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Europa: ¿interrogantes sin respuestas?

Jaime Vieyra-Poseck
Por : Jaime Vieyra-Poseck Antropólogo social y periodista científico
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¿Se parece la Europa actual a la de principios del siglo XX, cuando surgieron las ideologías totalitarias: crisis económica, cesantía masiva, descrédito institucional, desgaste del sistema de partidos políticos tradicionales e intolerancia y miedo a los extranjeros? ¿Es esta mezcla la que consolida populismos xenófobos y eurofóbicos, muchas veces neonazifascistas?

¿Es la crisis económica en la zona euro la causante del populismo? ¿Es la receta única de la austeridad la panacea para solucionarla, cortando hasta el hueso la Sociedad del bienestar, empobreciendo y quitando derechos laborales a las clases medias y bajas, las que, maltratadas, perciben a la UE como devota del mercado en detrimento de los ciudadanos? Si la austeridad  la han padecido los contribuyentes y no los ricos que, en plena crisis, se han hecho más ricos en un 15%, como ilustra el caso español que no es la excepción, ¿está la UE domesticada por un neoliberalismo sin dios ni ley, pero repleto de especuladores depredadores, que lanza a los excluidos del sistema a los brazos del populismo?

¿Son los populismos de izquierda en Grecia, España y Portugal la consecuencia de la crisis en la zona euro que, sin embargo, ni son xenófobos ni eurofóbicos? ¿No es paradójico que en el país donde la crisis económica en la zona euro alcanza signos apocalípticos, Grecia, surja un partido nazi que (solo) obtiene el 7% de apoyo ciudadano; y en España, el segundo país más golpeado por la crisis, con la llegada de cinco millones de extranjeros los últimos quince años, no surja un partido populista xenófobo ultraderechista?

¿No es incomprensible que en los países que no han sufrido la crisis económica, como Finlandia, con un 1% de extranjeros, el populismo de ultraderecha reciba el 17,7% de apoyo y gobierne con la derecha, o en Suecia, fuera de la zona euro, un partido de origen neonazi y racista alcance el 13%, o en Noruega, fuera de la UE, se cometa el mayor atentado terrorista neonazi de su historia? ¿O que en Austria, Polonia, Dinamarca, República Checa, Holanda, Hungría y Alemania y Reino Unido, todos sin crisis económica, la ultraderecha campee por sus fueros?

¿No es inquietante que el populismo ultraderechista mejor posesionado desde hace décadas marca la agenda política en un país central europeo, Francia, con posibilidades reales para entrar en el Palacio del Elíseo? (Marine Le Pen, del ultraderechista Frente Nacional, ya anunció que si gana las elecciones en 2017 Francia tendrá su Franxit).

Entonces, ¿la crisis económica en la zona euro no ha incidido mayormente en el auge del populismo ultraderechista, pero, sí ha desprestigiado a la UE por su ineficacia para darle una solución real después de ¡ocho años! de crisis?

[cita tipo= «destaque»]La Europa de las crisis, de la intolerancia y del miedo, de la amnesia de su memoria histórica, ¿regresa a lo peor de su pasado y nos anuncia otra devastación? ¿Será posible el retorno de tanto error, horror y terror? Europa: interrogantes sin respuestas. Y el mundo las espera. Urgentemente.[/cita]

¿Ha incidido en el auge del populismo ultraderechista en Europa, el liderazgo ultrahegemónico de Alemania, gestionado por democristianos y socialdemócratas que, fuera de cancelar la idea fundacional de la UE después de la Segunda Guerra Mundial –europeizar Alemania para no germanizar Europa–, ha sido un harakiri político para el progresismo socialdemócrata europeo, autovampirizándose por su unión con la derecha? ¿Es el fin de la alternativa socialdemócrata, rendida a los cantos de sirena neoliberales de la austeridad e incapaz de renovarse, la que entrega a su electorado, sin otra alternativa, a los populistas?

¿O han sido la crisis de los refugiados y la incapacidad de la UE de hacer operativo el acuerdo de una distribución compartida de refugiados las que abren la caja de Pandora de todos los demonios europeos? ¿Este fracaso se retroalimenta con los populismos de ultraderecha: mientras peor gestión de la crisis, más éxito de la ultraderecha; mientras más racismo ultraderechista (y violaciones de la UE a los derechos humanos de los refugiados), más se favorece el objetivo terrorista ultraislámico y, a la vez, a la ultraderecha: extenuar la democracia y el Estado de derecho?

¿Es el debilitamiento de la seguridad europea por el terrorismo ultraislámico el que afianza a los populismos de ultraderecha? ¿Es este escenario un círculo vicioso tan perverso como siniestro en espiral ascendente? ¿Es Francia el país perfecto para que la ultraderecha, la mejor posicionada en un país central europeo, alcance la Presidencia, provocando así la mayor victoria del terrorismo ultraislámico, ya que institucionalizaría la islamofobia y la eurofobia, logrando la polarización política ideal que buscan ambos extremismos para poner fin al Estado de derecho? ¿El triunfo de la ultraderecha francesa ultranacionalista atomizaría Europa, poniendo fin a la UE? ¿Es este escenario político el ideal para, entre otros, la Rusia intervencionista de Putin y su camarada, el candidato a la presidencia del Partido Republicano en EE UU., el populista Donald Trump?

Pero, si somos más rigurosos, ¿podemos sostener que, nacida de su pasado imperialista, la tendencia cultural europea y el eje de un racismo estructural y de un nazismo siempre larvado y latente, es su eurocentrismo etnocentrista  que, ante cualquier sensación de amenaza contra su identidad cultural, despierta y se convierte en endémico? ¿En este etnocentrismo radica, en buena medida, la incapacidad de Europa para integrar a sus extranjeros, cimentando bolsas de marginación y desafección social en la periferia de las grandes ciudades, hacinando un semillero mestizo de desencantados y, ahora, de potenciales terroristas ultraislámicos?

Si bien cierto que el capitalismo neoliberal global ha creado una riqueza sin precedentes en tan poco tiempo y reducido la pobreza, también es cierto que, en paralelo a esta riqueza, ha creado también una desigualdad social global de vértigo. ¿Es la globalización de este sistema desigual el causante del descontento global, el que, con la democracia y el poder político desacreditados por tener que seguir los intereses de la agenda financiera, el verdadero poder en la actualidad, crea una suerte de mercadocracia que invalida el bien común de la democracia?

Con las instituciones de la democracia deslegitimadas por la mercadocracia, ¿el descontento de las clases medias y bajas lo acoge el populismo que se autodenomina apolítico y antiestablishment, con los extranjeros como cabeza de turco de todos los males del universo? ¿La solución global es el regreso a las fronteras, al proteccionismo económico y al ultranacionalismo versus globalización, como plantean los populismos de derechas e izquierdas, o más y mejor democracia con una repartición equitativa del poder y la riqueza?

Lo único nuevo en esta crisis europea con relación a la época prenazifascista, es la UE. ¿Es su estructura supranacional la que impide que el tsunami populista ultranacionalista enfrente a los países miembros? Si estos alcanzan el poder o dominan la agenda política, ¿otros Brexit –el mayor éxito en los últimos 70 años de los ultras que quieren ver a Europa debilitada– serán imparables? ¿La UE debe reformularse para reencantar y frenar la consagración de los populismos y su propia desaparición?

La Europa de las crisis, de la intolerancia y del miedo, de la amnesia de su memoria histórica, ¿regresa a lo peor de su pasado y nos anuncia otra devastación? ¿Será posible el retorno de tanto error, horror y terror?

Europa: interrogantes sin respuestas. Y el mundo las espera. Urgentemente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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