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La rubia encapuchada en la Universidad de Chile Opinión

La rubia encapuchada en la Universidad de Chile

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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Nadie parece muy interesado en conservar ese edificio que lo hace tan bien como escenografía humeante de un mundo que se acaba. Sus colecciones de libros, de caracolas, de documentos y de objetos son notables, pero a nadie le importa un pepino. Qué más da.


Los carabineros y el ministro de la familia Chadwick han mostrado un video muy bueno, donde lo que uno ve es que un encapuchado lanzando molotov se transforma al poco rato en una rubia sexy, a la cual se le aplican más tarde los procedimientos reglamentarios: detención, y a la comisaría

Los carabineros han sido muy criticados por entrar de manera brutal a la Casa Central de la Universidad de Chile, nuestra gloria intelectual republicana. Casa Central es un decir, porque allí ya no queda casa alguna. El edificio, muy terremoteado, está que se cae. El frontis es como un pedazo del muro de Berlín, un adoquinado o estucado donde cada cual cuelga su consigna o su grafiti. Y dentro está el Salón de Honor, ya con escasísimo honor, derruido e invadido el corazón de nuestra principal universidad pública no de modo coyuntural, sino sistemático.

[cita]Las universidades públicas van a la deriva. En ellas no enseña ya la elite del país, que emigró a otros lados quizá menos épicos pero, al mismo tiempo, más razonables. Los estudiantes, como están en paro o en toma permanente, hacen semestres de ocho semanas y pasan de curso, los profesores firman, y todos felices. Cualquier loco se toma cualquier cosa, loco, con capucha o sin, rubio o rubia, qué más da.[/cita]

Esta ruina, que obedecía en otro tiempo a decanos, rectores y académicos, es hoy tierra de nadie, pasto de encapuchados y de encapuchadas rubias, de carabineros morenos, de guanacos, en un barrio profundamente degradado con olor a sopaipilla de mal aceite, a perro vago, a mojón, a feria libre y a lanza.

Fue Fermín Vivaceta, primer arquitecto graduado en tierra americana gracias a la Universidad de Chile y a su curso de arquitectura impartido por Claude François Brunet de Baines, el encargado de terminar ese palacio diseñado inicialmente por Heinault.

Pero los tiempos han cambiado. La manifestación estudiantil en contra de Piñera y del neoliberalismo en general pasó de episodio a costumbre, y el fragor del combate va gastando cada jueves a mediodía la dolida piel de la Casa Central. Y el fin de semana la Casa Central queda tranquila porque los manifestantes están en el mall, no manifestándose sino paseando, comprando, esas cosas.

El Rector tiene un proyecto para remodelar esa Casa Central, pero los dineros no llegan, no llegaron. Nadie parece muy interesado en conservar ese edificio que lo hace tan bien como escenografía humeante de un mundo que se acaba. Sus colecciones de libros, de caracolas, de documentos y de objetos son notables, pero a nadie le importa un pepino. Qué más da. Las universidades públicas van a la deriva. En ellas no enseña ya la elite del país, que emigró a otros lados quizá menos épicos pero al, mismo tiempo, más razonables. Los estudiantes, como están en paro o en toma permanente, hacen semestres de ocho semanas y pasan de curso, los profesores firman, y todos felices. Cualquier loco se toma cualquier cosa, loco, con capucha o sin, rubio o rubia, qué más da.

Todos hablan de la educación pública y de la calidad, pero cuando se trata de un edificio público y de calidad de lo que trata es de desentenderse de él, martirizarlo, incendiarlo, humearlo, mojarlo y ojalá echarlo al suelo. Y esa rubia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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