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Los señores de la guerra


Los greedy pigs inventan argumentos, manipulan a los medios, redactan discursos y crean todos los recursos comunicacionales a su alcance para poder justificar sus guerras, invasiones, matanzas y atrocidades bélicas. Usan la tecnología, la Internet, las relaciones públicas, el lobby y toda herramienta propagandística que pueda sustentar sus maquiavélicos principios. «¡Lucha contra el terrorismo!”. “¡Reivindicación de nuestros derechos ancestrales sobre estos territorios!”. “¡Desacuerdos limítrofes irresolutos!”. “¡Defensa del honor de la patria!”. “¡Cuando la política falla, comienza el movimiento de las armas!”…

Toda su basura demagógica es desplegada con tal fuerza y convencimiento, con tanta insistencia, y mediante el soporte de tantos recursos, que es difícil poder oponerse al establishment y al mainstream. No es de extrañar, que las grandes cadenas mundiales de televisión mientan. ¿Por qué? Porque sus dueños están ligados comercialmente a las empresas de armamento, seguridad y logística involucradas en aquellos conflictos que cubren. Así, se puede comprender que los hijos de los mismos corruptos políticos que sustentan sus patrañas bélicas, no se enrolen para ir a esas guerras. Las masas son regularmente controladas y vilmente manipuladas. Brainwashing. La inyección del miedo y la distracción superflua, son los mejores recursos.

Observamos a las poderosas potencias hacer de las suyas en países antes prósperos, bellos y pacíficos. Leemos sobre migrantes muertos que han perdido todo. Niños asesinados o mutilados de por vida. Ciudades arrasadas por las guerras. Familias divididas, campos devastados. Invasiones a destajo. Guerras civiles. Muerte por doquier, instaurada por hábiles garras imperialistas. Pero a ellos, no les importa. Únicamente, les preocupa el sucio dinero, manchado de sangre.

La hipocresía es la invitada de honor en los discursos y encuentros mundiales, donde hablan de paz justamente aquellos que dominan el mundo. Sin embargo, son ellos los mayores fabricantes de armas que alimentan esas mismas guerras que políticos, empresarios, dictadores y élites crean. Grupos poderosísimos, mercenarios de cuello y corbata, protegidos en sus onerosas envestiduras y mansiones multimillonarias, firman decretos que autorizan la construcción de miles de ojivas nucleares, latentes amenazas ya no solo a la paz mundial, sino a la sobrevivencia del planeta mismo.

[cita tipo=»destaque»]No podemos combatir la violencia con más violencia, el odio con más odio, la destrucción con más destrucción. La mayoría de la gente del mundo es buena y solo quiere vivir en paz, en un lugar incontaminado[/cita]

Portaviones de combate, naves ultra-sofisticadas, bombarderos estratégicos, armas espaciales anti-satélites para cegar sistemas de ataques, bases militares, municiones, flotas, submarinos de ataque, maniobras tácticas, aviones cazas, investigación y desarrollo, drones teledirigidos cargados con misiles, robots de guerra, soldados del futuro…

¿Quién les dijo que podían ostentar el derecho a decidir sobre el futuro de la especie? ¿Qué les viene a sus turbias conciencias? ¿Podrán dormir en las noches pensando que la sobrevivencia del planeta Tierra depende de si aprietan o no un botón? ¿Se darán cuenta que no solo estamos contaminando y matando a la madre naturaleza, sino que además el fin de los tiempos podría estar cerca?

Se estima que cada año se gastan billones de dólares en armamento en todo el mundo. Sería una perogrullada admitir que con ese dinero el hambre y las enfermedades podrían terminar definitivamente. Cientos de compañías en una cincuentena de países produciendo y vendiendo armas.

No podemos combatir la violencia con más violencia, el odio con más odio, la destrucción con más destrucción. La mayoría de la gente del mundo es buena y solo quiere vivir en paz, en un lugar incontaminado. Es momento que estos sujetos, “los señores de la guerra”, aquellos que detentan el poder global, reflexionen. Sin vida, los dólares de nada servirán. A este ritmo, no quedará ni la humanidad ni la Tierra vivas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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