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Chile y la globalización académica

Héctor Casanueva
Por : Héctor Casanueva Profesor e Investigador del IELAT, Universidad de Alcalá. Ex embajador de Chile en Ginebra ante la OMC y organismos económicos multilaterales y en Montevideo ante la ALADI y el MERCOSUR.
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De ahí que nuestro país deba instituir un “complejo universidad-estado-empresa-regiones”, (incluido ProChile, la agencia de cooperación AGCI, Conicyt, el Consejo Nacional de Innovación y otros actores), para integrarse sistémicamente en este fenómeno de la globalización académica, que ya cuenta con 180 millones de estudiantes universitarios, cerca de 20 mil universidades, cinco millones de intercambio a nivel mundial y creciendo.


La movilidad estudiantil es un fenómeno mundial de internacionalización de la educación superior, que a escala global ya alcanza a cerca de cinco millones de jóvenes en programas de pre-grado y de post-grado, pasantías y cursos cortos. Nuestro país participa de este proceso con un exiguo número -12.500- si bien, según se informa, crece dinámicamente de año en año. Pero, a juzgar por  las cifras, dicha participación está muy concentrada en unas pocas universidades de las sesenta del sistema.

El Mostrador ha informado sobre la iniciativa de posicionamiento en el exterior de un grupo de universidades chilenas, con el fin de atraer estudiantes de intercambio. A este respecto, haré dos comentarios que dicen relación tanto con la iniciativa misma, como con este dinámico proceso de globalización académica que vive el mundo, que va más allá de los intercambios y replantea el rol mismo de la universidad.

En primer lugar, esta nueva iniciativa, promovida por ProChile e Imagen País, apunta en la dirección correcta de posicionar la educación superior chilena en el exterior (la primera experiencia de este tipo, pero de amplia convocatoria pública y privada, nació en ProChile en 1998 con la creación del Comité Exportador de Servicios Universitarios), pero tiene un enfoque muy limitado y selectivo, pues solo involucra a un pequeño grupo de universidades, que no son las únicas del sistema que pueden articular una oferta atractiva y sustentable.

[cita]De ahí que nuestro país deba instituir un “complejo universidad-estado-empresa-regiones”, (incluido ProChile, la agencia de cooperación AGCI, Conicyt, el Consejo Nacional de Innovación y otros actores), para integrarse sistémicamente en este fenómeno de la globalización académica, que ya cuenta con 180 millones de estudiantes universitarios, cerca de 20 mil universidades, cinco millones de intercambio a nivel mundial y creciendo.[/cita]

En mi opinión, esto no ayuda a desconcentrar la oferta ni a ampliar las oportunidades para otras universidades chilenas de calidad, acreditadas institucionalmente, que tienen capacidad instalada, carreras acreditadas y que están repartidas en más regiones que las que participan del consorcio, regiones también claves para el desarrollo del país, que pueden ser un polo de atracción importante para estudiantes, docentes e investigadores extranjeros. Por ende, este programa ayudará a las 21 universidades del consorcio, a las que además se llevará a la Feria Mundial de Turquía, pero no elevará significativamente el número de estudiantes extranjeros en nuestro país.

Habrá que corregir estas deformaciones, que se dan en otros sectores también, pasando de la exclusión a la inclusión, para abrir las oportunidades a todos.

En segundo lugar, la globalización académica debe ser vista como una realidad que ofrece un abanico de opciones de inserción internacional para el sector de la educación superior, en sus tres dimensiones de docencia, investigación y extensión, esta última superada por la más amplia de “vinculación con el medio”. No se agota por lo tanto en los intercambios, ni en la dinámica de la atracción de estudiantes. La movilidad estudiantil es un componente que, por un lado, refleja la creciente apertura de las fronteras físicas, administrativas y culturales que nos trae la mundialización, y por otro expresan el cambio sustantivo que esta produce en las universidades, impactando en el currículo, en el aseguramiento de la calidad, en el tipo de competencias a desarrollar en el proceso de formación, e incluso en la sustitución parcial de la relevancia tradicional de los contenidos, por el desarrollo de competencias que permitan a los futuros profesionales desempeñarse en un entorno simultáneamente global y local, bajo nuevas formas de acceso al conocimiento, por los contenidos on line y just-in-time disponibles por internet.

La globalización o mundialización amplían y transforman el rol de las universidades, que pasan a ser actores del sistema internacional, lo mismo que lo son hoy por hoy las empresas, las ONGs, las regiones y los gobiernos locales. Cada uno desde su ámbito, constituyen redes, que en caso de las universidades desarrollan investigación cooperativa, producen conocimiento apropiado, influyen en las políticas públicas, y exponen a los estudiantes, profesores e investigadores al contraste, la cooperación y la competencia con otros de sus pares de distintas latitudes y culturas, con un claro beneficio recíproco, que contribuye a un verdadero “sistema de inteligencia global”, como lo plantea el Millennium Project.

De ahí que nuestro país deba instituir un “complejo universidad-estado-empresa-regiones”, (incluido ProChile, la agencia de cooperación AGCI, Conicyt, el Consejo Nacional de Innovación y otros actores), para integrarse sistémicamente en este fenómeno de la globalización académica, que ya cuenta con 180 millones de estudiantes universitarios, cerca de 20 mil universidades, cinco millones de intercambio a nivel mundial y creciendo. En América Latina tenemos 15 millones de estudiantes universitarios, con unos trescientos mil que estudian en otro país. Y la Unión Europea (con la que tenemos vigentes un acuerdo de asociación y un convenio de ciencia y tecnología) incrementa sustantivamente para 2014-2020 sus presupuestos y programas de ciencia, tecnología y movilidad académica, mediante las iniciativas Horizonte 2020 y Erasmus Plus, con lo que pretende movilizar cinco millones de estudiantes comunitarios dentro y fuera de sus fronteras, además de académicos y staff de soporte.

Todo un desafío de articulación para el próximo gobierno, que debe ser asumido entre todos, sin exclusiones, cooperativamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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