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¿Por qué Bitar no debiese liderar las ideas de reforma en la Educación Superior?

Iván Salinas
Por : Iván Salinas Ph.D. Enseñanza y Educación de Profesores. Investigador en Educación en Ciencias. Fundación Nodo XXI.
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Le invito a leer e imaginar esta cifra: Un billón quinientos nueve mil quinientos veintiocho millones ochocientos sesenta y siete mil pesos. El año 2005 fue la primera vez en la historia que los estudiantes del CONFECH se movilizaron junto con los estudiantes de educación privada no tradicional. Lo hicieron contra la fórmula que usó Sergio Bitar para expandir el negocio de la educación superior en Chile: disminuir el riesgo de los bancos para que le prestaran plata a los pobres por estudiar, y de paso hacer explotar la matrícula en las universidades privadas con fines de lucro. Lo llamaron el Crédito con Aval del Estado (CAE).

En ese entonces, el presidente Ricardo Lagos afirmó que no entendía por qué los estudiantes se movilizaban. Bitar, su ministro de educación, le decía al país que le parecía sorprendente que los estudiantes “nos molestáramos” porque otros estudiantes podrían estudiar. Por mientras, Eyzaguirre firmaba la ley con que el Estado decidía desembolsar millones y millones en erario público para dirigirlos hacia las arcas de los especuladores del “Capital Humano” criollo.

Leamos nuevamente esta cifra: un billón quinientos nueve mil quinientos veintiocho millones ochocientos sesenta y siete mil pesos. $1.509.528.867.000. Esa cifra es la cantidad de dinero que el Estado ha desembolsado para comprarle a siete bancos las deudas titularizadas del CAE entre 2006 y 2014. Esa cifra corresponde a casi siete veces y media el presupuesto 2014 por aporte fiscal directo a instituciones de educación superior públicas. Es decir, el CAE pudo haber casi duplicado el aporte estatal a sus universidades por concepto de aporte fiscal directo. Sin embargo, esos dineros fueron a dar a las arcas bancarias.

[cita] ¿Por qué la Ministra Delpiano le deja a Bitar la tarea de proponer la reforma en la educación superior? ¿No debiese ser que Bitar respondiera por el sistema de deuda y desperdicio de recursos públicos que fueron a parar a la banca? ¿Podrá Bitar enfrentar la demanda por el derecho a la educación con su historial de benefactor político a la banca privada? [/cita]

En 2005, Bitar aseguraba que el CAE era la solución a los miles de estudiantes que estudiaban en universidades e instituciones fuera del Consejo de Rectores, que quedaban a merced de las usureras tasas de crédito bancario para financiar sus estudios superiores. Pero el Estado, en vez de otorgar seguridad pública al derecho a educarse, le otorgó seguridad pública al negocio de la educación. Desde entonces, se han otorgado más de 750 mil créditos, y aún tenemos por saber cuántos de éstos serán un futuro de deuda eterna, a costa de “la oportunidad” que les dio Bitar. Sergio Bitar fue convocado a un “Consejo Consultivo” por la ministra de educación para la reforma a la educación superior.

¿Por qué la Ministra Delpiano le deja a Bitar la tarea de proponer la reforma en la educación superior? ¿No debiese ser que Bitar respondiera por el sistema de deuda y desperdicio de recursos públicos que fueron a parar a la banca? ¿Podrá Bitar enfrentar la demanda por el derecho a la educación con su historial de benefactor político a la banca privada?

Lo del CAE fue una irresponsabilidad con todos los chilenos, con el erario público y con sus universidades públicas. No puede ser que un gobierno premie a alguien que decidió que el Estado debía traspasar tal cantidad de dinero público al lucro y especulación financiera con la educación. Menos aún que sea el mismo gobierno que ha dicho defender reformas para evitar lo que el mismo Bitar y su reforma ha provocado. Leamos esta cifra otra vez: un billón quinientos nueve mil quinientos veintiocho millones ochocientos sesenta y siete mil pesos. Recordemos que eso nos ha costado la tozudez y estrechez política de Bitar.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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