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¡El año inverosímil! Opinión

¡El año inverosímil!

Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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Qué novelista se habría atrevido con una trama tan descabellada como la de una democracia donde el titiritero mayor, el que mueve los hilos de derecha a izquierda, fuera el yerno de un dictador cruel e implacable, enriquecido al amparo de sus políticas extremas.


Hay imágenes que se quedan para siempre en la memoria. Es lo que ocurre cuando pienso en este 2015, con un cartel cuidadosamente escrito por una pobladora para alentar a Michelle Bachelet en los momentos más duros de comienzos de año: “No se preocupe, Presidenta, ¡todas tenemos un hijo pastel!”. Qué maravilla de síntesis, tanto para la situación política como para la angustia materna.

Y, para que el año fuera redondito, el “pastel” lo hizo de nuevo. Ni el novelista más creativo hubiera imaginado una Navidad con esa perla que nos regaló Sebastián Dávalos ante la Fiscalía, clamando complot en el Palacio de Gobierno.

La clave de la buena ficción está en su verosimilitud, si los personajes y sus acciones no resultan creíbles, la historia no funciona. Por eso, el año que termina hace una pésima novela, pero será inolvidable en su despiadado realismo.

El 2015 culmina retomando la escena inicial, instalando nuevamente al hijo pródigo en el centro de la tragedia política que ha enfrentado Michelle Bachelet durante su segundo mandato presidencial. Ni sus peores adversarios podían imaginar una maniobra más perfecta para concluir un año en que se derrumbaron hasta los dogmas más arraigados.

Michelle Bachelet, la Presidenta que representaba los valores más puros de democracia, igualdad y rectitud, quedó herida para siempre por los negocios impúdicos de su nuera y su hijo. El escándalo del caso Caval –con su “pasada” millonaria y los créditos obtenidos solo por ser quienes son– remeció hasta los cimientos al gobierno y el hogar de la Mandataria. Durante diez meses, los intentos por calmar el padecimiento fueron infructuosos. Más aún, las declaraciones de Sebastián Dávalos ante la Fiscalía –emporcando al ex ministro Peñailillo, La Moneda en su conjunto y, por lo tanto, a la madre Presidenta– dejaron en evidencia que Bachelet seguirá con la herida abierta, sin saber cuánto dolor y cuánta purulencia queda por aflorar.

Pero lo inverosímil no se limitó a Bachelet y su palacio. ¡Qué novelista se habría atrevido con una trama tan descabellada como la de una democracia donde el titiritero mayor, el que mueve los hilos de derecha a izquierda, fuera el yerno de un dictador cruel e implacable, enriquecido al amparo de sus políticas extremas! La realidad, que no se anda con chicas, quiso que así fuera. Desde Jovino Novoa, el intocable coronel de la UDI y guardián de la obra pinochetista, hasta Marco Enríquez-Ominami, el candidato presidencial de los nuevos tiempos e hijo de nuestro revolucionario mayor, fueron muchos los políticos de todo el espectro que quedaron desnudos ante la opinión pública, exponiendo sus miserias al ser descubiertos gozando de las platas de SQM y Penta.

Y si los hechos eran inimaginables, tanto o más insólitas las declaraciones que se oyeron a medida que los escándalos se destapaban. En medio del suculento chorro de millones que pasó de los negocios a la política, se juró y rejuró que nadie se enriqueció personalmente, que simplemente era la fórmula que había para financiar campañas electorales, que los parlamentarios electos con platas de Penta, SQM y otras empresas aún no investigadas, jamás transarían su voto para aprobar leyes que favorecieran a sus mecenas. Todo esto, engañando al fisco con boletas truchas para no pagar impuestos, emitidas por políticos, funcionarios, secretarias y hasta las esposas de los más millonarios. Inverosímil.

