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La codicia es el mandato

Alicia Gariazzo
Por : Alicia Gariazzo Directora de Conadecus
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En estos momentos de crisis de las instituciones, en que los empresarios piden perdón por coludirse, miembros del Ejército roban plata de su presupuesto, la Iglesia defiende a los pedófilos, se hace fraude en el fútbol y los partidos políticos se pelean por cupos y aportes de las empresas privatizadas en dictadura, los electores tendremos una difícil tarea para decidir nuestros votos. Más aún cuando los partidos se dividen, subdividen y alían sin que entendamos las razones profundas que los inspiran; mucho menos el modelo de sociedad que buscan crear. La única alternativa que nos queda es estudiar los programas de las candidaturas, hacer memoria sobre las prácticas previas de los implicados y tratar de descubrir los intereses que efectivamente representan, sean los candidatos militantes de Evópoli, el Partido Socialista o Ciudadanos.

Está muy claro que en Chile la mayor parte de nuestros gobernantes después de 1973, en distintos grados, han defendido a las grandes corporaciones y que esto no ha sido útil a la gran mayoría de los chilenos pese a las promesas de “chorreo”. Solo se ha logrado que estas sean dueñas de Chile y que nos destaquemos, no solo por tener a un ex Presidente de la República como Sebastián Piñera, en el lugar 737 de los más ricos del mundo con 2,5 billones de dólares de fortuna, sino también a siete u ocho familias, en un país monoproductor de 16 millones de habitantes.

Y no solo en Chile son dueñas de todo. En los últimos 150 años, desde una relativa oscuridad, la gran corporación ha llegado a convertirse en la institución económica dominante en el mundo. Hoy gobierna nuestras vidas. Determina lo que comemos, lo que miramos en la TV, lo que vestimos, donde trabajamos y qué hacemos. Estamos inevitablemente rodeados por su cultura, iconografía e ideología. Como la Iglesia y la Monarquía en otros tiempos, se glorifican a sí mismas al imponer sus planteamientos que asumen infalibles y omnipotentes. Crecientemente dictan las decisiones de sus supuestos fiscalizadores en el Gobierno y controlan a la sociedad aún en áreas que normalmente correspondieron a la esfera pública.

Es por esto que, a mi juicio, no es un buen programa de Gobierno el que representa a las grandes Corporaciones, no porque sean malas o buenas, sino porque no sirven a las mayorías y porque, por mandato, no pueden interesarse en la ciudadanía, los más pobres, ni los más vulnerables, aunque den algunos aportes a la Teletón, que luego se les descuentan de impuestos. Y esto lo aclara, enfáticamente, su principal partidario, el “Chicago Boy”, Milton Friedman.

[cita tipo=»destaque»]Es tarea del Gobierno y de la sociedad civil defendernos de las Corporaciones, exigiéndoles que cumplan la ley y sin esperar nada de ellas. Que no cumplan solo sus leyes sino las del país. Lo grave es cuando un Gobierno no exige el cumplimiento de la ley que nos protege, cuando no legisla defendiendo los intereses de toda la sociedad, y especialmente de los más débiles[/cita]

Según el ideólogo del modelo que actualmente rige en Chile, Milton Friedman, las sociedades anónimas o corporaciones solo deben preocuparse por sus accionistas. “Sus intereses son los intereses de sus accionistas. Ahora, ¿debería (la sociedad anónima) gastar dinero de los accionistas en propósitos llamados de responsabilidad social? Mi respuesta es NO”. Agrega Friedman que sus declaraciones socialmente responsables, solo son un engaño de las campañas publicitarias, ya que las sociedades anónimas están creadas con una legalidad que define lo que sus Directores y Administradores pueden y deben hacer. Y les está prohibido por ley ser socialmente responsables. En otras palabras, la Responsabilidad Social Empresarial es ilegal y solo les produciría esquizofrenia si la aplicaran seriamente.

Los ejecutivos de las grandes empresas, o sus dueños, deben cumplir la ley y no tienen ninguna obligación de contribuir a la solución de los problemas de la sociedad, no deben producir las medicinas que los enfermos más necesiten, ni tienen que venderlas más baratas, no deben tratar de terminar con la desigualdad, ni eliminar el desempleo. Los empresarios solo deben vincularse a todas las áreas que proporcionen mayores utilidades a la empresa. Esa es la primera ley que aprenden los economistas cuando comienzan sus carreras.

Ello no significa que los ejecutivos o los accionistas sean gente mala, pero business is business y guiarse por su legalidad es una obligación.

Estas ideas se encuentran en el libro The Corporation, de Joel Balkan, quien cita palabras de Anita Roddick, dueña de The Body Shop, quien trató de establecer un negocio diferente. Roddick afirma que la lógica de la Sociedad Anónima lleva a personas decentes a hacer cosas indecentes. Debido a que tiene que maximizar la utilidad, todo es legítimo para obtener dicho objetivo. Usar trabajo infantil, trabajo esclavo (el de los sweatshops), despedir trabajadores en forma masiva, coludirse, corromper o destruir el ambiente. Obligar a la gran empresa a cambiar sus leyes, significaría destruir la esencia de su funcionamiento.

Por lo tanto, es tarea del Gobierno y de la sociedad civil defendernos de las Corporaciones, exigiéndoles que cumplan la ley y sin esperar nada de ellas. Que no cumplan solo sus leyes sino las del país. Lo grave es cuando un Gobierno no exige el cumplimiento de la ley que nos protege, cuando no legisla defendiendo los intereses de toda la sociedad, y especialmente de los más débiles, o cuando los gobernantes son comprados por las corporaciones. Cuando no fiscalizamos su evasión y elusión de impuestos, la contaminación del medio ambiente, el trabajo precario, la dominación monopólica de los grandes almacenes contra los proveedores y las tasas de interés usurero que cobran a los más pobres con sus tarjetas.

Los candidatos que tienen acciones en las grandes corporaciones deberían inhabilitarse de serlo, porque ya hemos visto que ni un fideicomiso ciego es útil y nosotros no debemos ser tan estúpidos como para elegir a los representantes de las instituciones que tienen como razón de ser, justamente, maximizar sus utilidades a nuestra costa.

Debemos organizarnos para elegir representantes que nos protejan, para que, aunque no logremos impedir la depredación total, a lo menos podamos mantener nuestra dignidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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