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Nicolás, orgullo y homosexualidad

No vaya a pensar usted que está frente a un hombre de mente abierta y de un progresismo a toda prueba. No. Estaría usted en un error. Honestamente no sé si saldría a comprar el libro de Nicolás para leerlo esta noche junto a mis hijos de 6 y 4 años. Tampoco sabría con toda claridad si estoy de acuerdo con la adopción para familias homoparentales. Estoy abierto, informándome, conversando, para fijar una postura.


Soy heterosexual. Siempre lo fui. Desde niño que me gustan las mujeres. Y mucho. Todavía me gustan. Aunque ya elegí la mía y soy feliz. Pero nunca me he sentido orgulloso por ser heterosexual. Siento orgullo por mis logros, por mi trabajo, por los obstáculos que he ido dejando en el camino, por la familia formada o por la casa propia. Pero no por ser heterosexual. No podría sentirlo porque nunca he hecho un esfuerzo por serlo. Nací así. Y donde no hay esfuerzo, no puede haber orgullo.

Imagino que para un homosexual debe ser distinto. Ellos y ellas sí podrían sentir orgullo por su condición. El homosexual sí ha hecho esfuerzos por hacerse de un espacio en la sociedad y eso, le guste o no, tiene un mérito. A diferencia de uno, ellos sí han debido remar contra la corriente, aguantar el chaparrón, enfrentar la adversidad, soportar el bullying, vivir el rechazo y la exclusión. Y todo por tener una orientación sexual diferente a la mayoría.

Por un rato me pongo en su lugar. Imagino que desde muy pequeños, en el colegio, comienza una historia difícil, de burlas y humillación en masa. Yo también participé de esa barbarie.

[cita]No vaya a pensar usted que está frente a un hombre de mente abierta y de un progresismo a toda prueba. No. Estaría usted en un error. Honestamente no sé si saldría a comprar el libro de Nicolás para leerlo esta noche junto a mis hijos de 6 y 4 años. Tampoco sabría con toda claridad si estoy de acuerdo con la adopción para familias homoparentales. Estoy abierto, informándome, conversando, para fijar una postura. [/cita]

Imagino por un instante lo que debe ser la adolescencia y comenzar a reconocerse distinto al resto en una sociedad mayoritariamente conservadora, machista y que castiga con fiereza la diferencia. Pienso en el miedo y en la angustia que podrían llegar a sentir.

Vuelvo a ponerme en sus zapatos. Imagino ahora el momento de asumir su condición. Lo que coloquialmente llamamos “salir del clóset”. El enfrentar a sus familias, a sus amigos, a su entorno social. Sentir que decepcionan, que no son necesariamente lo que sus padres soñaron para ellos y ellas y deber cargar muchas veces con la incomprensión o la desilusión de quienes más quieren.

Pienso también en los espacios de acogida. La Iglesia debía ser un lugar para ellos. Pero ahí tampoco han sido recibidos con todas las de la ley. Al menos no quienes deciden vivir su sexualidad a plenitud. Ellos quedan debajo de la mesa. Imagino ahora el sentimiento de culpa y marginación que deben evidenciar. Ahí, donde son todos bienvenidos, ellos no lo son del todo.

Y en fin. No vaya a pensar usted que está frente a un hombre de mente abierta y de un progresismo a toda prueba. No. Estaría usted en un error. Honestamente no sé si saldría a comprar el libro de Nicolás para leerlo esta noche junto a mis hijos de 6 y 4 años. Tampoco sabría con toda claridad si estoy de acuerdo con la adopción para familias homoparentales. Estoy abierto, informándome, conversando, para fijar una postura.

De lo que sí estoy convencido es que los homosexuales merecen todo mi respeto y aceptación. Y aunque no los conozco a todos –muy pocos en realidad–, todo quien sufre injustamente es para mí motivo de admiración y orgullo. Y desde esa mirada se hace mucho más fácil abrir espacios de inclusión en nuestra sociedad.

No sé si es Nicolás y sus dos papás la manera más idónea o si serán otras las formas más adecuadas de hacerlo, pero pienso que tenemos el deber de formar a nuestros hijos en la diversidad, mostrándoles que es bueno ser diferente y que hay más de un camino para llegar a Roma, para llegar a Dios, para amar y para ser familia. Eso sí me pondría orgulloso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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