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La (nueva) derecha (neo) liberal

Guillermo Marín Vargas
Por : Guillermo Marín Vargas Cientista Político, M(c) en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos. Coordinador de nuevociclo.cl. Secretario Ejecutivo en observatoriodecide.cl.
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Esta renovación de la derecha le ha permitido hacer sentido, no sólo a personas al interior de sus filas, también a algunos en la Nueva Mayoría que –al parecer– son asimismo proclives a estas ideas y se han mostrado contrarios a inyectar regulación a sectores de la economía mercantilizados por la vieja guardia neoliberal de los ochenta. Tendrán que definirse, pues la lucha ideológica es inminente. Y en esta vuelta, la derecha viene recargada.


Una de las lecciones aprendidas por la derecha durante sus últimos cuatro años de gobierno es que sólo con buena gestión no se logra ganar en política. La pregunta típica que se les hizo a los personeros más importantes del gabinete de Piñera fue por qué, si tenían tan buenas cifras de crecimiento económico, eficiencia en el gasto, infraestructura, entre otras, no lograron conquistar un nuevo gobierno y fracasaron en su intento de iniciar un ciclo político donde ellos fueran los protagonistas.

La respuesta en un principio fue vacilante, se atribuyeron culpas, primero desde los partidos al gobierno y luego viceversa. Sin embargo, parte de la reflexión posterior acerca de este fracaso, fue que en Chile existía cierta hegemonía (de ahí su interés por Antonio Gramsci) de los valores de izquierda y que –a pesar de sus excelentes números– no lograron influir de manera exitosa en ese sentido común de una gran mayoría de ciudadanos. Pues bien, este diagnóstico ha generado impactos en la forma en cómo se renueva esta alicaída derecha chilena.

En su intento por disputar espacios para frenar el programa de reformas de la Nueva Mayoría ha sido posible observar cierto cambio en su eje discursivo. Ya no es el conservadurismo institucional (salvo algunos casos) característico de los noventa, tampoco cierto relato conformista de “cuidar este Chile tan exitoso”, ni mucho menos el recuerdo de sus años mozos en dictadura. La derecha, en su intento por renovarse, sacó a relucir su artefacto ideológico que más les ha rendido en el mundo y que en Chile, producto de la deformación ideológica de los liberales, secuela de la dictadura, llegó un poco después. La derecha chilena volcó sus banderas de lucha a los emprendedores, la clase media, el mercado y el individuo. Los liberales de la libertad económica embistieron con fuerza en una derecha de brazos caídos, criticando la reforma tributaria y educacional desde una idea clara: libertad como no regulación.

[cita]Esta renovación de la derecha le ha permitido hacer sentido, no sólo a personas al interior de sus filas, también a algunos en la Nueva Mayoría que –al parecer– son asimismo proclives a estas ideas y se han mostrado contrarios a inyectar regulación a sectores de la economía mercantilizados por la vieja guardia neoliberal de los ochenta. Tendrán que definirse, pues la lucha ideológica es inminente. Y en esta vuelta, la derecha viene recargada.[/cita]

No es que en dictadura las ideas neoliberales no fueran relevantes, ni tampoco que durante los noventa no fueran centrales en el programa de gobierno de los candidatos de la Alianza, es que por primera vez el neoliberalismo y sus virtudes se instalan para renovar el relato de una derecha que quiere dejar a atrás a Pinochet y su obra, a los coroneles del conservadurismo institucional y su karma autoritario, convirtiéndose en una derecha más moderna, democrática y que logre competir culturalmente como las ideas de izquierda.

Pero ¿existe un relato o utopía neoliberal? Claro que sí, su artífice: Friedrich von Hayek. Si para los marxistas el mundo ideal es aquel donde no existan clases sociales, en el caso de los neoliberales su horizonte utópico se llama sociedad abierta.

Para los neoliberales el motor de la historia es un supuesto orden espontáneo que ha permitido la evolución de la humanidad. Esta característica ha hecho posible la utilización del conocimiento y las capacidades de todos los miembros de la sociedad de una forma mucho más eficiente de la que sería posible en cualquier orden creado por una planificación central. Hayek sostiene que, a mayor regulación de ese orden espontáneo, más limitantes existen para el emprendimiento y desarrollo de las capacidades de los individuos, mientras que, a mayor libertad de los emprendimientos personales, mayor complejidad y desarrollo alcanzan las sociedades.

Así, el sistema sociopolítico debe propender a generar un mercado donde exista reciprocidad o beneficios mutuos para los participantes, y, a la vez, las leyes y la justicia deben ser facilitadoras del emprendimiento personal, protegiendo la obra de los individuos expresada en la propiedad. En este marco, el Estado no debe atentar contra la espontaneidad del accionar individual coaccionando el desarrollo de la sociedad abierta.

La utopía neoliberal ha generado que en muchos lugares del mundo la derecha logre imponerse culturalmente y producir cierta idea de que el mérito individual es más relevante que el bienestar de las comunidades locales y nacionales. La derecha neoliberal obtuvo muchos triunfos en los ochenta, saliendo victoriosa de su lucha hegemónica contra el socialismo en su versión autoritaria y democrática. Hoy, en nuestro país nuevamente la idea de libertad como no regulación vuelve a instalarse en el espacio público. La derecha se renueva con ideas viejas, pero con una fórmula probada.

Esta renovación de la derecha le ha permitido hacer sentido, no sólo a personas al interior de sus filas, también a algunos en la Nueva Mayoría que –al parecer– son asimismo proclives a estas ideas y se han mostrado contrarios a inyectar regulación a sectores de la economía mercantilizados por la vieja guardia neoliberal de los ochenta. Tendrán que definirse, pues la lucha ideológica es inminente. Y en esta vuelta, la derecha viene recargada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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