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En la esperanza de un Chile mejor

Juan Manuel Zolezzi
Por : Juan Manuel Zolezzi Profesor Titular Departamento de Ingeniería Eléctrica, Facultad de Ingeniería Ex-Rector Universidad de Santiago de Chile
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La educación no es sólo entregar y/o recibir conocimientos; se requiere formar personas íntegras para que actúen como ciudadanas y ciudadanos honorables, virtuosos. Me pregunto si estos temas han sido parte de las discusiones sobre la reforma educacional…


Si uno señalara cuáles son las prioridades en materia de educación superior para la actual Reforma impulsada por la Presidenta Michelle Bachelet, sin lugar a dudas algo quedaría fuera y sería juzgado por ello; no obstante, me atrevo a señalar algunas, en el entendido de que permiten esbozar hacia dónde debemos caminar: fin al lucro, calidad en la educación, fin de la selección y copago, inclusión y acceso igualitario.

Cualquier persona informada, sabe que la tan anunciada y esperada reforma requiere de una filosofía, de un cambio de paradigma acerca de lo que los chilenos y chilenas vamos a entender por educación. En lo personal, espero que nunca más se la entienda como un bien de consumo y, por ende, un producto que se transa en un mercado, sino como un derecho humano fundamental y esencial para el desarrollo, crecimiento, del espíritu humano y del bien común de la nación. Lamentablemente, estos conceptos han sido entronizados por los economistas que hace más de 40 años impusieron el neoliberalismo en nuestra sociedad.

Es urgente atender, de una vez por todas, el desarrollo integral de nuestros jóvenes y la ampliación de sus capacidades y conocimientos. Las generaciones de hoy y del mañana deben tener presente que primero está el bien común de Chile, antes que el bien personal.

[cita] La educación no es sólo entregar y/o recibir conocimientos; se requiere formar personas íntegras para que actúen como ciudadanas y ciudadanos honorables, virtuosos. Me pregunto si estos temas han sido parte de las discusiones sobre la reforma educacional…[/cita]

La educación no es sólo entregar y/o recibir conocimientos; se requiere formar personas íntegras para que actúen como ciudadanas y ciudadanos honorables, virtuosos. Me pregunto si estos temas han sido parte de las discusiones sobre la reforma educacional. Y, más aún, me pregunto: ¿se cambiará el currículo de la Enseñanza Básica y Enseñanza Media? o ¿se intervendrá fuertemente en la formación de los nuevos profesores? Si no es así, probablemente haya menos lucro, disminuya el copago, haya menos selección, pero no hayamos logrado nada en la formación de nuestros jóvenes y menos, en el intento por mejorar la educación.

El Estado, que tiene como misión regular la vida comunitaria de la nación, no puede restarse a la hora de regular y condicionar la forma en que se deben formar los futuros ciudadanos y ciudadanas de este país. En este contexto, ocuparse de entregar una formación de excelencia académica con valores ciudadanos, además. No basta con que sean cultos o manejen la técnica o el conocimiento disciplinar a la perfección, deben ser mujeres y hombres de bien, solidarios, morales. Si esto hubiese sido así, en los últimos decenios, no existirían las máximas que nos han llevado a conocer casos deleznables, entre ellas: “Todo vale para ser primero”, “todo vale para ganar al otro”, “toda especulación es válida”, “si al otro le va mal, a mí me va bien”, “si engaño al sistema, tengo más”. Y así suma y sigue; ¿dónde quedó, entonces, el bien común?

El Estado, además, debe centrar sus esfuerzos en la calidad, es decir, en regular cómo deben hacerse las cosas. Ello conlleva establecer un marco regulatorio y normas o estándares de exigencia. Nada sacaremos siendo permisivos; por ejemplo, no se pueden evaluar proyectos educativos en sí mismos, ya que deben cumplir estándares definidos. De cumplirse con los estándares –sin triquiñuelas, claro– sabríamos diferenciar una universidad de otra o conocer si solo tiene el nombre de tal.

En esta lógica de prioridades, se debe iniciar la revisión de todas las instituciones especialmente en educación superior, de sus plantas académicas y de cómo se están utilizando los recursos públicos, en el caso de las estatales, y cuáles son las que lucran, en el caso de las privadas. Igualmente, hay que someter a examen los procedimientos de gestión y administrativos en las plantas profesionales y funcionarias, en general.

Todo lo anterior, en la lógica de la esperanza de un Chile mejor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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