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Narcisismo y liderazgo político

Francisco Flores R.
Por : Francisco Flores R. Magister en psicología, mención Psicoanálisis y Diplomado en Filosofía y Psicoanálisis (Buenos Aires ). Director ONG Mente Sana.
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Muchos de los problemas de la política en la actualidad tienen que ver con una soterrada disputa de egos. La ausencia de proyecto deja el campo libre para contenidos volátiles, al servicio de una mera gratificación narcisista. No deja de sorprender el ansia de ocupar posiciones de poder, sin tener mucha claridad de para qué.

En los tiempos del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, la histeria, con dolencia propia de una anatomía ilusoria, era la enfermedad de la época. Una de las formas como se expresaba el malestar de la cultura.

En nuestros tiempos, claramente asoman dos tipos de padeceres: la depresión y los trastornos narcisistas de personalidad y sus derivados. Y por supuesto, encuentra representantes en todos los ámbitos de la vida social.

Pero a diferencia de la depresión, que marca un padecer para el propio individuo, y según estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 17% de los chilenos la sufre, una de las tasas más altas a nivel mundial. Los trastornos narcisistas de personalidad son de tipo egosintónico, es decir: los rasgos, valores y sentimientos están en armonía o son aceptables para las necesidades y objetivos del propio yo y, entre otras razones, porque son coherentes con los ideales sociales. Es decir, a diferencia del depresivo, no hace síntoma. Su carácter es el síntoma.

Hay dos ámbitos donde particularmente encontramos este tipo de patología: en el campo de las comunicaciones de los grandes medios y en la política.

En el primer caso, por ejemplo, no resulta solo una coincidencia, la seguidilla de personajes de rasgos megalómanos y de imagen de éxito, que resultaron estar fundados en el engaño y la absoluta carencia de empatía: Mauricio Israel, Garay, Chang, etc. Estos son los descubiertos a propósito de denuncia por delitos. Pero debe haber cientos de casos más, considerados exitosos y totalmente adaptados a las demandas de autoimagen social.

El otro es la política. Es verdad que todo liderazgo necesita un cierto grado de narcicismo, dada la exposición que esta tiene. Donde el ser permanente expuesto no sea un calvario sino una gratificación. El problema es cuando esa dosis es excesiva. Eso puede terminar sofocando al propio sujeto, dejándolo prisionero de su imagen especular y por esa vía perder contacto con la realidad, desahuciando así su propia condición de líder o el narcisismo es la fuerza motriz detrás del deseo para obtener una posición de liderazgo y, por ende, todo (convicciones, institución, procedimientos, personas) quedará al servicio de esa dinámica.

[cita tipo=»destaque»]Los individuos viven bajo la ilusión inconsciente de que ellos están para ser servidos, sus propios deseos tienen privilegios sobre los de los demás. Piensan que merecen especial consideración en la vida. Por eso es difícil que alguno se reconozca como tal. Siempre está revestido de ideales e intereses de cáscara altruista.[/cita]

A veces con la excusa de caras nuevas, luchar contra malas prácticas, renovar la política, se autolevantan liderazgos advenedizos sin pudor, como si estos fueran una cuestión de pura audacia y disposición.

Los individuos con tales rasgos predominantes –sensación de grandiosidad, exhibicionismo, espera de favores especiales, sin asumir responsabilidades recíprocas, sobreidealización o devalución, falta de empatía verdadera, entre otros– se encuentran con mayor éxito a la hora de obtener posiciones de liderazgos, debido a una mayor vocación para persistir en intensos procesos para obtener posiciones de poder.

Los individuos viven bajo la ilusión inconsciente de que ellos están para ser servidos, sus propios deseos tienen privilegios sobre los de los demás. Piensan que merecen especial consideración en la vida. Por eso es difícil que alguno se reconozca como tal. Siempre está revestido de ideales e intereses de cáscara altruista.

Si su vanidad, que suele ser más grande que sus obras, es lastimada, reaccionarán con fría reserva, profunda depresión o viva agresión.

No se trata de desahuciar tales características. Se ha dicho que en ciertas dosis estas son adecuadas y necesarias para posiciones de liderazgos, siempre dependiendo de al servicio de qué estén finalmente. Es posible un narcisismo constructivo que no está predispuesto a la ansiedad, más bien genera un sentimiento de vitalidad positiva producto de la confianza en el valor personal.

El problema es cuando el narcisismo es la fuerza motriz y exclusiva detrás del deseo para obtener una posición de liderazgo y, por lo tanto, su propio interés predominará sobre la legitimidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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