Señor Director:
Para entrar de lleno en la discusión que ha generado la administración de la vacuna contra el Virus Papiloma Humano (VPH), se deben considerar algunos antecedentes.
El primero de ellos es que la vacuna no es un virus atenuado, sino una molécula sintética que imita el virus y en ese contexto, es la primera medida de prevención contra el cáncer cervicouterino.
Otro punto importante es que pese a la existencia del Examen de Medicina Preventiva, programa a través del cual las personas pueden realizarse el Papanicolao (PAP), en Chile, dos mujeres mueren diariamente a causa de la patología.
Dicho lo anterior, es necesario aclarar que existe una inmunidad cruzada entre los virus oncogénicos, por lo que no es necesario que estén en la vacuna las cepas específicas del virus para crear inmunidad contra ellos. Además, actualmente en el mercado farmacéutico podemos encontrar la vacuna con nueve cepas, incluyendo la 33, que es la de mayor presencia en nuestro país.
Evitar una muerte por cáncer es un logro, pero al igual que las enfermedades infectocontagiosas, el VPH debe ser considerado como un problema de salud pública, pues el cáncer, mata.
Efectivamente, tal como se ha mencionado públicamente, la inoculación puede generar efectos colaterales, al igual que todas las vacunas. Es más, la penicilina genera efectos secundarios, sin embargo, no ha sido retirada del mercado. Es importante destacar que importantes organismos como la Food Drugs Administration (FDA) de EEUU y la Organización Mundial de la Salud (OMS), han respaldado la vacuna.
En este contexto, cabe agregar que la discusión debe considerar que la prevención es la fase inicial al momento de abarcar un tema que, reitero, es de salud pública y no centrarse en “modas naturistas” que atentan contra una medida positiva que favorece la salud de las personas.
Guillermo Echeverría, ginecobstetra y académico de la Facultad de Medicina de la Universidad Finis Terrae
