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La promesa del aborto

Fernanda Artigas
Por : Fernanda Artigas Máster en Ciencias Sociales de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS), Paris.
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Los debates en torno a la reforma tributaria y a la educación en Chile han puesto en la mira justamente los diferentes dispositivos que mantienen las desigualdades estructurales y han dado cuenta del sesgo de clase imperante en muchas de las políticas públicas implementadas en el país. Que los pobres no subvencionen a los ricos, que los unos y los otros tengan equivalentes oportunidades para educarse no parecen ideas particularmente revolucionarias, sino mas bien nociones de sentido y de bien común. Del mismo modo lo es el que todas las mujeres, y no solo unas pocas, ejerzan el derecho a decidir sobre sus cuerpos.


No puedo más que sumarme a la decepción expresada por Claudia Dides en su columna de opinión publicada el 17 de septiembre en El Mostrador, quien legítimamente interpela al gobierno por su aparente amnesia en cuanto a la promesa de legislar sobre el aborto terapéutico, lo que muchas y muchos esperamos sea la antesala de la despenalización del aborto en Chile.

Asimismo, quisiera recordar que este debate trasciende con mucho lo que usualmente entendemos por debate “valórico”, puesto que el telón de fondo es el mismo que aparece en otros debates en curso.

Ciertamente el tema del aborto atañe a los derechos sexuales y reproductivos y ciertamente la legislación actual afecta principalmente las mujeres. ¿Pero afecta del mismo modo a todas las mujeres?

En cuanto a las causales que hoy no pueden ser esgrimidas para la realización de un aborto terapéutico, la respuesta es probablemente afirmativa. La legislación actual afecta a todas las mujeres, o más bien, ella puede afectar a cualquier mujer.

[cita]Los debates en torno a la reforma tributaria y a la educación en Chile han puesto en la mira justamente los diferentes dispositivos que mantienen las desigualdades estructurales y han dado cuenta del sesgo de clase imperante en muchas de las políticas públicas implementadas en el país. Que los pobres no subvencionen a los ricos, que los unos y los otros tengan equivalentes oportunidades para educarse no parecen ideas particularmente revolucionarias, sino mas bien nociones de sentido y de bien común. Del mismo modo lo es el que todas las mujeres, y no solo unas pocas, ejerzan el derecho a decidir sobre sus cuerpos.[/cita]

Rica o pobre, católica o atea, lesbiana o heterosexual, etc, para cualquiera de ellas, el ejercicio de su derecho a terminar con un embarazo incompatible con la vida física (la propia o la del ser que porta), o incompatible con la vida psíquica si el embarazo es producto de una violación, se verá seriamente obstaculizado por la ley que hoy nos rige. Pero si nos remitimos a la interrupción voluntaria del embarazo, la respuesta es definitivamente no; la ley actual no es pareja para todas las mujeres, y ese es el gran tema de fondo.

Ella castiga preferentemente a las mujeres de capas sociales mas desfavorecidas, incapaces de baipasearla por su falta de recursos económicos. Los opositores recalcitrantes a la idea de legislar saben muy bien que el aborto es y seguirá siendo practicado con o sin ley que lo penalice. La diferencia estará dada por el cómo: en una clínica del barrio oriente si quien lo solicita puede permitirse ese lujo, o en condiciones que pueden ser higiénicamente deplorables y hasta de riesgo para la propia vida si la mujer que lo solicita no tiene dinero y/o redes.

Los debates en torno a la reforma tributaria y a la educación en Chile han puesto en la mira justamente los diferentes dispositivos que mantienen las desigualdades estructurales y han dado cuenta del sesgo de clase imperante en muchas de las políticas públicas implementadas en el país. Que los pobres no subvencionen a los ricos, que los unos y los otros tengan equivalentes oportunidades para educarse no parecen ideas particularmente revolucionarias, sino mas bien nociones de sentido y de bien común. Del mismo modo lo es el que todas las mujeres, y no solo unas pocas, ejerzan el derecho a decidir sobre sus cuerpos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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