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…Y se quedan los peores

«En Chile, donde el concepto de probidad es particularmente acomodaticio, nada de lo anterior obsta a que ‘Sebastián’ encabece las encuestas presidenciales o a que Joaquín Lavín afirme que él debe ser el candidato de la UDI y ‘lo demás es música’. O sea, es ‘música’ la posibilidad de llevar como candidato propio a un tipo decente como José Antonio Kast, con un prontuario decididamente más limpio que el de ‘Sebastián’ y que jamás le ha inferido al partido el daño que le provocó aquél».


En “Estrategia” se publicó lo que ganaban los directores de sociedades anónimas en 2015 y entre los primeros apareció Hernán Büchi con $1.044 millones, es decir, unos $87 millones mensuales. Al decidir radicarse en Suiza, debido al clima de incertidumbre que se vive en Chile, renunció a todo eso.

En estos mismos días se publicó que por trece meses consecutivos viene  cayendo la productividad en el país. Esta mide la aptitud para producir más bienes con unos mismos factores.

Las dos noticias están relacionadas. A Büchi se lo peleaban los controladores de empresas porque es un tipo capaz de leer un balance y formular preguntas de un millón de dólares, es decir, captar dónde se pueden hacer cambios y ganar más sin gastar más, lo que es igual a mejorar la productividad. Fue lo que él hizo con Chile mientras fue Ministro de Hacienda, entre 1985 y 1989, en plena crisis de la deuda, privatizando, poniendo al día la deuda externa, llevando a la economía a crecer sobre diez por ciento y reduciendo el desempleo a la mitad. Lo logró haciendo, como es obvio, aproximadamente todo lo contrario de lo que hoy hace Michelle 2.0, es decir, bajando impuestos, congelando el salario mínimo obligatorio, moderando el gasto fiscal y convirtiendo, mediante el capitalismo popular, monstruos estatales con gigantescas pérdidas en empresas privatizadas que obtenían utilidades y que, en lugar de ordeñar al fisco, le pagaban impuestos.

¿Por qué se van los mejores? Porque acá los persiguen. A Büchi lo empezaron a nombrar porque era director de SQM y esa empresa les pasaba plata a los partidos políticos mediante facturas “ideológicamente falsas”. Después publicaron que tenía una cuenta offshore, según los “Panama Papers”, pero no era verdad y él así lo probó. Sin embargo, ya se había iniciado en su contra “el juicio por los diarios”, que a las personas recatadas y decentes las afecta mucho. Sin ir más lejos, en “El Mostrador” aparece una encuesta para responder la siguiente pregunta: “¿Quién debería ser declarado reo y no obtener ningún beneficio carcelario?”. Las alternativas de respuesta son “Jovino”, que lleva 57,63%; “Sebastián”, 29,29%; “Jorge”, 9,51% y “Hernán”, 3,53%. Pero a tipos como “Sebastián” y “Jorge” eso no les importa nada y ponen cara de palo. En cambio a Büchi, que es todo lo contrario, le importa mucho y seguramente es un factor en su decisión de emigrar. Por personalidad no está dispuesto a que su nombre sea trajinado injustamente por los medios ni menos a ser objeto, como lo fue, de una amenaza de muerte por un izquierdista cualquiera (es decir, de los que cumplen las amenazas de muerte).

Por todo eso se va. ¿Y quiénes se quedan? Los cara de palo, como “Sebastián”, que obtuvo ayuda de SQM y otras empresas para su campaña, apareció con dos empresas offshore en los “Panama Papers” y ciertamente merecería ir aventajando a “Jovino” en la encuesta de “El Mostrador”, porque este último captó fondos para la UDI pero “no se llevó plata para la casa”, como “Sebastián” que, comprobadamente, usó fondos electorales para pagar a ejecutivos de otra empresa suya, es decir, lucró directamente en el proceso.

En Chile, donde el concepto de probidad es particularmente acomodaticio, nada de lo anterior obsta a que “Sebastián” encabece las encuestas presidenciales o a que Joaquín Lavín afirme que él debe ser el candidato de la UDI y “lo demás es música”. O sea, es “música” la posibilidad de llevar como candidato propio a un tipo decente como José Antonio Kast, con un prontuario decididamente más limpio que el de “Sebastián” y que jamás le ha inferido al partido el daño que le provocó aquél.

¡Qué mal presagio para Chile! Se marcha Büchi y se queda “Sebastián”. A veces a mí también me dan ganas de mandarme cambiar de un país así, pero me contengo, porque entonces, ¿quién va a decirles a los chilenos todas las verdades sin dejarse sobornar?

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