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Beyer y la acusación de la cueca chora Opinión

Beyer y la acusación de la cueca chora

Aldo Mascareño
Por : Aldo Mascareño Profesor investigador de la Escuela de Gobierno de la UAI
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Quizás podríamos acusar al Ministro Beyer de que la evolución social chilena no transcurra más rápido, de que nuestra sociedad se transforme más a ritmo de cantata de misa criolla que de cueca chora. O también podríamos acusar a los movimientos sociales de no haber cumplido antes su tarea de alertar a la sociedad acerca de la autocomplacencia exitista de la época de Bolocco, Salas y Zamorano. O podríamos acusarnos todos nosotros de llenarnos la boca con ‘la sociedad que imaginamos’ y no hacer cada día más por la que tenemos, que tampoco debe ser tan porquería como pensamos, porque al menos nos permite criticarla.


Una cosa en la que coinciden aquellos a favor de la acusación constitucional al ministro Beyer y quienes estamos en contra, es que lo que hoy se presenta como inaceptable, el lucro en la educación, antes quedaba en la trastienda de las exigencias públicas.

Un cambio como el que experimentamos en relación al lucro en la educación, intenta poner en sintonía tres cosas: las estructuras de que disponemos (leyes, instituciones, normas, procedimientos), las prácticas mediante las cuales buscamos realizarlas, y los modos en que éticamente describimos y evaluamos lo que hacemos al respecto. A los cambios que buscan la sincronización de esos niveles los llamamos ‘epocales’, para sostener la impresión de un quiebre, de que algo ha cambiado en nosotros y en nuestro entorno, y de que, ahora sí, podemos ver las cosas con claridad y hacerlas correctamente. Tales transformaciones solo pueden ser bienvenidas, pero es un error que solo puede traer decepción, el pretender que el cambio sea automático en todos los niveles.

[cita]Vamos a tardar en sincronizar instituciones, prácticas y evaluaciones éticas en relación a nuestra educación, como también vamos a tardar en sincronizarlas en salud, en el sistema de pensiones, el materias laborales o de impuestos. Pero si para cada asincronía vamos a acusar constitucionalmente a un ministro, finalmente vamos a terminar con el ‘cara de completo’ en algún ministerio; claro, si es que el susodicho llegara a aceptar tal riesgo.[/cita]

Quizás el ejemplo más dramático de este tipo de transformaciones fue la ‘democracia en la medida de lo posible’ de Aylwin, o las ‘razones de Estado’ de Frei para desistir de la persecución de los ‘pinocheques’. Hoy nos parece todo eso una desidia malsana, digna de 20 acusaciones constitucionales, una por cada año de Concertación. Pero lo cierto es que se trató de diversos tiempos de cambio y de múltiples asincronías entre instituciones, prácticas y evaluaciones éticas de situaciones concretas.

Por suerte hoy nos parece impresentable limitar la democracia a poderes fácticos, y si algunos se sintieron fascinados en los 90 por las finanzas creativas de Juan Pablo Dávila, hoy las repactaciones unilaterales son el símbolo de lo detestable en las prácticas comerciales.

Pero todas esas cosas nos tomaron tiempo. Quizás podríamos acusar al ministro Beyer de que la evolución social chilena no transcurra más rápido, de que nuestra sociedad se transforme más a ritmo de cantata de misa criolla que de cueca chora. O también podríamos acusar a los movimientos sociales de no haber cumplido antes su tarea de alertar a la sociedad acerca de la autocomplacencia exitista de la época de Bolocco, Salas y Zamorano. O podríamos acusarnos todos nosotros de llenarnos la boca con ‘la sociedad que imaginamos’ y no hacer cada día más por la que tenemos, que tampoco debe ser tan porquería como pensamos, porque al menos nos permite criticarla.

Vamos a tardar en sincronizar instituciones, prácticas y evaluaciones éticas en relación a nuestra educación, como también vamos a tardar en sincronizarlas en salud, en el sistema de pensiones, el materias laborales o de impuestos. Pero si para cada asincronía vamos a acusar constitucionalmente a un ministro, finalmente vamos a terminar con el ‘cara de completo’ en algún ministerio; claro, si es que el susodicho llegara a aceptar tal riesgo.

De cualquier modo, si algo así sucede, logro adivinar dónde estaría H. Beyer: en algún centro de estudios haciendo investigación para decirnos cómo mejorar nuestra educación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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