornos del ánimo. Este último tiempo América Latina ha tenido una disminución de pobreza por ingreso (todavía afecta a 167 millones de latinoamericanos), aún así una de las grandes barreras que debemos enfrentar es la desigualdad social (con un coeficiente de Gini en el continente superior a 0.50). Ésta última en conjunto con la injusticia social que permanece son el ‘caldo de cultivo’ de las graves tensiones psicosociales. Países que han aminorado estos dolores son aquellos que han alcanzado mayor igualdad y que han proveído oportunidades similares para sus ciudadanos, obteniendo así elevados grados de felicidad y satisfacción personal, acompañados de buenos niveles de cohesión social y solidaridad.

Disminuir la pobreza material no basta para asegurar un desarrollo económico seguro, a ello hay que sumarle claras políticas de oportunidades sociales igualitarias y justas (p.e. en educación, vivienda, salud, ingresos…).

Estamos en un continente lleno de inseguridad, donde reina la desconfianza, donde nadie quiere vivir al lado de los más pobres, donde cada vez más las personas y familias tenemos una menor cantidad de amigos y amigas íntimas y cercanas. Poco interesa lo que efectivamente le ocurre a los demás, salvo para una u otra campaña de solidaridad que nos permite descargar culpas y reducir la disonancia. Las consecuencias no se dejan esperar: aumento de los problemas psicoafectivos y de la pérdida de sentido vital (elevada tasa de suicidio juvenil, consumo de drogas ilícitas y aumento de quiebres matrimoniales), baja cohesión social, alta infelicidad (bienestar subjetivo) a pesar del bienestar material (objetivo), inseguridad y temor creciente, mantención de niveles preocupantes de agresividad y violencia social. Un panorama poco alentador dado el nivel de riqueza acumulada y de disponibilidad de bienes —que antes eran muy escasos— ¿no era ésta la panacea, la gran ‘salvación’ y la fuente de una felicidad ‘eterna’?, al parecer —por lo hecho— no es así, no cualquier crecimiento económico sirve a la humanidad para llegar a ser lo que verdaderamente es.

Las necesidades más profundas

Con este panorama surge inmediatamente la necesidad de reconstruir comunidad, de recrear los lazos entre las personas, es decir de vincularnos. Esto implica privilegiar la relación en el núcleo familiar, en la microcomunidad (familia extendida, barrio, escuela, club deportivo…) y en la sociedad en general (trabajo, política, religión…), es decir destinar más tiempo a estar con los otros, a conocerlos como personas con toda su excepcionalidad y singularidad, y así con ellos  recrear una relación digna.

[cita]Un grano de arena en esta reconstrucción de los vínculos sociales que podemos intensificar para pensar en un futuro mejor lo representa el voluntariado. La entrega gratuita a los demás desde su profesión es una fuente de re aprendizaje, un espacio donde reeducar nuestra mirada, dignificar la relación y trabajar por la justicia.[/cita]

Este re vincularnos acentúa el conocimiento mutuo, da paso a la preocupación de unos por otros, al interés por lo que le ocurre a los demás, lo que al otro le sucede ya es parte de nuestra vida, se hace presente cotidianamente en nuestro horizonte existencial. Esto hace factible que actuemos juntos para modificar la realidad injusta, indigna y excluyente, partiendo por supuesto por cambiar el estilo de vida de cada uno. Toda transformación social para ser auténtica y duradera debe ir de la mano de un cambio de nuestras conciencias.

Es por lo tanto necesario para avanzar socialmente en la reducción de la pobreza, exclusión y desigualdad, tocar los ámbitos no solo del tener, sino aquellos también ‘del ser, del estar y del hacer’ en el mundo. Dado el estrecho vínculo que se ha observado entre desigualdad e infelicidad (Richard Wilkinson y Kate Pickett) es apremiante el modificar la manera en que hoy nos miramos, relacionamos y desarrollamos.

El camino del servicio voluntario

Hay muchas cosas por hacer, sin embargo un grano de arena en esta reconstrucción de los vínculos sociales que podemos intensificar para pensar en un futuro mejor lo representa el voluntariado.  La entrega gratuita a los demás desde su profesión es una fuente de reaprendizaje, un espacio donde reeducar nuestra mirada, dignificar la relación y trabajar por la justicia, ¿puede alguien apasionarse, involucrar voluntad e inteligencia si no ha sido seducido por los demás y por su realidad de vida?, difícil. “Cuando la complicidad del corazón está ganada, que diferente resultan las soluciones”,decía el Padre Hurtado, tenemos pues en este ámbito una gran puerta de entrada para transformar la vida, de condiciones de injusticia a una mayor justicia.

Aquí América Solidaria pretende aportar un mayor entendimiento y vinculación social entre las personas y comunidades de nuestro continente, para superar la pobreza, ampliar las oportunidades y dar un empujón a la cohesión social. Partimos efectivamente de la revinculación del reconocimiento y de la reconstrucción social, desde las mismas realidades locales de las comunidades y personas más excluidas, colaborando en su protagonismo y autonomía, no pretendemos reemplazarlos sino promoverlos y desatar en ellos esas ricas y únicas capacidades. Si no soñamos hoy un Continente más justo, integrado y feliz no lo obtendremos mañana, nosotros en América Solidaria soñamos todos los días por esto y no descansamos en el movilizarnos por esta causa por que estamos convencidos de la dignidad de cada ser humano, de su derecho a desarrollarse libremente y a ser feliz. Pero no sólo soñamos, ya estamos trabajando y más de 325 profesionales en estos años se han repartido por el continente aportando ese grano de arena en comunidades locales que actúan y se comprometen para obtener condiciones de vida dignas y justas. ¡Creemos que es posible descubrir la riqueza encerrada en la supuesta pobreza!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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