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Lecciones desde Francia para una primera vuelta con 9 candidatos

Axel Callis
Por : Axel Callis Sociólogo. Analista político
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No sería extraño que estas candidaturas mayoritarias sufrieren una baja a partir de la formalización de las otras inscripciones. Recordemos que, al menos, un 27 % del electorado del “antiguo” padrón votó por alternativas fuera de la Concertación y la Alianza el 2009.


¿Qué tienen en común Francia y Chile en política? No mucho, pero desde el punto de vista electoral, podemos encontrar algunas similitudes y aprendizajes generados desde la presidencial de 2012 en el país europeo que, tal vez, sean extrapolables a nivel de análisis para la próxima primera vuelta en Chile.

En primer término, la participación electoral francesa del año pasado (abril 2012), al haber un clima politizado, con tantos candidatos y con variadas propuestas, se elevo insospechadamente a cerca del 80 % del padrón, lo cual para el contexto francés de voto voluntario fue muy alto. Si en Chile votare el 80 % en noviembre, estaríamos hablando de una cifra sin precedentes cercana a los 10 millones de electores. Recordemos que 7,2 millones de electores es la cifra más elevada que ha llegado a votar en nuestro país y fue en 1999, 2da vuelta Lagos-Lavín con el padrón antiguo de 8 millones. De haber ese nivel de participación superior podría asomar más de una sorpresa.

En segundo término, en Francia, con las múltiples inscripciones presidenciales se reflejaron todas las vertientes políticas que ofrece el sistema de partidos, desde la extrema derecha de Marine Le Pen hasta la izquierda más radical de Nathalie Arthaud, la mayoría estuvieron en la papeleta. Tal vez en Chile, el sesgo del arco de candidaturas inscritas está más cargado a la izquierda, lo cual augura una dispersión importante en ese sector y una concentración mayor en la derecha. Las dos candidaturas principales —Sarkozy y Hollande—, quedaron más bien en el centro de las propuestas, realidad que la candidatura de Matthei no contempla, al ser ella la que cubre la mayor parte del sector de derecha. De esta forma Bachelet, podría sufrir en primera vuelta alguna merma por exceso de oferta en su flanco izquierdo.

[cita]No sería extraño que estas candidaturas mayoritarias sufrieren una baja a partir de la formalización de las otras inscripciones. Recordemos que al menos un 27 % del electorado del “antiguo” padrón votó por alternativas fuera de la Concertación y la Alianza el 2009. [/cita]

Por otra parte en Francia, antes de la inscripción las encuestas tenían un sesgo a favor de las dos tendencias principales, Sarkozy y Hollande. Entre ambas candidaturas concentraban cerca del 70 % de las preferencias. Pero una vez iniciada las campañas de los otros candidatos, los números se fueron esparciendo y, al final, ninguno de los dos candidatos mayoritarios superó por sí solo el 30 % en la primera vuelta. La realidad en Chile es aparentemente distinta, hay una candidatura disparada (Bachelet) y otra mayoritaria en el papel, con poco más de un mes de campaña y con apoyo de un sector que nunca ha bajado del 25 % (Alessandri 1993). Ante este escenario, no sería extraño que las candidaturas mayoritarias sufrieran una baja a partir de la formalización de las otras inscripciones. Recordemos que, al menos, un 27 % del electorado del “antiguo” padrón votó por alternativas fuera de la Concertación y la Alianza el 2009.

Con respecto a los resultados finales de la primera vuelta en Francia, estos fueron para las candidaturas mayoritarias, pero menores a lo presupuestado por ellos. Ambas aspiraban estar cada una sobre el 30 % en primera vuelta, pero lo más interesante fue que se establecieron tres tramos de llegada en los candidatos a partir de los resultados finales. Los dos mayoritarios y que luego participaron en la segunda vuelta, concentraron el 57 % del total de sufragios, los tres del medio con una concentración de 38 % (17,9 %, 11 % y 9,5 %) y luego los cinco últimos aspirantes que no superaron individualmente los 2,5 % y que entre todos sumaron sólo el 6 % de los sufragios.

Esta situación de estratificación electoral a tres tramos, no es inusual, pues cuando hay mucha oferta se entiende que el elector puede calibrar en primera vuelta mejor sus visiones y sensibilidades, y luego en segunda vuelta racionalizar el voto.

No sería excepcional que también en la próxima elección en Chile nos fuéramos a tres tramos: la o las dos mayoritarias, los aspirantes del medio y luego cuatro o cinco candidaturas desfondadas, repartiéndose un 5 % entre todas.

Sin embargo, la mayor incertidumbre estará en el nivel de participación, pues todo indica que no será el escenario francés de un 80 % (ojo antes de la elección de abril de 2012 no se preveía esa cifra de participación) y tampoco los 5,7 millones de la municipal chilena. Sino más bien algo entremedio de esas dos cifras. Pero nadie puede aún tener un cálculo preciso, faltan los despliegues y el comienzo de las campañas. Que como siempre no estarán exentas de sorpresas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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