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Institucionalidad científica: ‘economía’ otra vez contra la ciencia

Pablo Astudillo Besnier
Por : Pablo Astudillo Besnier Ingeniero en biotecnología molecular de la Universidad de Chile, Doctor en Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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Han pasado ya algunas semanas desde que la comisión asesora en materia de ciencia, convocada por la Presidenta Bachelet, diera a conocer su informe con propuestas para una “ciencia para el desarrollo”. El informe pasó rápidamente al olvido luego de que, por una parte, se anunciara que la comisión no había alcanzado consenso respecto a cuál era el mejor “diseño” para la futura institucionalidad y, por otra, tras los paños fríos que la propia Presidenta Bachelet puso a la idea de una Ministerio para la Ciencia. Todo hacía indicar que el “realismo sin renuncia” cobraba una inesperada víctima (recordemos la frase de “crear un ministerio es una tarea ardua incluso cuando se tienen recursos”) y que la ciencia tendría que seguir esperando, pese a que lleva al menos 15 años de espera, desde “ChileCiencia2000”.

El “disenso”, por supuesto, hay que tomarlo con el debido peso. Una de las dos propuestas aborda el problema de la institucionalidad científica principalmente desde la perspectiva del crecimiento económico y, en esencia, no cambia mucho de la institucionalidad ya existente, manteniendo un liderazgo del Ministerio de Economía en la conducción de la política científica, la que a su vez permanece enclaustrada dentro de una “macro” política de innovación para el crecimiento.

No en vano la propuesta fue apoyada por los miembros de la comisión ligados al Minecon, mientras que la propuesta que crea un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación que asuma un liderazgo y misión en lo relativo al desarrollo científico (propuesta que además reduce el ámbito de acción del Minecon en la materia), fue apoyada por varios de los miembros de la comisión que tienen una responsabilidad mayor en temas de desarrollo y fomento a la investigación.

Sin embargo, los últimos días han estado marcados por el debate generado por el anuncio de la Presidenta Bachelet de traspasar la Iniciativa Científica Milenio (ICM) a Conicyt. En principio, el anuncio debiera considerarse positivo, toda vez que las conclusiones transversales de los múltiples ejercicios de análisis de la realidad de la ciencia chilena apuntan a la excesiva “fragmentación” como uno de los principales problemas del sistema científico del país.

Más aún, la principal crítica surgida tras el anuncio, liderada por los propios científicos, no ha sido al traslado en sí, sino al hecho de que la propuesta de la comisión de traspasar la ICM a Conicyt había sido hecha en el marco de la creación de un Ministerio de Ciencia y de una nueva política para la ciencia, y no como una medida aislada. Así quedó claro en un extenso reportaje de La Tercera y un par de cartas enviadas a El Mercurio.

[cita] Con todo, es evidente que aún persiste una obsesión, principalmente en sectores ligados al mundo económico, por reducir la investigación científica a su dimensión estrictamente económica y de fomento de la innovación y el crecimiento, olvidando que la ciencia “no se agota en la innovación”. [/cita]

No obstante, la controversia ha hecho un “flaco favor” a la creación del Ministerio de Ciencia, pues ha dado espacio para representantes del mundo productivo, para reiterar sus dudas sobre la creación de tal ministerio. A solo unos días de entregado el informe, un reportaje daba a conocer algunas de estas críticas. Se reiteraba la idea de una falta de representación del sector privado, pese a que comisiones anteriores pecaron de una excesiva falta de representatividad del mundo científico (cosa que no pareció molestar en su oportunidad a los medios y menos al sector privado). Y pese a que algunos de los entrevistados criticaron la entrega de dos propuestas en el informe, no explican cuál de las dos era de su preferencia.

También se calificó la propuesta como carente de fuerza y convicción, por el supuesto disenso en lo relativo a la institucionalidad. Incluso el ex subsecretario de Economía, Tomás Flores, criticó en una carta a El Mercurio el traspaso de la ICM a Conicyt, pero reflotando la idea de un Ministerio de Economía enfocado en labores relativas a la innovación (refiriéndose a un Minecon “concentrado en la innovación y el emprendimiento”, sin mencionar siquiera la eventual creación de un Ministerio de Ciencia). Por supuesto, esta idea no es nueva. En efecto, cuando se concretó el traspaso de la ICM al Ministerio de Economía el 2010, una nota de El Mostrador mencionaba que el entonces ministro de Economía afirmaba que el traspaso “se inserta dentro de la línea que, como ministerio de la innovación y el emprendimiento, queremos potenciar”.

Las diferencias de opinión surgen también por una confusión respecto a la misión de la ICM, la cual es definida en el sitio web del propio organismo como “el fomento al desarrollo de investigación científica y tecnológica de excelencia en Chile, factor clave del desarrollo económico y social sostenible”. Al igual que el debate del “realismo sin renuncia” (donde hay quienes advierten que hay olvido o del “realismo” o del “sin renuncia”), acá hay quienes olvidan que la misión de la ICM busca, en última instancia, fortalecer el desarrollo económico y social, así como también olvidan que la ICM tiene por objetivo el fomento del desarrollo de la investigación científica, además de la tecnológica.

Con todo, es evidente que aún persiste una obsesión, principalmente en sectores ligados al mundo económico, por reducir la investigación científica a su dimensión estrictamente económica y de fomento de la innovación y el crecimiento, olvidando que la ciencia “no se agota en la innovación” (como advirtiera hace ya una década la Academia de Ciencias, en su libro del año 2005). Esta obsesión no solo hace daño a la ciencia y a la percepción y expectativas que la ciudadanía tiene de esta, sino que entrampa la adopción de decisiones tendientes a mejorar la alicaída situación de la institucionalidad científica en Chile (como crear el anhelado Ministerio de Ciencia, el cual hoy cuenta con amplio y evidente respaldo).

Pero en medio de la discusión generada por el anuncio del traspaso de la ICM a Conicyt, quienes sacan cuentas alegres son precisamente quienes defienden -intencionalmente o no- la idea de una ciencia única o principalmente enfocada en la productividad, y que desean ver al Ministerio de Economía como el líder y responsable de la conducción de una incompleta -como mínimo- política de desarrollo científico. Y es que después de todo, y a solo semanas de la entrega del informe de la comisión asesora, se ha logrado lo impensable: que el Ministerio de Ciencia parezca tan lejano como antes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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