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España: ¿qué aprehender?

Felipe Torres
Por : Felipe Torres Investigador Asociado Núcleo de Teoría Social, UDP
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El fin de semana recién pasado se han desarrollado las elecciones legislativas en España en donde ha quedado de manifiesto un nuevo escenario en la política local. Junto con la falta de unidad en torno a dos conglomerados políticos representados por el Partido Popular (PP: derecha) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE: centro-izquierda), han surgido como voces políticas y con representación legislativa Podemos, partido de izquierda y antiausteridad creado a comienzos de 2014; y Ciudadanos, formación liberal de centro que se presentaba por primera vez a unas elecciones generales.

En este escenario lo primero que habría que mencionar es el indudable gran mérito que ha tenido la emergencia de una nueva fuerza política como Podemos, la cual ha heredado y decantado el malestar de los “indignados” de 2011 a través de un proyecto político pragmático e idealista, así como inteligente y con perspectiva de futuro. Algo parecido aunque en menor medida es lo que surge con Ciudadanos.

Observando el resultado de las elecciones, en números el PP obtiene el 28,70 % de los votos, lo que se traduce en 121 escaños en un Congreso de 350, seguido del PSOE, con el 22,04 % y 92 escaños. En el tercer puesto se ubica Podemos con 69 escaños, y Ciudadanos, quedando en cuarta posición con 38 diputados.

Al conocer el resultado el director de campaña de Podemos, Íñigo Errejón, dijo que se había terminado el «turnismo político y el bipartidismo». En concordancia con esta percepción el análisis internacional ha hecho eco de esta primera impresión señalando que se trataría de un quiebre con la distribución dual de poderes en la política española, lo que, en un lenguaje más cercano, podría traducirse como el término simbólico de un sistema binominal. Desde ese punto de vista la pérdida de hegemonía de los 2 partidos principales marcaría un punto de término con la emergencia de 2 nuevas fuerzas políticas. Esto es cierto en la medida que ya no serán solo dos los principales actores, sino 4.

[cita tipo=»destaque»]¿Es realmente la emergencia de este nuevo escenario el fin de un orden dicotómico de fuerzas políticas, o estamos en presencia más bien de un momento de reordenación de proyectos? ¿Hasta qué punto la situación de configuración de conglomerados con nuevos actores será distinta de una distribución binaria?[/cita]

Dicho esto aún no es claro que la distribución del poder político no decante en dos coaliciones que distribuyan el poder entre sí ya no al modo bipartidista, pero en cualquier caso bajo un orden dual.

En otras palabras la pregunta que surge es la siguiente: ¿es realmente la emergencia de este nuevo escenario el fin de un orden dicotómico de fuerzas políticas, o estamos en presencia más bien de un momento de reordenación de proyectos? ¿Hasta qué punto la situación de configuración de conglomerados con nuevos actores será distinta de una distribución binaria? La pregunta respecto a cómo se reconfigurará este escenario no es ociosa considerando que cada una de las fuerzas políticas esperablemente tenderá a buscar aliados. Es del todo probable que el PP busque alianza con Ciudadanos y en menor medida con sectores del PSOE, mientras que estos últimos seguramente dirigirán sus esfuerzos a un pacto con Podemos y ciertos sectores de Ciudadanos. Sea como sea, el caso es que muy difícilmente la situación se mantendrá como está, es decir, sin un conglomerado con una fuerza propia suficiente para adjudicarse mayoría, así como 4 vertientes que sin alianzas entre sí no podrán competir con sus adversarios. En ese contexto es posible, al igual que el director de campaña de Podemos, celebrar el gran mérito de haberse inmiscuido como alternativa política al interior del sistema español, al tiempo que, no obstante, resulta demasiado optimista suponer el término del bipartidismo. Para esto se requeriría al menos que los dos grandes conglomerados políticos tradicionales tuviesen números mucho más bajos en la representación parlamentaria (cosa que no ocurre) o que los nuevos actores formen más de dos coaliciones de poder entre sí, lo cual es improbable.

¿Qué se puede extraer u homologar de esta situación para el caso chileno? En proporciones infinitamente menores, pero que presentaban igualmente un refresco y alternativa a la distribución del poder político, los resultados de la última elección parlamentaria mostraban que nuevos actores se sumaban a la distribución de escaños sin representar, eso sí, fuerzas políticas en bloque. Este es el caso del Partido Liberal, Izquierda Autónoma o Revolución Democrática. Si bien -¿quién podría negarlo?- representaron una apertura al modelo tradicional, por otro lado no es posible decir que el sistema binominal se haya quebrado o debilitado hasta la inexistencia. Más bien las fuerzas se han reorganizado en pos de la reproducción de un sistema que se opone a la entrada y representación expedita de nuevos actores. Son de conocimiento público las permanentes trabas que el sistema político pone a la entrada y participación de nuevos, o simplemente otros, referentes políticos. Esto último se puede ver potenciado y/o corroborado con la eminente aprobación de la ley de partidos políticos en el parlamento y cuyo análisis pone en evidencia que se apunta nuevamente a que los lotes continúen controlando el ingreso de militantes, así como las cuotas de poder en los Consejos Generales. Aun cuando existirá mayor transparencia y mayores exigencias procedimentales, esto no afectará necesariamente la forma en que proceden las lógicas en los partidos, considerando que además las sanciones son débiles. (Para más detalle ver artículo titulado Nueva ley de partidos: el triunfo de la máquina publicado en este medio).

 Volviendo al caso español y aun siendo prematuro para considerar análisis definitivos, es claro que aún se está por ver si se ha roto la dualidad de fuerzas políticas que tanto se ha repetido, así como la opción real de ésta a futuro. Por otro lado, es innegable el mérito que supone que organizaciones de la sociedad civil se presenten de este modo y con estos resultados en la arena pública. Si bien no es posible aún definir que el bipartidismo está quebrado en su totalidad, es de cualquier modo innegable que el escenario político español no será el mismo, aun cuando se decante en dos nuevos bloques. Desde este punto de vista lo que se ha alcanzado en España a través de Podemos y Ciudadanos es la introducción de nuevos actores, el reordenamiento de fuerzas, pero no necesariamente la ruptura total del bipartidismo que es muy prematuro determinar. Esto es importante para lo que pueda ser un proyecto de similares características en Chile, pues lo primero que el objetivo de una nueva organización de la política requiere es conocer a qué se expone cualquier intento de reformulación cuando un periodo largo de tiempo ha estado dominado por lógicas bipartidarias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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