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Por qué voy a votar por Allamand Opinión

Por qué voy a votar por Allamand

Roberto Meza
Por : Roberto Meza Periodista. Magíster en Comunicaciones y Educación PUC-Universidad Autónoma de Barcelona.
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Entender que el adversario no siempre está equivocado y los que se sientan contigo no siempre tienen toda la razón es una virtud escasa en el repertorio actual. Pero es la virtud que le exijo a cualquiera que aspire a estadista. Me siento muy a gusto con un candidato que facilita ese espacio republicano de confianzas transversales, practicadas por Allamand por décadas, desde las negociaciones de los 80 con la oposición para una transición ordenada, hasta la democracia de acuerdos.


Con el permiso de Cristóbal Bellolio y debido respeto a la propiedad intelectual de la mayoría de los argumentos de esta columna, aprovecho buena parte de sus términos para describir las tres principales razones por las cuales voy a concurrir a las primarias presidenciales de la Alianza a votar por el candidato RN, Andrés Allamand.

Primero, porque su perfil ideológico y su plataforma programática coinciden con el tipo de liberalismo que me representa. Con prescindencia de sus atributos personales, lo que más me motiva de su postulación son sus contenidos. Los liberales chilenos nos sentimos incómodos en los grupos que sólo subrayan la importancia de la libertad individual para generar riqueza, sin expresar la misma preocupación por la promoción, el respeto y el reconocimiento de la autonomía personal. Hasta el gobierno de Piñera, la derecha había fallado en su capacidad de ofrecer una alternativa liberal al conservadurismo hegemónico del sector, pero sus indiscutibles avances en materia social, económica, cultural y político-institucional han puesto fin a esa deuda, mientras que el discurso de continuidad y perfeccionamiento de Allamand apunta a consolidar esa tendencia democrática liberal progresista impresa por Piñera a su administración, logrando expandir el círculo de las libertades económicas a las esferas política, social y moral.

[cita]Iré a votar por Andrés Allamand el próximo 30 de Junio, sintiéndome parte del proyecto democrático liberal progresista que Piñera ha estado llevando adelante y que ha acercado al país hacia el club de naciones desarrolladas. No es ningún misterio que muchos habríamos preferido que Allamand llegara directamente a la primera vuelta de noviembre. Pero Andrés ha querido enfrentar esta fase previa y respetamos —y acompañamos— su decisión.[/cita]

Allamand comprende la relevancia de tener instituciones económicas robustas con macroequilibrios sustentables, políticas fiscales responsables y crecimiento sostenido. Al mismo tiempo piensa que en países como el nuestro, el Estado no puede ausentarse de sus deberes cruciales de justicia, ofrecimiento de bienes públicos y nivelación de oportunidades, tareas todas que demandan un esfuerzo redistributivo. Sin embargo, no pretende utilizar las herramientas coercitivas del poder para decirles a los chilenos cómo deben vivir sus vidas en el nombre de la tradición, la autoridad o la religión, pero tampoco representa peligro para esos modos de vidas tradicionales, tan respetables como los otros.

Entender que el adversario no siempre está equivocado y los que se sientan contigo no siempre tienen toda la razón es una virtud escasa en el repertorio actual. Pero es la virtud que le exijo a cualquiera que aspire a estadista. Me siento muy a gusto con un candidato que facilita ese espacio republicano de confianzas transversales, practicadas por Allamand por décadas, desde las negociaciones de los 80 con la oposición para una transición ordenada, hasta la democracia de acuerdos. Junto con expresar su oposición a los monopolios económicos, en la agenda estrictamente política Allamand ha apoyado las iniciativas destinadas a desconcentrar los polos de poder que asfixian a nuestra democracia. En resumen, pasa el test liberal en prácticamente todos los ámbitos.

Segundo, porque los votos que Allamand obtenga en la primaria oficialista importan. Es altamente posible, como señalan todos los analistas, que Michelle Bachelet se imponga el 30 de Junio en las primarias opositoras. Pero dado que se enfrenta a otros tres candidatos, tanto a su izquierda (José Antonio Gómez) como a su derecha (Andrés Velasco-Claudio Orrego) el 100 % de los sufragios se distribuirá aleatoriamente, mostrando cuán izquierdizada o derechizada está la “Nueva Mayoría”. Si, como supongo, el sector Velasco-Orrego consigue más votos que el de Gómez y en noviembre, Bachelet enfrente a Allamand favorecido por una alta votación en la primaria de la Alianza del 30 de junio, la suma de sufragios “sistémico-centristas” será inmensamente mayoritaria respecto de los “anti-sistémicos” de toda naturaleza, otorgando una base de legitimidad y soporte ciudadano a cualquiera de los dos aspirantes mayoritarios que gane.

Como en los hechos habrá segunda vuelta, gracias a ME-O, Sfeir, Claude y JoCelyn-Holt, la diferencia entre los bloques incumbentes —de centro izquierda y centro derecha— volverá a ser pequeña (3 %), repitiendo resultados de las últimas tres elecciones presidenciales y, por lo tanto, es difícil asegurar, como creen algunos, que la ex Presidenta Bachelet ya está en La Moneda. De otro lado, la división política en dos mitades electorales aleja el fantasma de la desestabilización social y económica, pues la presencia de las ideas pro sistémicas será ampliamente mayoritaria.

En efecto —retorno a Bellolio— si Velasco queda en segundo lugar con un porcentaje respetable de votos clava una bandera importante en la órbita de la centroizquierda. Le recuerda a algunos grupos —los que quieren radicalizar un eventual segundo gobierno de Bachelet— que todavía conviven con fuerzas moderadas, liberales y orientadas al centro. Doblemente interesante resulta asistir a una batalla por el centro político entre Andrés Velasco y Claudio Orrego. Ambos podrían reclamar este territorio con argumentos distintos: el relato liberal progresista del ex ministro de Hacienda versus el proyecto socialcristiano del DC. Históricamente el centro le ha pertenecido al segundo, pero eso podría cambiar y a los liberales nos interesa que cambie: si Velasco vence a Orrego en la primaria, podemos reclamar con mayor propiedad el centro en los años por venir, mejorando aún más las perspectivas de alianzas para la gobernabilidad de una administración Allamand de centro-derecha liberal, progresista y democrática.

Tercero, tengo buenas razones para creer en la honestidad intelectual de Andrés Allamand. No me compro la oda barata del servicio público y entiendo perfectamente bien que la política implica lucha por el poder, y que en ese tránsito a veces hay que embarrarse las manos. No busco una estampita consagrada por candidato. Busco un tipo que entregue ciertas garantías de rectitud ética y especialmente capacidad para juzgar sin doble estándar. Desde hace varias décadas he visto a Andrés Allamand tomando posición en cuestiones impopulares, a veces a contracorriente de su sector, con un discurso de convicciones y no de conveniencias, con altura para distinguir la escaramuza de los intereses superiores del país.

Iré a votar por Andrés Allamand el próximo 30 de Junio, sintiéndome parte del proyecto democrático liberal progresista que Piñera ha estado llevando adelante y que ha acercado al país hacia el club de naciones desarrolladas. No es ningún misterio que muchos habríamos preferido que Allamand llegara directamente a la primera vuelta de noviembre. Pero Andrés ha querido enfrentar esta fase previa y respetamos —y acompañamos— su decisión. Comprendemos que la unidad de la Alianza en torno a sus principios y convicciones sustantivas, más que las diferencias en métodos y formas, asegura las mayorías y estabilidad necesaria para seguir avanzando en los difíciles desafíos político-económico-sociales que enfrentará el país en los próximos años.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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