[cita tipo= «destaque»]El año finaliza con representantes de la derecha apoyando una próxima candidatura presidencial del ex Presidente socialista Ricardo Lagos. Entre ellos, el defensor más incondicional del pinochetismo, el abogado y periodista, Hermógenes Perez de Arce. Y no fue una broma.[/cita]

Como si la relación viciada entre política y negocios no fuera suficiente, los empresarios en su propia cancha nos deleitaron con la colusión más obscena: la del papel higiénico. No bastó el contubernio de los pollos ni el de las farmacias, ahora nos enteramos que, durante más de una década, nos estafaron sin contemplaciones cada vez que fuimos al baño. ¡Un placer para la creatividad de twiteros y humoristas! Inverosímil.

Pareciera que el pecado y el vicio se infiltró hasta en los rincones más intocables, como la comida de nuestros niños y las platas de la Ley Reservada del Cobre, que aún no se logra modificar. La justicia investiga sobreprecios por más de cinco mil millones de pesos pagados por la Junaeb en la alimentación entregada a las escuelas más pobres. También investiga el robo de más de 10 millones de dólares del Fondo Reservado del Cobre que fueron a parar a los bolsillos de un grupo de militares encabezados por, al menos, un coronel y un cabo. Inverosímil.

Pero lo inconcebible no estuvo solo del lado oscuro de la luna. En el vaso medio lleno también se dieron hechos insospechados. Este 2015 se acabó por fin el sistema electoral binominal, ese que nos dejó instalado Pinochet y del que terminaron enamorándose algunos de sus principales opositores. Bachelet terminó con él.

Hay más. En un Chile que hace 11 años aún no tenía ley de divorcio, que hace menos de dos décadas seguía diferenciando entre hijos legítimos e ilegítimos, este año se promulgó una ley de Unión Civil que permite a personas del mismo sexo concretar legalmente sus relaciones de pareja.

Se estableció una Agenda Probidad que, entre otras materias, busca transparentar y mejorar la calidad de la política. Aunque cuesta creerlo, los intentos por aguarla y darla por olvidada se enfrentaron a una movilización y un control ciudadanos que obligaron a avanzar, a pesar de la defensa corporativa de parlamentarios y dirigentes partidarios por evitar la pérdida de poder y privilegios.

El Servel se convirtió en un organismo autónomo constitucionalmente (todavía queda otorgarle facultades concretas de fiscalización); quienes ejercen funciones públicas deberán realizar declaración de intereses y patrimonios transparente, fiscalizable y sancionable, es decir, sin sociedades con nombres de fantasía imposibles de desentrañar; los cargos de elección popular, como los de parlamentarios, alcaldes o concejales, se perderán ante conductas impropias (estas se especificarán en la ley de Financiamiento de la Política aún en discusión), por nombrar algunos avances. Sin duda es aún insuficiente y queda mucho por hacer para revitalizar y volver a prestigiar la política, pero hace 12 meses lo conseguido hasta ahora era un imposible.

La dramática y polémica glosa presupuestaria para iniciar la gratuidad en la educación superior, con Tribunal Constitucional de por medio, dejó muchas lecciones pero una sorpresa mayúscula: ¡la derecha toda aprueba la gratuidad! Más aún, reclama porque el gobierno discrimina y lo gratis no es suficientemente universal. Más que inverosímil.

El año finaliza con representantes de la derecha apoyando una próxima candidatura presidencial del ex Presidente socialista Ricardo Lagos. Entre ellos, el defensor más incondicional del pinochetismo, el abogado y periodista, Hermógenes Perez de Arce. Y no fue una broma.

Más allá de los escándalos políticos y empresariales, de las dificultades económicas, del desprestigio del Congreso y los partidos, de la baja popularidad de la Presidenta, el país siguió creciendo y Bachelet imponiendo sus reformas de cambio profundo, aunque haya que ir corrigiendo la carga. Para no creerlo.

¡Ah, todavía falta el fútbol! Chile ganó la Copa América y, cuando aún se festejaba la hazaña, el dirigente máximo de los clubes tuvo que devolver millones de dólares en coimas y denunciar a los peces gordos de la FIFA, para tratar de salvar su propio pellejo. Un año completamente inverosímil.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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