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Barrio rojo en la ciudad


De un tiempo a esta parte, es frecuente ver en programas y noticiarios, alertas por el incremento de le prostitución callejera e incivilidades asociadas al comercio sexual en la vía pública. Prostitución proviene del término latino, prostituere, que significa literalmente «exhibir para la venta». En la Edad Media (s.XII) se disimulaban los prostíbulos como si se tratara de tabernas, colgando en su puerta un ramo. Por esa razón, las que allí trabajaban empezaron a llamarlas «rameras», una palabra que les sonaba más púdica que «prostituta». Hoy el tema en Chile al menos, sigue siendo ejercido de manera camuflada y subrepticia. Cafés con piernas, que tienen más piernas que café y otros tantas formas, que utilizando términos anglosajones como las escorts, night clubs y casas de masajes con happy ending, disfrazan la práctica del comercio sexual, y por ello logran en la mayoría de los casos una convivencia más bien armónica con su entorno inmediato.

[cita] En la comuna de Santiago, muy por el contrario, la prostitución callejera se ha desbordado ante una conducta ambivalente de sus autoridades municipales, escasez de policías y un exceso de demanda que ve que llegada la tarde, la calle se transforma en tierra de nadie, o al menos de pocos.[/cita]

Cuando por el contrario el ejercicio del comercio sexual se ejerce en la vía pública, genera incivilidades y produce externalidades negativas que ya escapan de la esfera privada de “vendedor y comprador”. Generándose irremediablemente la degradación de todo un barrio. Es más, el comercio sexual callejero no viene sólo, generalmente trae aparejado tráfico de drogas, consumo de alcohol en la calle y conductas que claramente son un vejamen para los que habitan en el sector. Y aquello si no es enfrentado a tiempo, será muy difícil, luego de revertir. Querámoslo o no la fisonomía del entorno comienza a adaptarse a sus nuevos “parroquianos”, ganando ellos la calle, y desalojando a quienes únicamente quieren poder vivir seguros y en paz.

La premisa que el uso del espacio público determina la ciudad, debe guiar el actuar de las autoridades municipales y en ese sentido una proliferación desmedida de la prostitución callejera –como viene ocurriendo en el centro de la capital- tiene que ser enfrentada con decisión, empoderamiento y también como no, con algo de astucia y chispeza. De lo contrario los vecinos afectados verán indefectiblemente sucumbir sus barrios ante la mirada indolente de aquellos a quienes le confiaron los destinos de su comuna. No por nada, por ejemplo. el Índice de Calidad de Vida Urbana 2015 elaborado por la UC y la Cámara de la Construcción deja en evidencia el desplome de la calidad de vida de los habitantes de la comuna capital.

Las Condes y su Alcalde, diligentemente en 2007 dictaron una ordenanza exitosa por donde se le mire. A sabiendas que la prostitución no es delito per se, la abordan desde un punto de vista sanitario y contemplaron una multa al “consumidor”; es decir al individuo que decide contratar los servicios sexuales en la vía publica y desarrollar la actividad in situ. Resultado de aquello, sin requerir de grandes recursos económicos ni inversiones millonarias, erradicaron en pocas semanas todo vestigio de incivilidad derivados de la prostitución que era ejercida a metros del Municipio, en pleno barrio El Golf.

En la comuna de Santiago, muy por el contrario, la prostitución callejera se ha desbordado ante una conducta ambivalente de sus autoridades municipales, escasez de policías y un exceso de demanda que ve que llegada la tarde, la calle se transforma en tierra de nadie, o al menos de pocos. La calle San Antonio a metros del Consistorial y de la Primera Comisaria es un ejemplo palpable de aquello. Algo parecido ocurre en el barrio Madrid, en 10 de Julio y en la calle Cuevas. Lo anterior me llevo –como concejal y haciéndome eco de la desesperación de vecinos- a proponer en Concejo, que se homologara la ordenanza de la comuna de Las Condes en la comuna capital. Lamentablemente hasta ahora mi propuesta no ha sido acogida. Pareciere que no va en la línea de la “Seguridad Vecinal e Información” que impulsa la actual Administración Municipal.

No obstante cualquier esfuerzo que pudiéramos realizar, seria presuntuoso pensar que lograría erradicar la prostitución de las calles en forma permanente. A lo más lograríamos que se cambie de sector, barrio o comuna, generando que ya no sean los vecinos del Forestal o de Cuevas los afectados si no los de otra localidad con menos resonancia. Por tanto, bien valdría dada la madurez de nuestra sociedad, analizar la posibilidad de instalar en forma seria y meditada un Barrio Rojo en la Región, donde en forma ordenada y regulada puedan establecerse quienes ejercen el comercio sexual y quienes lo consumen. Nos gusté o no, se le conoce también a este oficio, como la profesión más antigua del mundo y según parece y a juzgar por su creciente proliferación, sigue teniendo bastante campo laboral.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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