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Trabajadoras de casa particular: del ninguneo a la acción sindical Opinión

Trabajadoras de casa particular: del ninguneo a la acción sindical

Ruth Olate
Por : Ruth Olate Presidenta Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular - SINTRACAP
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No han sido fáciles estos cinco años, pero ¿qué ha sido fácil para nosotras, las trabajadoras de casa particular? Las que nos levantamos a las 5 de la mañana, las que dejamos a nuestras familias y casa por cuidar las de otros, las que trabajamos puertas afuera 12 horas diarias y sin límite horario cuando es puertas adentro. Nosotras, las que el día domingo en vez de descansar recorremos ferias informando a otras trabajadoras, las que hemos recorrido el país formando y reactivando sindicatos y agrupaciones.


Durante décadas quienes integramos el Movimiento Sindical de las trabajadoras de casa particular chilenas hemos dado una dura pelea por visibilizar nuestras demandas, lograr ser escuchadas y poner nuestros argumentos y posiciones en la agenda pública.

Intentos han sido muchos, algunos fracasados y otros exitosos. Con tesón y convicción hemos desarrollado estrategias que han permitido avanzar en algunos de nuestros derechos laborales, por ejemplo, haber obtenido la igualación del salario mínimo, acceso al postnatal, derecho al descanso en día feriado y domingos, entre otros.

Batallas que fueron llevadas adelante sin respaldo de la mayoría de los sectores políticos –cosa entendible cuando a su vez son nuestros propios empleadores–, ya que hasta hace un par de años ni siquiera las grandes articulaciones de trabajadores –CUT, CAT, CGT, UNT– incluían en sus pliegos de peticiones alguna de las sentidas demandas del sector más discriminado de Chile: las trabajadoras de casa particular.

Vino a ser hace cuatro años que un acto tan fuera del imaginario que suele tener nuestro país, que se consideraba inclusivo y democrático, puso en la palestra pública el trato indigno a nuestro sector: en las piscinas de los lindos condominios de Chicureo no se permitía que las trabajadoras de casa particular se bañaran, tampoco se permitía el libre deambular por sus territorios sino que debíamos trasladarnos, desde la puerta de entrada a éstos hasta las casas donde desarrollaríamos las labores, en furgones especialmente habilitados para nosotras. Se adujo, ante la denuncia, que los condominios eran demasiado grandes y estaban para la comodidad de las trabajadoras, todos/as sabíamos que detrás de esa normativa lo que subyacía era la sospecha histórica contra nosotras: «El dateo para los robos«. A este caso siguieron varios en otros lugares del país.

[cita]Lo que no saben quienes realizan esas prácticas es que no somos objeto de instrumentalización ni por un té en loza inglesa ni por una foto con la actual Presidenta, pero sí entendemos que la política es conversación, diálogo y contrarrestar posiciones para avanzar. Lo que no saben es que el movimiento sindical de trabajadoras de casa particular chileno tiene actoría política y que está en las calles, en los espacios sindicales, en los pasillos del Congreso y del Ministerio del Trabajo –incluso leyendo sus columnas de opinión– para decirle en la cara al poder que nuestro trabajo no es indigno, las condiciones son las indignas.[/cita]

Lo que diferenció a esta denuncia, ampliamente cubierta por los medios de comunicación, de otras anteriores, es que la sociedad chilena comenzaba a cuestionarse sobre el concepto de la «desigualdad», por una parte, y, por otra, que encontró al movimiento sindical de las trabajadoras de casa particular, por primera vez, con una agenda clara de demandas, con una articulación potente a nivel nacional, con dirigentas validadas y con un instrumento internacional que reivindicaba nuestros derechos, el Convenio 189 de la OIT, y que había surgido de nuestra propia práctica política.

Y es así como, armadas del mencionado convenio y de la adherencia del Estado chileno a éste, comenzamos el deambular en las esferas del poder para obtener la ratificación en nuestro país.

No han sido fáciles estos cinco años, pero ¿qué ha sido fácil para nosotras, las trabajadoras de casa particular? Las que nos levantamos a las 5 de la mañana, las que dejamos a nuestras familias y casa por cuidar las de otros, las que trabajamos puertas afuera 12 horas diarias y sin límite horario cuando es puertas adentro. Nosotras, las que el día domingo en vez de descansar recorremos ferias informando a otras trabajadoras, las que hemos recorrido el país formando y reactivando sindicatos y agrupaciones, las que hemos realizado encuentros nacionales anuales en los que discutimos sobre política y sindicalismo, las que no hemos parado de formamos para poder representar al sector, las que salimos a la calle a pegar carteles, las que marchamos por los barrios altos para mostrar en sus calles las injusticias que se cometen dentro de sus casas, las que nos declaramos en movilización nacional hasta obtener la ratificación e implementación del Convenio 189 de la OIT en Chile.

Con falencias y aprendiendo día a día logramos instalar en la agenda de los últimos dos gobiernos la necesidad de modificar la legislación actual. El ingreso del proyecto de ley por parte del ex Presidente Piñera no fue resultado de su voluntad única, sino que fue presionado para ello y visto como una oportunidad política de nuestra parte para iniciar la discusión legislativa que nos permitiera, a través de la incidencia en el Congreso, profundizar las transformaciones necesarias. El posterior compromiso de ratificar el Convenio 189 de la OIT en Chile de la Presidenta Bachelet no se escribió por sí solo en el programa de gobierno, sino que fue resultado de las largas conversaciones y el lobby político realizado por las diversas dirigentas en las comisiones. El ingreso, en marzo de este año, de la indicación sustitutiva al proyecto de ley en discusión –establece igual jornada, dos días más de descanso, especificación de funciones y lugar donde se realizan, entre otras–, patrocinada por el Ministerio del Trabajo, fue instalado y elaborado por quienes escriben.

Sabemos que para quienes hacen de la política un oficio de escritorio será difícil creer que las trabajadoras de casa particular que apenas han terminado los estudios básicos y limpian sus pisos puedan haber protagonizado este proceso y que, incluso, puedan sentarse a discutir a la par sobre técnica legislativa con las y los tomadores de decisión. Sabemos que se escribirán columnas donde se nos niegue la actoría política sindical y se plantee que lo anterior corresponde a la confabulación de sectores políticos. Sabemos que somos susceptibles de “ninguneos”, lo vivimos día a día cuando se nos trata de “nanas” y se nos pagan sueldos miserables.

Lo que no saben quienes realizan esas prácticas es que no somos objeto de instrumentalización ni por un té en loza inglesa ni por una foto con la actual Presidenta, pero sí entendemos que la política es conversación, diálogo y contrarrestar posiciones para avanzar. Lo que no saben es que el movimiento sindical de trabajadoras de casa particular chileno tiene actoría política y que está en las calles, en los espacios sindicales, en los pasillos del Congreso y del Ministerio del Trabajo –incluso leyendo sus columnas de opinión– para decirle en la cara al poder que nuestro trabajo no es indigno, las condiciones son las indignas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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