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La burguesía de Chile

Quienes actúan en esta farsa conforman una de la orquestas más variopinta que posee la sociedad chilensis: van desde políticos “progresistas”, hasta el jefe de los banqueros, pasando por muchos actrices y actores que “critican el modelo” (lo que no obsta para que tengan cuantiosos arreglines tributarios). Desde columnistas e intelectuales, hasta conspicuos empresarios católicos, pasando por sus suches, los abogados. Desde la salida de sol hasta el ocaso, todos están de acuerdo en una cosa: que Dios y la verdadera religión no nos moleste.


*José Gabriel Domínguez es estudiante 5to año Derecho UC.

Hoy, oponerse a lo “políticamente correcto”, donde la burguesía es quién dicta cátedra acerca de lo bueno y lo malo, lo deseable e indeseable, es digno de admiración.

Después de un revolucionario siglo XX, donde fue una moda luchar contra la burguesía, hacerlo en estos tiempos ha vuelto a ser heroico. Oponerse a la burguesía donde hubo una moda (y un poderos partido) detrás no tuvo mérito. Esto se ve en que los más grandes revolucionarios de ayer, son los burgueses más furiosos y conspicuos de hoy. Lo mismo pasará con Boric, Giorgio, Vallejos y compañía.

[cita]Quienes actúan en esta farsa conforman una de la orquestas más variopinta que posee la sociedad chilensis: van desde políticos “progresistas”, hasta el jefe de los banqueros, pasando por muchos actrices y actores que “critican el modelo” (lo que no obsta para que tengan cuantiosos arreglines tributarios). Desde columnistas e intelectuales, hasta conspicuos empresarios católicos, pasando por sus suches, los abogados. Desde la salida de sol hasta el ocaso, todos están de acuerdo en una cosa: que Dios y la verdadera religión no nos moleste.[/cita]

La burguesía de hoy es una mezcla de capital e ideología explosiva y monstruosa. Tiene siete cabezas. Por un lado se muestra hábil en los negocios, deseosa del orden, poseedora de la mayoría de los grandes capitales del país y por otro aliada de una confusa ideología donde se relativiza todo lo que no debería relativizarse; la moral, la familia, la existencia de Dios y se absolutiza todo lo relativo: las riquezas y los placeres de este mundo, la belleza corporal, el éxito profesional, todo bajo el engaño de decir: “nosotros no somos una ideología, dejamos que las ideas debatan y fluyan en igualdad de condiciones” o “no vetamos a nadie”; les falta agregar “siempre y cuando no nos jodan con lo que de verdad es absoluto.”

Quienes actúan en esta farsa conforman una de la orquestas más variopinta que posee la sociedad chilensis: van desde políticos “progresistas”, hasta el jefe de los banqueros, pasando por muchos actrices y actores que “critican el modelo” (lo que no obsta para que tengan cuantiosos arreglines tributarios). Desde columnistas e intelectuales, hasta conspicuos empresarios católicos, pasando por sus suches, los abogados. Desde la salida de sol hasta el ocaso, todos están de acuerdo en una cosa: que Dios y la verdadera religión no nos moleste.

Por mientras se atacan unos a otros: se acusan de izquierda y de derecha, lanzan la palabra “lucro”, mas es todo una farsa. La verdadera pelea está en la familia –un hombre y una mujer unidos para toda la vida con el fin de procrear, vivir juntos y auxiliarse mutuamente-, el derecho de los padres de ser los primeros educadores de los hijos y la sacralidad de la vida desde la concepción hasta la muerte natural y por último, me atrevería agregar, el que haya un verdadero libre mercado y no esta economía oligárquica en que vivimos.

Me contaba un amigo que en cierta ocasión quiso poner sus productos en una farmacia de la plaza. Su competidor, un laboratorio, nada más saber esto, le ofreció dinero a la farmacia con tal de eliminar esos productos de la estantería. Esa es la bella competencia del mercado farmacéutico. Lo que más me impresionó no fue la decorosa oferta del laboratorio, sino el consentimiento de la farmacia: ¡ésta acepto, la rata! Mi amigo, pequeño empresario, poco pudo hacer.

Sin embargo, no tomemos la parte por el todo, quizás haya verdadera competencia, y desde luego no toda la sociedad es así. Lo importante al criticar es saber distinguir, pero hay que estar dispuesto a sufrir, pues esta burguesía no esta dispuesta a ceder y lanza toda la caballería a quien se interponga en su camino.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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