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La elite chilena: ¿impenetrable e incombustible? Opinión

La elite chilena: ¿impenetrable e incombustible?

Rafael Urriola U.
Por : Rafael Urriola U. Director Área Social Chile 21
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Ya hay otros factores que juegan y que ciertos empresarios han comprendido con nitidez. Mientras, entre ellos, algunos jugaron todas las cartas a la UDI (Penta); otros (Soquimich, Corpesca), diversificaron las cartas porque al final un voto parlamentario vale igual, cualquiera sea. Es parte de la uniformidad de la elite chilena. Todos tienen accesos similares.


La cuestionada elite chilena se ha visto en el banquillo con demasiada frecuencia en los últimos meses o años. Empresarios y políticos, así como directivos del aparato privado y público, incluyendo la cúpula militar, que aún no explica acerca de los millones que terminaron en fiestas, bolsillos y casinos.

La caída del Muro de Berlín redujo las desconfianzas ideológicas entre las elites, como dijera el economista Fukuyama que, arrogantemente, señaló el fin de la historia o la unidimensionalidad irrevocable del desarrollo en el futuro, lo cual no puede estar más descartado en la actualidad. La globalización terminó por hacer pensar, a no pocos, que ningún cambio es posible a riesgo de ser atrapado por las fuerzas del mercado que, en realidad, son las fuerzas del puñado de empresas que controlan el 30% del PIB mundial y que se reúne anualmente en Davos para asegurarse de la unidad superior de los grandes.

Las elites se empezaron a uniformar con una asombrosa rapidez en los últimos años. El viejo intercambio en el gobierno entre demócratas y republicanos en Estados Unidos se expandió a Europa, oscilando entre liberales y socialdemócratas que cada vez se diferenciaban menos. “Al lado de un ‘pueblo’ que vive en el presente, las elites viven fuera del tiempo. No conocen el desempleo y no sufren, ni siquiera temporariamente, el fenómeno específico de desaparición social que acarrea”, dice J. P. Fitoussi, economista francés que con los Nobel A. Sen y J. Stiglitz conformaron la comisión para analizar el descontento de los franceses, cuyo informe se conoció en 2009. “La sociedad se mueve y se retuerce pero las elites siguen siendo el punto fijo… en cierta literatura y para una parte de la opinión pública francesa, la elite se convierte en una útil contrapartida de los inmigrantes, chivos expiatorios, opuestos y complementarios, de los males que sufre la sociedad”, indica Fitoussi en su libro La nueva era de las desigualdades.

[cita tipo= «destaque»]Las elites se empezaron a uniformar con una asombrosa rapidez en los últimos años. El viejo intercambio en el gobierno entre demócratas y republicanos en Estados Unidos se expandió a Europa, oscilando entre liberales y socialdemócratas que cada vez se diferenciaban menos. “Al lado de un ‘pueblo’ que vive en el presente, las elites viven fuera del tiempo. No conocen el desempleo y no sufren, ni siquiera temporariamente, el fenómeno específico de desaparición social que acarrea”.[/cita]

Chile no fue ajeno a lo anterior. Con la caída de la dictadura militar se recuperó todo el poder cívico que la sostenía y animaba. El empresariado que gozó de las ventajas de la dictadura se recicló rápidamente detrás de su brazo político, la Alianza, pero esencialmente la UDI. Fueron ellos los que impusieron la idea de “en la medida de lo posible” cuando Pinochet aún era una amenaza real a la frágil democracia chilena. Los negociadores de la Concertación empezaron a sentirse “hombres de Estado”, calificativo que otorgaban –editoriales mediante– los diarios emblemáticos del poder económico chileno.

Tal “honor” empezó a encandilar a no pocos de los aspirantes y, en particular, a los que jamás fueron ideológicamente tan distantes del capitalismo neoliberal. Así, se produjo un formidable proceso de convergencia. Senadores y diputados en la actualidad pueden votar como quieran y eso está bien. Pero ya los intereses y adscripciones ideológicas partidarios parecen no tener importancia. Ya hay otros factores que juegan y que ciertos empresarios han comprendido con nitidez. Mientras, entre ellos, algunos jugaron todas las cartas a la UDI (Penta); otros (Soquimich, Corpesca), diversificaron las cartas porque al final un voto parlamentario vale igual, cualquiera sea. Es parte de la uniformidad de la elite chilena. Todos tienen accesos similares.

Con frecuencia se pregunta o exige precisar acerca de la elite. Sin ánimo académico, bastaría con hacer las siguientes preguntas a las personas:

¿Ha estado alguno de sus familiares cercanos desempleado por más de dos meses? ¿Ha dejado de hacer algo importante en su vida adulta por falta de dinero? ¿En sus reuniones sociales privadas en el año se encuentra al menos 10 veces con altos directivos del sector privado o público? ¿Sus hijos están en el colegio que usted quiere? ¿Se tutea con altos directivos de partidos políticos de gobierno y de la oposición? ¿Su patrimonio bordea o supera el millón de dólares? ¿En el banco no solo lo conocen sino está en las categorías preferenciales?

Como puede suponerse, si usted contestó no a las dos primeras preguntas y sí a las cinco siguientes, usted es de la elite. Esto, que parece muy simple, no lo cumple ni el 0,1% de los chilenos. Esta es la elite.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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