Publicidad

La letra chica de las reformas laborales

Óscar Menares
Por : Óscar Menares Abogado de la Unión Portuaria de Trabajadores, militante de Izquierda Libertaria. @Oscar_Menares
Ver Más

Una reforma laboral de verdad debe poner categóricamente fin al multirut a partir de la eliminación del concepto de empresa del Código del Trabajo; terminar con la subcontratación, de manera que una empresa no pueda externalizar labores que le son propias, pero además reconocer y garantizar el derecho a negociación colectiva del sindicato interempresa, federaciones y confederaciones de sindicatos de trabajadores por rama, sector o servicio, estableciendo la obligación de los empleadores de negociar.


Existe un consenso en el mundo de las y los trabajadores de que resulta urgente avanzar en reformas laborales y que estas no pueden perder el foco de los objetivos históricos del mundo sindical, que es: “Ampliar y fortalecer la Negociación Colectiva en los distintos niveles de la estructura sindical y recuperar el protagonismo y la fuerza del sindicalismo como actor incidente en el destino del país”.

Tanto es así, que estos fueron los objetivos de la reforma trazados por del Consejo Nacional Directivo Ampliado de la CUT realizado en agosto, a partir de los cuales se convocó a una “marcha nacional” el 4 de septiembre; convocatoria que en menos de dos semanas pasó a tener por objetivo impulsar la reforma del gobierno y exigir que el proyecto de ley sea despachado en el mes octubre.

La urgencia de la Central se debería a la intransigencia de un sector del empresariado que aduce la desaceleración económica para frenar las reformas laborales; borrando con el codo el acuerdo “cocinado” con la Cámara de la Producción y el Comercio recogido en la Declaración de Voluntades de 31 de enero de 2012 CPC-CUT, y que fuera la fuente del Programa de la Nueva Mayoría en materia laboral.

[cita] Una reforma laboral de verdad debe poner categóricamente fin al multirut a partir de la eliminación del concepto de empresa del Código del Trabajo; terminar con la subcontratación, de manera que una empresa no pueda externalizar labores que le son propias, pero además reconocer y garantizar el derecho a negociación colectiva del sindicato interempresa, federaciones y confederaciones de sindicatos de trabajadores por rama, sector o servicio, estableciendo la obligación de los empleadores de negociar. [/cita]

Las reformas por las que aboga la central, a pesar de estar orientadas a reconocer la titularidad del sindicato, endurecer las sanciones de las prácticas antisindicales y equilibrar la cancha en la negociación colectiva, están muy lejos “de ampliar y fortalecer la Negociación Colectiva en los distintos niveles de la estructura sindical y recuperar el protagonismo y la fuerza del sindicalismo como actor incidente en el destino del país”.

La reforma laboral, así como está planteada, genera una nivelación hacia abajo, dado que el fortalecimiento de las organizaciones sindicales y la cobertura del proceso de negociación colectiva únicamente quedan reducidos a nivel de la Empresa, siendo esta precisamente la letra chica de la reforma.

Claramente en un país en que campea la fragmentación en la base de la estructura productiva a través de la subcontratación y el multirut, y la acumulación de capital concentrada en el más alto nivel de la misma, las reformas planteadas por el Gobierno no dejarán de constituir una ilusión estadística graficada en el aumento de sindicatos y negociaciones colectivas, lo que implicará un fortalecimiento meramente “formal” de los derechos colectivos de los trabajadores, sin que se garantice el “fondo”, que es mejorar las condiciones de vida, ingresos y trabajo, toda vez que las empresas que emplean y administran la fuerza de trabajo en general no son depositarias de las utilidades.

De esta manera, una reforma laboral que debería estar orientada a ampliar los derechos colectivos para mejorar las condiciones salariales, de vida y trabajo e incidir en la realidad nacional, pierde el foco al adecuarse a las condiciones estructurales del actual modelo productivo y reproductivo de capital. Es por ello que muchos trabajadores “no se comen el candy” y plantean que la reforma del gobierno está diseñada a la medida de los Grandes Empresarios.

En este sentido, la reforma laboral es a todas luces insuficiente para quienes creemos que es urgente corregir la brutal desigualdad en la distribución de los ingresos.  Una reforma laboral de verdad debe poner categóricamente fin al multirut a partir de la eliminación del concepto de empresa del Código del Trabajo; terminar con la subcontratación, de manera que una empresa no pueda externalizar labores que le son propias, pero además reconocer y garantizar el derecho a negociación colectiva del sindicato interempresa, federaciones y confederaciones de sindicatos de trabajadores por rama, sector o servicio, estableciendo la obligación de los empleadores de negociar.

Así como están las cosas, lo único seguro con esta reforma es que las cifras estadísticas pretendidas no ocultarán las causas estructurales de un modelo económico fundado en la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, ni menos inhibir la superación por la vía de los hechos de la legalidad restringida como cada día lo hacen las y los trabajadores.

Los aspectos antes señalados, medulares en una reforma estructural, fueron recogidos por el Consejo Nacional Directivo Ampliado de la CUT realizado en agosto para “Ampliar y fortalecer la Negociación Colectiva en los distintos niveles de la estructura sindical y recuperar el protagonismo y la fuerza del sindicalismo como actor incidente en el destino del país”; sin embargo, nada de ello constituye el objetivo de la reforma en este Gobierno y tampoco el objetivo de la CUT ni en el corto ni en el mediano plazo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias