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Jueces o fiscales


Se me ocurre hablar de otra educación. O de la misma, pero desde otro lado. Preocupado de qué enseñar a los educandos. Y me topo con que aquello que se podría enseñar a los educandos debe ser primero aprendido y asimilado por los educadores. Y me trabo porque, ¿de quién van a aprender? Ya que lo que me ronda y me inquieta es un asunto que nos afecta a los chilenos todos. Pues para aprender lo que propongo debemos, al mismo tiempo, desaprender algo que nos inculcaron desde tiempos inmemoriales, desde siempre, desde que nos llamamos Chile.

¿Cuál es el problema?

Somos jueces. Y los jueces son esas personas que están siempre evacuando sentencias. Miramos, oímos, leemos, escuchamos, sentimos, comemos, bebemos, suponemos cualquier cosa y nos sentimos en la obligación de emitir ipso facto una sentencia: no me gusta; debería tener más sal; prefiero el reggae; le habría puesto más verde; está muy suave; siempre dije que ir a la luna era una tontera; horrible; ¿ganó un premio?, ¡de qué, por favor!; es demasiado alto; excesivamente flaca; muy narigón; ñata.

Somos capaces de disentir de Stephen Hawking, de Steve Jobs, de Barack Obama, François Hollande, Pablo Picasso, Johannes Brahms, Arthur Schopenhauer, Moisés, Abel, Putin, Mao y quien se nos ponga por delante. Todos ellos lo habrían hecho mejor si nos hubiesen escuchado y/o consultado… a cualquiera de nosotros, juiciosos chilenos.

Pronto se estrenará El buen amigo gigante o BFG, la nueva película de Steven Spielberg. Y no faltará el compatriota que salga sentenciando que la música, compuesta por John Williams, no era la adecuada. Y otro que me dirá: ¿y a ti qué te importa lo que digan los demás? Si no le gustó la música es asunto suyo y ¡ya!

Tiene razón. Aunque a pesar de eso, me importa.

Me importa porque en la medida en que emitimos tanto juicio y evacuamos tanta sentencia, estamos castrando nuestra curiosidad. Entonces, emitimos juicio antes de consultar, investigar, explorar e informarnos. Y eso nos aleja del conocimiento. Y no me refiero al conocimiento con mayúsculas que siempre tratan de asignarles a las escuelas, hablo del conocimiento en general, ya que a él se accede a toda hora y todo lugar gracias a la curiosidad.

Lo que quiero decir es que somos jueces y deberíamos ser fiscales.

Deberíamos tener el don del signo de interrogación.

¿Por qué Steven Spielberg le encargó la música a John Williams? ¿Quién es John Williams? ¿Por qué habrá compuesto la música de esa manera? ¿Qué lo llevó a usar esos instrumentos y no otros? ¿Alguien me puede explicar eso que no entendí?

Me imagino que el que llegó hasta aquí leyendo debe haber disentido varias veces de lo que pienso y emitido juicios en contrario a lo que digo. Y en su derecho está. Y estará listo para cambiar la página y buscar algo diferente.

Lo interrumpo en su afán descalificador y evasivo y le propongo a Ud. (a todos Uds.) un ejercicio: descubrir a uno de estos chilenos prejuiciosos y sentenciadores en pleno ejercicio de su función. ¡Ja!

¡Yo lo hice y salí sorprendido! ¡Impresionado!

Es muy fácil encontrar a un(a) chileno(a) juez universal en medio de nuestra jauría. Basta con poner atención a cada frase que uno mismo pronuncia, darle unos pocos segundos de reflexión y abrir dos archivos mentales:

1.– juicio

2.– consulta

Comprobará que después de 30 minutos de conversación con sus amigos(as) el casillero 1 estará lleno y el 2 casi vacío.

De cada tema que encuentre en el casillero 1 tendrá varias sentencias pronunciadas por usted mismo y, que si lo reflexiona, no tiene mucho con qué respaldarlas. Y de cada uno de esos temas habrá perdido la oportunidad de preguntar, de reflexionar, de explorar otra mirada y una forma distinta (mejor o peor, da igual) de ver la vida.

La casilla 2, si no desierta, hospedará a un par de preguntas poco importantes como “¿quieres azúcar o endulzante?».

El problema es que las sentencias están bloqueando permanentemente la entrada de nuevos materiales a nuestra bodega de conocimientos.

[cita tipo=»destaque»]Mientras las preguntas, la inquietud, la curiosidad están siempre ingresando nuevos palets cargados hasta el tope de respuestas que desconocíamos. ¿Qué tal si cambiamos de dirección nuestras intervenciones? ¿Qué tal si, en vez de sentenciar y pontificar, mejor preguntamos? Lo digo por curiosidad.[/cita]

Mientras las preguntas, la inquietud, la curiosidad están siempre ingresando nuevos palets cargados hasta el tope de respuestas que desconocíamos.

¿Qué tal si cambiamos de dirección nuestras intervenciones? ¿Qué tal si, en vez de sentenciar y pontificar, mejor preguntamos?

Lo digo por curiosidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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