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Mariana Aylwin y los dogmáticos del modelo Opinión

Mariana Aylwin y los dogmáticos del modelo

Osvaldo Torres
Por : Osvaldo Torres Antropólogo, director Ejecutivo La Casa Común
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Los diseñadores de las fracasadas políticas opinan como si no fuesen dirigentes políticos, situándose en una posición de técnicos de la educación. En realidad, cuando se habla de políticas públicas se habla de eso, de políticas. Si es así, es claro que las soluciones pasan por el juego de intereses y posiciones y no por ocultar que estas existen.


La salida de C. Pierano de la Subsecretaría de Educación es un cambio de gabinete ex-ante, ya que en este Ministerio se juega parte importante de la orientación que tomará el futuro gobierno.

Sin embargo, es evidente que sus efectos trascienden el campo de la reforma educacional, pues muestra que la lucha por la hegemonía de la dirección del cambio que se propone la Nueva Mayoría no ha concluido, ni lo hará.

Mariana Aylwin se ha quejado de la derrota de una de las suyas y acusa a un sector de la alianza gubernamental, incluidos miembros de su partido, de “hacer de la política una religión, de “actuar como dogmáticos” al poner al programa como inamovible, de tener afanes “totalitarios” por expresar una mayoría, etc. A estas críticas se suma J. J. Brunner, el que no vacila en calificar al gobierno de sufrir “un empobrecimiento” o carencia de gobernabilidad aún sin haber sumido. Este discurso del “orden”, la “gobernabilidad”, “no dejarse llevar por la calle” dominó la lógica política de la Concertación durante más de 20 años. Ahora se repite, con un sesgo autoritario y tecnocrático, al situar a sus críticos como fundamentalistas de la educación pública y gratuita. Es extraño, pues el país ha funcionado con un enfoque liberal y mercadista sin ningún resultado de calidad en la educación y, cuando esto se quiere cambiar, los que buscan conservar el modelo en crisis acusan a sus adversarios de dogmáticos. Extraño.

[cita]Este discurso del “orden”, la “gobernabilidad”, “no dejarse llevar por la calle” dominó la lógica política de la Concertación durante más de 20 años. Ahora se repite, con un sesgo autoritario y tecnocrático, al situar a sus críticos como fundamentalistas de la educación pública y gratuita. Es extraño, pues el país ha funcionado con un enfoque liberal y mercadista sin ningún resultado de calidad en la educación y, cuando esto se quiere cambiar, los que buscan conservar el modelo en crisis acusan a sus adversarios de dogmáticos. Extraño. [/cita]

A la vez, los diseñadores de las fracasadas políticas opinan como si no fuesen dirigentes políticos, situándose en una posición de técnicos de la educación. En realidad, cuando se habla de políticas públicas se habla de eso, de políticas. Si es así, es claro que las soluciones pasan por el juego de intereses y posiciones y no por ocultar que estas existen.

En esta situación cruzada por una diversidad y tranversalidad de posiciones: ¿cuál es la viabilidad de la unidad de la Nueva Mayoría? Todo parece indicar que sólo será posible –en un marco probable de movilizaciones sociales amplias– si al interior de la Nueva Mayoría se comprende que el país vive un cambio de ciclo no sólo en el sentido político, sino también en el proceso social que va articulando un “nuevo bloque histórico”que cuestiona el dominio y abuso del capital financiero y especulativo sobre la población y el capital productivo; que articula intereses regionales, en tanto, a territorios que se ven esquilmados por el centralismo y la concentración del capital; que une voluntades interclasistas contra la mala educación y pésima salud pública; que asimila al trabajador del comercio con el obrero industrial ante la precariedad laboral y que tiene una consciencia más sólida sobre las libertades individuales, civiles y políticas, y su deber de protección por parte del Estado. En fin, hay un proceso social en marcha, que se está conectando con un discurso crítico al neoliberalismo, de carácter más complejo y que tiene bases de sustentación en la subjetividad de la ciudadanía.

Los liberales de la ex Concertación parecen no comprender del todo este proceso y nos repiten sus desgastadas fórmulas. En este contexto, el diagnóstico realizado por Frei Ruiz-Tagle en el aniversario de la muerte de su padre, en cuanto a que el proceso que se comienza a vivir en el país tiene la magnitud y potencia de la “Revolución en Libertad”de mediados de los 60,  sitúa a su partido no sólo como facilitador sino que también como participante activo en las transformaciones estructurales comprometidas en el programa de gobierno.

No se trata, como parece creer M. Aylwin, que se discute con un “mesianismo de izquierda”.  La cuestión es la profundidad de la reforma, pues aumentar impuestos a los ricos y devolvérselos vía utilidades de las ISAPRES por transferencias estatales, de entregárselos a las AFP vía subsidio a las pensiones miserables o pasándoles créditos masivos a los grupos económicos controladores de las universidades privadas, son políticas que mostraron su fracaso.

Chile ha despertado de la somnolencia transicional y, como hace tiempo no ocurría, el cómo se exprese el movimiento social, su amplitud, diversidad, métodos y articulación con lo político serán decisivos en la configuración de las reformas. La decisión de los ex dirigentes estudiantiles de participar en la lucha parlamentaria se está mostrando como positiva y útil y ese será un escenario fundamental sobre el cual actuar. En otras palabras, sin resolución de la crisis de representación de la política no habrá cambios progresistas y esto se resuelve conectando una nueva forma de hacer política con los movimientos sociales que levanten demandas viables y con respaldos amplios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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