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Me bajo del mundo

Aldo Torres Baeza
Por : Aldo Torres Baeza Politólogo. Director de Contenidos, Fundación NAZCA
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El ciudadano estadounidense ha premiado el espíritu compasivo de Donald Trump entregándole el gobierno más importante del mundo. Un mono con navaja o, lo que es peor, un mono con bomba atómica. La democracia rasca donde no pica: da el olímpico derecho ciudadano de elegir la salsa con la que nos cocinarán. Bukowski, otra vez, tenía razón: la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes. Y las órdenes vienen duras. Algo de ellas ha atisbado ya este demente: invasiones, bombas, torturas. A Trump le da igual. Más ahora que, cree, ha sido coronado como presidente del mundo.

[cita tipo= «destaque»]Algo es seguro: el mundo, así como lo conocemos, no volverá nunca más a ser el mismo. El odio trae odio. Toda violencia trae violencia de vuelta. Y Trump es violencia y odio. Mientras tanto, al planeta lo gobiernan las multinacionales, a los Estados los locos y la izquierda discute porque no coinciden en el color de los calcetines.[/cita]

Estados Unidos, por folklore patrio, siempre está en guerra contra algún país o grupo que amenace la paz o esté en contra de los designados de su dios. Ahora, la guerra preventiva será el pretexto de este demente para invadir todo cuanto se le ocurra: por la paz y en nombre de no sé qué dios, seremos espectadores de la debacle civilizatoria.

Una pregunta, que Galeano le pidió prestada a John Le Carré:

–¿Van a matar a mucha gente, papá?

–Nadie que conozcas, querido. Solo extranjeros.

En 1970, cuando Allende ganó las elecciones en Chile, Henry Kissinger decía que el gobierno estadounidense no debía quedar indiferente mientras un país cae en el socialismo por culpa de la irresponsabilidad de su pueblo. Pero nosotros, los que colgamos del mapa, ¿sí debemos permanecer indiferentes frente a la irresponsabilidad de un pueblo que puso a este maniático en el cargo más importante del mundo? Paul Krugman lo dijo: “Pensamos que la gran mayoría de los estadounidenses valoraba las normas democráticas y el Estado de derecho”.

Claro, eso pensaban los neoliberales demócratas, que ven florecitas y colores donde hay napalm y odio, cuando eligieron a Hilary Clinton, vanguardia de la continuidad, máscara de las trasnacionales, para pelear contra este maniático. ¡Ingenuos!: el odio es más fuerte, señores. Y de eso toma nota la derecha xenofóbica en Europa, que crece como crecía el nacionalsocialismo hace un siglo. El imperio, su hegemonía, dan el ejemplo a sus aliados imperialistas del otro lado del océano.

Entonces me ronda la misma pregunta que hice hace unas semanas: ¿Habrá algo de la Antigüedad en la actual Europa, cuna de todos los totalitarismos del siglo XX?, ¿representarán los inmigrantes Sirios lo que fueron los judíos en el siglo XX?, ¿qué mundo está naciendo en los inicios de este nuevo siglo?, ¿se habrá hecho estas mismas preguntas un tipo cualquiera, como yo, antes del inicio de la Primera Guerra Mundial?

Puede que sí, puede que no. Algo es seguro: el mundo, así como lo conocemos, no volverá nunca más a ser el mismo. El odio trae odio. Toda violencia trae violencia de vuelta. Y Trump es violencia y odio. Mientras tanto, al planeta lo gobiernan las multinacionales, a los Estados los locos y la izquierda discute porque no coinciden en el color de los calcetines.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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