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Novoa, Longueira y la identidad de la derecha

Jaime Gazmuri
Por : Jaime Gazmuri Ex senador del PS. Director de la Fundación Felipe Herrera.
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Si la derecha intenta renovar su pensamiento, bien por ella y por el país, pero no se pretenda decir que Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet gobernaron con su ideario. En política también es una mala idea vestirse con ropa ajena.


El senador Jovino Novoa se ha dado el trabajo de escribir y editar un libro para definir y defender lo que él entiende constituyen las ideas básicas que definen la identidad de la UDI y de la derecha chilena. La afirmación que ha provocado más polémica en sus filas es que el gobierno de Sebastián Piñera no ha gobernado con las ideas de la derecha, sino con las de sus adversarios políticos de la Concertación. Plantea que ello confunde a sus bases de apoyo y desperfila a la derecha como proyecto político de largo plazo.

La polémica no es nueva. Ya en los comienzos del actual gobierno el ministro Rodrigo Hinzpeter había abierto un debate similar cuando planteó que la administración aliancista encarnaba el proyecto de una “nueva derecha”, lo que le valió la crítica del conjunto de la UDI, principal partido de la coalición gobernante.

Esta vez, sin embargo, Novoa ha recibido críticas desde el interior de su propio partido y nada menos que de Pablo Longueira, considerado por muchos como su “líder natural”, y principal heredero ideológico del fundador, Jaime Guzmán. No es una discusión banal. Se produce, además, en la víspera del lanzamiento de una campaña presidencial en la que la ciudadanía espera que compitan proyectos políticos definidos para enfrentar los desafíos del futuro. Interesa a todos, por lo tanto, conocer cuáles son las verdaderas ideas centrales de la derecha chilena hoy día.

[cita]Si la derecha intenta renovar su pensamiento, bien por ella y por el país, pero no se pretenda decir que Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet gobernaron con su ideario. En política también es una mala idea vestirse con ropa ajena.[/cita]

El argumento de Longueira es ingenioso: la cuestión no es que Piñera gobierne con las ideas de la derecha, sino que la Concertación gobernó veinte años con ellas. Lo que equivale a afirmar, por ejemplo, que el Programa de Patricio Aylwin del 89 era el mismo que el de los herederos de Pinochet. Desde la izquierda extraconcertacionista —e incluso al interior de ella— se ha afirmado algo que suena similar: la Concertación se habría limitado a “administrar” la herencia pinochetista.

Ingeniosa la elucubración de Longueira, pero fácil y falsa.

La Concertación se constituyó como un ambicioso proyecto democratizador de la sociedad chilena, que hizo de la afirmación de los derechos humanos un elemento constitutivo de su identidad política, y del combate a la pobreza mediante el desarrollo de activas políticas públicas un objetivo central de todos sus gobiernos. Todo ello con la pesada herencia del experimento neoliberal más radical ensayado a nivel mundial, impuesto por la fuerza, y con un sistema político que dificulta al extremo la expresión parlamentaria de las mayorías ciudadanas y las indispensables reformas constitucionales. En el terreno económico y social convivieron en su interior dos orientaciones principales que —simplificando— se podrían calificar de liberal social, una, y de socialdemócrata, la otra. En las políticas públicas predominaron más bien las primeras, sin perjuicio de reformas como la de salud del Presidente Lagos y la previsional de la Presidenta Bachelet, que tienen un definido sello socialdemócrata.

El balance global de los veinte años, a mi juicio personal, es globalmente positivo, sin perjuicio de errores, insuficiencias, y la pesada herencia de las desigualdades. Todo ello es, por cierto, discutible.

Lo que difícilmente se puede discutir es que la derecha durante los veinte años en que ejerció de oposición, casi siempre mayoritaria en alguna de las dos ramas del Congreso Nacional, fue un escollo permanente a las reformas democratizadoras, tanto en el plano político como social. La lista es interminable: desde las reformas laborales, a la del Código de Aguas, a la acreditación universitaria obligatoria, al reconocimiento constitucional de los pueblos originarios, al sistema binominal y así por delante. Las que lograron aprobarse requirieron complejos procesos de negociación y de concesiones.

La oposición de la época fue fiel a sus ideas fundamentales: conservadoras culturalmente, recelosas de la ampliación de las libertades ciudadanas y de la cultura de los derechos humanos, y ortodoxamente neoliberales en lo económico-social. Jovino Novoa ha sido un fiel representante y defensor de ellas.

Si la derecha intenta renovar su pensamiento, bien por ella y por el país, pero no se pretenda decir que Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet gobernaron con su ideario. En política también es una mala idea vestirse con ropa ajena.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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