Publicidad

Hoy fui a la cárcel

Natalia Cabrera
Por : Natalia Cabrera Estudiante de Derecho PUCV, ayudante de Derecho Penal, integrante del Centro de Estudios Aurora
Ver Más


Hoy fui a la cárcel, ahí conocí a Claudia, una mujer con nueve meses de embarazo, ella lleva dos meses siendo investigada por robo y aún no es formalizada. Desde el módulo de mujeres madres, ella se despide de mí con una sonrisa de oreja a oreja moviendo la mano con alegría, veo su vientre gigante y le deseo suerte.

Conocí a Carla, está por robo. Ella trabajaba como maestra de cocina pero comenzó a perder visión y empezó a robar, ha estado dos veces en la cárcel y ha armado dos familias. Cada vez que ha entrado, su pareja la abandona. La primera vez que salió quedó en la calle.

Me cuenta que ahí ha sacado el 4° medio y hasta dio la PSU, pero también me expresa su disconformidad, porque cuando solicita trabajo nadie la contrata. Está orgullosa de tener dos hijas a punto de titularse. Al despedirse me agradece y nos abrazamos.

Conocí a Norma, ella tiene una masa (visible) en su abdomen hace dos años, hoy al fin fue hospitalizada, me contaba que su tumor la deprimía. Mientras conversábamos me dijo: «¿Señorita en necesario escribir?», se acercó a mí y me susurró: «Es que yo no sé escribir». Ella tiene una cara muy expresiva y una sonrisa radiante. Nos despedimos con un abrazo.

Conocí a Eleonor, vino al encuentro vestida de overol, porque asiste a un taller para conseguir un título de electricista, cree que las cosas se logran con esfuerzo y se piden con respeto. Manifiesta su preocupación por el estigma que sufren sus familias, sus hijos, cuando ellas entran a la cárcel, cuenta que ha sido padre y madre de sus hijos.

Conocí a Lorena, ella me dice que cree que en la cárcel deberían trabajar para ejercitar la mente, no le gusta estar sin hacer nada, dice que le da depresión. Señala que todos deberían salir con un trabajo, porque afuera nadie los contrata.

Conocí a Carolina, ella es la más preocupada por la Constitución, me cuenta que antes estudió Derecho, al igual que yo y que siempre le causó ruido que aún nos vincularan las normas de Pinochet. Ella motivó a varias de sus compañeras a asistir y las convenció de la importancia de cambiar la Constitución.

Conocí a Alejandra, ella se sienta muy derecha y me dice «señorita» con mucho respeto y deferencia, cada vez que hace una intervención.

Cuando compartimos cosas para comer me dijo: «Pero coman ustedes» y al final de la actividad barrió toda la sala sin que nadie se lo pidiera. También nos despedimos con un abrazo.

Conocí también a Flor, tiene alrededor de 75 años y está ahí porque fue encontrada con 17 mil pesos y 20 pitos, está por microtráfico.

Todas las asistentes estaban condenadas por robos, hurtos, tráfico o microtráfico. Varias habían sido abandonadas por sus parejas y habían perdido a sus hijos. Además decían que cuando salían a la calle, nadie las contrataba por tener «los papeles manchados», me decían que se veían presionadas a delinquir para mantener a sus familias.

Ellas mostraban preocupación por el tema que les propusimos: «Una nueva Constitución para Chile”, democrática, de todos, tenían ansias por opinar y fueron, en general, muy respetuosas.

Mencionaron, como valores fundamentales, el respeto, la tolerancia, la integración, la dignidad, entre otros. Mostraron su preocupación porque sienten que la justicia recae solo en los pobres. Argumentaron a favor de los derechos de los niños e hicieron énfasis en que no solo debían ser derechos materiales (como alimentación y vivienda), sino que también tenían derecho al amor de sus familias y al sustento emocional; argumentaron a favor de su derecho a tener contacto con sus familias, ya que sufrían mucho porque no dejaban que los niños las visitaran; también lo hicieron a favor de los derechos de los discapacitados, la conservación de la naturaleza, la conservación del patrimonio cultural, entre otros temas.

[cita tipo=»destaque»]Hoy comprobé lo que por mucho tiempo sospeché: ahí hay personas iguales a mí, con las cuales comparto preocupaciones, opiniones e intereses, seres humanos valiosos que tienen algo que aportar a la sociedad y que merecen un lugar en ella.[/cita]

Estuvieron en todo momento abiertas a contarme a mí y a mis compañeros, sus historias, sus vidas, a compartir sus sufrimientos y preocupaciones. Sabían que tenían responsabilidades y tenían ansias de conocer más y formarse como personas, en mi mente se graban sus caras curiosas mirando una cartulina que explicaba las formas de Estado y las formas de gobierno.

Después de esto, me siento culpable de ser parte de una sociedad que margina a cierto grupo de personas, se desliga de ellos y los encierra en un lugar para que no se mezclen con el resto, sin hacerse cargo de sus falencias a tiempo.

Soy culpable de estar en una sociedad que ve a la gente como si fuera una cosa o un animal, una sociedad que crea instituciones que vulneran la dignidad de mi pueblo, de otros seres humanos, iguales a mí, ¿por justicia? Siento vergüenza de ser parte de un país miope que a diario practica «detenciones ciudadanas», masacrando y humillando a otros, un país que pide endurecimiento de penas, porque cree que con eso evitamos los delitos, que cree que hay seres humanos de diversas categorías, algunas de las cuales son despreciables.

Hoy comprobé lo que por mucho tiempo sospeché: ahí hay personas iguales a mí, con las cuales comparto preocupaciones, opiniones e intereses, seres humanos valiosos que tienen algo que aportar a la sociedad y que merecen un lugar en ella.

Todos los privados de libertad, en algún momento, volverán a ser libres, serán nuevamente parte de esta sociedad que los excluye. El encuentro realizado por el Centro de Estudios Aurora, tuvo por objetivo mostrarles a ellos y a los demás que su opinión y su visión aún es importante y forma parte de la construcción de nuestra comunidad.

*Los nombres de las internas han sido cambiados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias