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Adolfo Zaldívar Opinión

Adolfo Zaldívar

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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Uno de sus aciertos fue levantar la crítica al modelo económico, cuando ello era apenas un subtexto de la izquierda extraparlamentaria en la política nacional. Lo hizo dentro de la Concertación, y en el momento de la apoteosis final del gobierno de Ricardo Lagos, cuando la fusión del éxito económico y la estabilidad política tocaban a rebato en los pasillos concertacionistas, con la Constitución de 1980 en rúbrica oficial de nueva constitución.


La política, aún en democracia, es de luces y de sombras en el actuar de aquellos que la dirigen. Propuestas, diálogos, acuerdos y desencuentros no se funden en un proceso lineal ni convergen en una interpretación unívoca. No hay, por así decirlo, esencia pura. De ahí la importancia de la transparencia y el debate público como procedimientos de la política, pues permiten no solo la constancia de los hechos para la historia, sino también el control informado de los ciudadanos sobre sus representantes.

Adolfo Zaldívar expresó, con un talante poco habitual en nuestro medio, la voluntad de debatir la política en público. Lo que no quiere decir que abdicara totalmente de salones cerrados y no fuera, en muchas oportunidades, objeto de crítica por falta de transparencia. Pero recurría de manera constante al espacio público para sus debates. Muchas veces con vehemencia e incluso arriesgando su posición, con errores y aciertos que lo inscriben como un republicano duro en la historia política del país.

No pretendió ser bueno o ecuánime, sino hacer política. En eso era mucho más laico que sus compañeros de partido, de los que se distinguía por la dureza de sus juicios. «A estas alturas, ante lo que he pretendido hacer en política, no me pidan que cambie ni que me acomode, ni me vengan con amenazas, ni de los grupos empresariales, ni menos del gobierno; yo voy a actuar a conciencia, de acuerdo a mis valores. Puedo ser voz de los que no tienen voz, ése es mi norte”.

[cita]Siempre fue hombre de juicios fuertes y decisiones drásticas, aunque de lealtades controvertidas. Sobre el actual mandatario, quien años después lo nombraría en el cargo de embajador que ejercía al momento de su muerte, dijo el año 2005 que, aunque votó contra el régimen de Augusto Pinochet, “no puede venir hoy día a vestirse con los valores de los que luchamos por la democracia”.[/cita]

Esta frase, dirigida al ministro de Hacienda de Michelle Bachelet, a propósito del proyecto de depreciación acelerada, lo retrata de cuerpo entero.

Uno de sus aciertos fue levantar la crítica al modelo económico, cuando ello era apenas un subtexto de la izquierda extraparlamentaria en la política nacional. Lo hizo dentro de la Concertación, y en el momento de la apoteosis final del gobierno de Ricardo Lagos, cuando la fusión del éxito económico y la estabilidad política tocaban a rebato en los pasillos concertacionistas, con la Constitución de 1980 en rúbrica oficial de nueva constitución.

El año 2006, en los erráticos inicios del gobierno de Bachelet, una encuesta de la Consultora Demoscópica dio como resultado una fuerte crítica de la población al modelo económico: un 84 % de los encuestados se mostró favorable a corregirlo o cambiarlo, dándole la razón a Zaldívar. Para él, la encuesta arrojó también resultados desesperanzadores, sobre todo para la clase media, al observar que “las clases más adineradas conservan el 65 % del Producto Geográfico Bruto (PGB) nacional en circunstancias que el quintil más pobre solamente tendría un 2,7 % de éste”.

Centró entonces sus críticas en el ministro de Hacienda diciendo: “Con toda responsabilidad lo digo, que estamos ante una continuidad de lo anterior, en donde se está afirmando una forma de aplicar el modelo que no se condice con lo que el país requiere y con una verdadera economía social de mercado”. Ello es “responsabilidad de la Concertación y del Gobierno”, y de continuar “las consecuencias van a ser realmente graves para todos”.

Durante bastante tiempo Zaldívar continuó con su crítica. En su oportunidad solicitó a la Fiscalía Nacional Económica impedir la fusión de Falabella y D&S, y apoyó frontalmente el planteamiento de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica sobre salario ético. “En la inequidad y la mala distribución de los ingresos y la riqueza todos tienen responsabilidad y culpa; unos por acción y otros por omisión” declaró.

Para él, la “corrección del modelo” era inevitable, pues las alternativas del pasado para terminar con la desigualdad, “la vía revolucionaria marxista o la contrarrevolución conservadora”, habían fracasado. Sólo avanzaremos, sostuvo, “si reconocemos que todos, y en especial quienes hemos estado en el Gobierno por 17 años, tenemos responsabilidad en no superar esta grave cuestión social”.

Pero sus críticas parecían disonantes de su imagen, pues según sus detractores nunca las hizo extensivas de manera clara al sector pesquero, con el cual siempre se le atribuyeron fuertes vínculos. Sin embargo, fueron insistentes y anticipatorias: “El desarrollo se ha basado en las grandes empresas, fundamentalmente exportadoras mineras y, en especial, el cobre. Eso está bien, pero un país necesita de todos sus agentes productivos y no sólo de algunos. Esta forma de llevar las cosas ha producido una gran concentración de la riqueza y un alto desempleo, situación que se debe corregir”.

Las críticas de Zaldívar al modelo, luego de la eclosión de los movimientos sociales de los últimos años, pasaron de teoría a sociología dura, con audiencia incluso en círculos empresariales como la Enade, sin que lo tuvieran como protagonista.

El lugar que ocupaba al momento de su muerte genera una diferencia con su ferocitas política de sus últimos años en la Concertación, aunque fue democratacristiano en su esencia, hasta el final de sus días.

Siempre fue hombre de juicios fuertes y decisiones drásticas, aunque de lealtades controvertidas. Sobre el actual mandatario, quien años después lo nombraría en el cargo de embajador que ejercía al momento de su muerte, dijo el año 2005 que, aunque votó contra el régimen de Augusto Pinochet, “no puede venir hoy día a vestirse con los valores de los que luchamos por la democracia”. “No lo vi y no lo sentí nunca al lado cuando tuvimos que defender los derechos humanos”, añadiendo que era “un claro modelo de la plutocracia”, enriquecida en el modelo económico que se impuso durante el gobierno militar.

Lo secreto no pertenece a las luces y sombras de la política democrática, solamente es práctica común entre los hombres de poder. Si existe, queda sujeto a las especulaciones. Pero lo dicho, dicho está y eso sí queda para el perfil público del personaje y para la historia de la República.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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