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Lo que no puede decir sobre Venezuela


No debieran causar escándalo las declaraciones de la Fech respecto de Venezuela, tampoco la reticencia de nuestras autoridades en tomar una postura definida. Para el socialismo la democracia y los derechos humanos son herramientas políticas, no bienes a proteger; ¿puede explicarse de otra manera, por ejemplo, el asilo a Honecker a principios de los noventa? El gobierno de Nicolás Maduro es un régimen afín y puede contar con las lealtades de siempre, sin importar lo que haga.

Pero hay algo más, que pocos han mencionado. Lo que no se puede decir sobre Venezuela es que la actual situación venezolana es muy parecida a la de Chile en 1973: un gobierno democráticamente elegido que ha violado la constitución, socavado la institucionalidad, atacado la libertad de prensa, causado un desastre económico y fomentado la violencia. A ojos del mundo, y de Chile, esto no puede seguir. Pero cuando un gobierno tiene como meta hacerse con todo el poder, y para eso desfigura sus instituciones, no queda una vía institucional para resolver el problema. El sentido común dado por la distancia hace que una gran mayoría se sitúe del lado de los manifestantes y contra el gobierno.

Para el caso chileno las cosas se complican. Durante veinte años, primero de manera sutil y luego más descarada, la coalición de partidos de izquierda ha reivindicado la Unidad Popular y la figura de Salvador Allende, y por otra parte, vilipendiado al gobierno que derrocó a Allende cuando la situación en Chile era parecida a la de Venezuela hoy. Los cambios de nombres a las calles, la proclamación de Allende como el chileno más grande de la historia, la firma de Ricardo Lagos al pie de la Constitución de 1980, son muestra de ello.

Es por esto que la izquierda no se pone del lado de los manifestantes venezolanos. Venezuela poco nos importa en términos materiales, pero Venezuela hoy es una manera de ver desapasionadamente el Chile de 1973. Dar la razón a los manifestantes es como darle la razón al pronunciamiento militar. Como esto no escapa la atención de algunos, se han querido marcar diferencias. Un columnista llegó a decir que Nicolás Maduro era derechista, porque se comportaba como la derecha espera que se comporte un socialista. Se ha dicho que el gobierno de Allende no cayó por sus propios errores, como parece que debiera caer el de Maduro, sino que fue derrocado por la CIA. Eso suena tremendamente parecido al discurso Chavista-Castrista. (Además, si a los EE.UU. le interesaba que la UP cayera, la URSS tenía igual interés en que se mantuviera, cosa que se silencia).

Pareciera que el desmoronamiento institucional de Venezuela es total, cosa que no llegó a ocurrir en Chile. El proceso venezolano, además, ha sido lento, por lo que la reacción ha sido tardía e ineficaz. Venezuela tampoco está en medio de una pugna mundial, las potencias están demasiado ocupadas en otros lados como para hacer algo más que declaraciones. Quién sabe qué ocurrirá. No es mucho lo que podemos hacer desde aquí, pero lo que sí importa es que podamos juzgar nuestra historia con el desapasionamiento con que juzgamos la situación de un país distinto del nuestro.

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