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Lecciones de un solsticio de invierno

Víctor González Kowal
Por : Víctor González Kowal Periodista. Estudiante de acupuntura.
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«Las paradojas nos permiten encontrar más sentidos a lo que un solo punto de vista nos puede ofrecer, estamos en condición de aprovechar oportunidades, incluso si sentimentalmente nos hallamos en la idea de estar a un paso del cajón».


El ser como el maíz se desgranaba en el incansable
granero de los hechos perdidos, de los acontecimientos
miserables, del uno al siete, al ocho,
y no una muerte, sino muchas muertes llegaba a cada uno:
cada día una muerte pequeña, polvo, gusano, lámpara
que se apaga en el lodo del suburbio, una pequeña muerte de alas gruesas
entraba en cada hombre como una corta lanza
y era el hombre asediado del pan o del cuchillo,
el ganadero: el hijo de los puertos, o el capitán oscuro del arado,
o el roedor de las calles espesas:

todos desfallecieron esperando su muerte, su corta muerte diaria:
y su quebranto aciago de cada día era
como una copa negra que bebían temblando.

Capítulo III, la Poderosa Muerte, Alturas de Machu Pichu Pablo Neruda

Qué lección podemos encontrar en el dolor, en la amputación de un miembro, en la pérdida de algún familiar querido. Dónde está el sentido de toda la existencia cuando surgen este tipo de «accidentes». ¿Por qué la contrariedad, muchas veces ataca en el mejor momento?. Si bien es cierto estas interrogantes y reflexiones son un cuento de nunca acabar en el terreno de abordar el sufrimiento humano ante una situación adversa que involucra la enfermedad o el término de la vida en forma abrupta, constituye un viaje sin retorno que sustrae de su experiencia vital a todo individuo sin importar su condición social, religiosa, política o económica, para conducirlo al cumplimiento de su ciclo por obsolescencia programada.

Puzzle sin resolver

La poderosa muerte es una compañera leal, nos sigue cual sombra a todos los lugares donde vayamos. Duerme con nosotros, con nuestros hijos, con nuestros padres, a besado a nuestros ancestros sabiéndose dueña de ellos, de su tiempo y sus acciones; mientras la medicina en todas sus áreas, con todo su ímpetu tecnológico y sus profesionales altamente calificados sigue desentrañando el crucigrama al día de hoy, sin resolver producto que la solución aparentemente nadie la tiene o el crucigramista se la ha reservado para si mismo.

Nadie dentro de su ámbito de acción puede proveer una respuesta fidedigna al llanto de una madre que ha perdido un hijo en forma imprevista. Desde el punto de vista espiritual el consuelo puede tener cierta llegada a un corazón sufriente, lo más probable es que a la luz de los avances y experiencias registradas y aplicada por parte de las ciencias psicológicas, haya profesionales capacitados para abordar situaciones críticas de duelo, pero como el crimen no paga, el dolor no compensa.

Somos parte de la naturaleza

Abordando la muerte como el misterio que todo ser humano tarde o temprano deberá experimentar, independiente de los mitos y leyendas que fecundan la idea de la vida ultraterrena, sabemos que somos parte de la naturaleza y obedecemos a un ciclo que nos lleva por un marcado derrotero, podemos aletargarlo, por supuesto, la ciencia, la nutrición, la farmacología han hecho milagros con todos sus adelantos; pero la puerta para que uno se presente a tocar el timbre a lo desconocido es inminente que se abra una vez que nuestros mortales restos sean visible despojo o cenizas al viento o comida para gusanos, o en el mejor de los casos, órgano vital funcionando en otro ser humano.

La poderosa muerte que nos da un recreo al dejarnos vivir alejado de la enfermedad la mayor cantidad de tiempo posible, termina siendo un verdadero petróleo aguardando en un submundo psíquico pronto a ser descubierto, si hay voluntad de encontrarlo, y así ser alimento a nuevas maquinas, nuevas actitudes, revalorizadas intenciones de Ser. Por lo mismo observar cada vez que cerramos los ojos, morimos, cada vez que los abrimos estamos viviendo. A medida que vivimos, morimos. Un día más de vida, es un día menos que tenemos de vida. Sólo nos queda ser felices, dar amor, disfrutar el trabajo que realizamos, mantener un libro abierto para leer el día a día con una actitud lejos de somníferos y televisión, puede ser pauta para sortear dificultades físicas, dolores, desapariciones.

Retorno al seno materno

Volvamos a la naturaleza, a nuestro alrededor todo se mantiene a lenta velocidad, las temperaturas están bajas, los árboles secos, la savia guarda escondida. La mayoría de las casas se mantienen calefaccionadas, poca gente deambula por las calles. Todo luce en conserva y aguardando mayor auspicio energético para manifestarse, algo así como un feto aguardando en el vientre materno el momento exacto. La luz de día es instantánea, prontamente llegan la sombra de la noche. El sol en cierto momento quedará detenido y lejos de nuestro hemisferio. La noche más larga y el día más corto se hará concreta vivencia en nuestra piel, tendremos frío como todo proceso normal de decadencia. Sin embargo, volverá. Las paradojas nos permiten encontrar más sentidos a lo que un solo punto de vista nos puede ofrecer, estamos en condición de aprovechar oportunidades, incluso si sentimentalmente nos hallamos en la idea de estar a un paso del cajón. Entonces recordamos atávicas moralejas en torno a la resurrección de la carne, (o al entendimiento que nuestra existencia tiene un significado que debemos descubrir y aplicar), y nos damos cuenta que seguimos respirando y alguien nos dice que la enfermedad, la corrupción de la carne, posteriormente la muerte, es un camino, una enseñanza que nos dice algo que debemos aprender, aunque nos cueste la vida.

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