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El verdadero problema no es Vidal


El objeto de estas líneas a propósito del “affaire” Vidal, no es Vidal mismo –el hombre es una estrella del mundo del fútbol, su carrera es brillante y con toda probabilidad se comprará otro Ferrari, cosa que dudosamente podrán hacer los periodistas que sistemáticamente lo atacan, así que no estamos preocupados por él–. Lo que nos ocupa es la imagen que la condena de Vidal produce, vista desde la distancia: la imagen de un país crispado, intolerante y castigador.

Mucha gente y especialmente los periodistas, no le perdonan a este joven deportista sus variados escándalos y situándose en una posición moralmente superior,  piden para él el máximo rigor, ya no de la ley, puesto que esta se le aplicó sin ninguna contemplación –lo cual, por cierto, está muy bien–, sino la condena moral y la separación de la selección.

Piden su crucifixión, el escarnio total. Contrariamente a esto, el entrenador (argentino) no ha caído en estos excesos emocionales, sino que pragmáticamente ha decidido no aplicarle ningún castigo –mal que mal, Vidal es una pieza muy importante en el equipo–. Es decir, no aplicó ningún criterio de carácter moral al tomar su decisión.

La pregunta es ¿por qué tanta gente (y tantos periodistas y opinólogos) le exigen al jugador, no sólo que juegue bien sino que también sea “disciplinado” y moralmente intachable? Creo que todos los jugadores son disciplinados en el campo de juego, pero fuera de él… ¿por qué tendrían que serlo? ¿Tomarse un par de copas lo convierte en un alcohólico? ¿Tomar una decisión estúpida y conducir su bólido medio borracho lo convierte en un monstruo inmoral? A mí no me lo parece. Son incontables las “estrellas” o personas notables que realizan estupideces y escándalos en todo el planeta, pero más aún, son miríadas las personas comunes y corrientes que viven haciendo disparates y cometiendo faltas todavía mucho más graves. Todo eso es humano y universal.

Me recontra carga toda esta moralina mojigata tan propia de los chilenos. Se les endilga gratuitamente a los jugadores y deportistas en general, la categoría de “role models” de la juventud. Sin embargo, ¿alguien ha pensado que si un jugador de fútbol es un “role model” estamos condenando a que millones de jóvenes sean unos frustrados y resentidos como seguramente los son muchos de los periodistas deportivos que acaso eran buenos pa’ la pelota y terminaron en lo que terminaron? Es decir, en modestos y dignos asalariados. Si es que de verdad es necesario un modelo, debería bastar con el modesto papá del muchachito.

[cita]La prensa chilena debe ser la única prensa deportiva en el mundo que ataca a los jugadores de su selección. No se los merecen. Por tanto el verdadero escándalo no es Vidal, sino el racismo y clasismo de los mestizos chilenos. Ese es el verdadero problema y, créanme, es un problema asqueroso. [/cita]

Nada más y nada menos.  Pero hay otro aspecto, verdaderamente repulsivo y también hondamente chileno: es la condena a Vidal. Lo que no se le perdona y por lo que realmente se le quiere castigar es por ser un roto con plata. “Un flaite con plata” es la expresión que se repite una y otra vez, como una fatídica letanía en los foros sociales y los escritos y comentarios de muchos periodistas. Obviamente estos no lo dicen así, lo que hacen es contar la historia de los orígenes humildes del jugador. Y eso, claro, lo explica todo. Allí está el origen del mal. En el patio del colegio de un barrio llamado San Joaquín, cercano a la población “La Legua”. Más claro… echarle agua. Por eso Vidal no está a la altura.

Sin embargo, esta explicación sesgada y mentirosa, descalificadora y asquerosamente clasista, sólo tiene sentido en el estrecho círculo cultural que es la sociedad chilena. A un extranjero habría que explicárselo con peras y manzanas. Entre otras cosas, porque no es cierto ni probable que los actos moralmente buenos sean patrimonio de las clases altas. Nunca leí ni escuché que los periodistas deportivos franceses explicaran el famoso cabezazo de Zenedine Zidane a Materazzi como resultado de su humilde cuna, como sí lo leí en los diarios chilenos. Y aquí es donde entra a jugar el otro componente odioso y estúpido de estos pseudoanálisis sociales; el doble estándar para juzgar a los individuos de acuerdo a su cuna.

Cuando se trata del hijo de un senador de derechas, quien totalmente borracho luego de una fiesta atropella y mata con su coche a un transeúnte, nadie hace estos análisis sociológicos para explicar las causas del crimen. En aquel caso se trató de un “desafortunado accidente” nada más.

La prensa chilena debe ser la única prensa deportiva en el mundo que ataca a los jugadores de su selección. No se los merecen.

Por tanto el verdadero escándalo no es Vidal, sino el racismo y clasismo de los mestizos chilenos. Ese es el verdadero problema y, créanme, es un problema asqueroso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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