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Abordemos la falta de inclusión social

Luis Matte
Por : Luis Matte Ingeniero Civil industrial
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El Papa Francisco dice “son estrechos de mente los que creen que con inequidad no habrá delincuencia” pero nosotros pensamos ¿cuánto bajaría la delincuencia y mejoraría la convivencia si existiera una profunda inclusión social? (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium)

Permítanme relatar una experiencia personal: después de vivir en una gran casa en Las Condes durante 11 años, con cerco eléctrico, alarma , portón y todas las medidas de seguridad conocidas, incluida la costumbre en esos sectores de no convivir con los vecinos y no hablar con transeúntes, me he mudado a un pasaje del barrio Yungay en Santiago Centro. La sorpresa que quiero compartir es que en esta zona de Santiago, el peruano, haitiano, jamaicano, colombiano, “flaite”, persona en situación de calle, etc. tienen un nombre y se les llama por él y no por su nacionalidad o condición. Todos nos saludamos en la calle, un hola vecino, hola Lucho, buenos días o simplemente un gesto pero casi nadie pasa frente a otro ser humano indiferente. Este reconocimiento reciproco ayuda al auto respeto lo que conforma los ingredientes de la teoría de la Justicia de la Equidad del filósofo John Rawls, es decir también contribuye a la equidad. Y para el filósofo Axel Honneth los conflictos sociales son una lucha por el reconocimiento. Por tanto, hablamos de un asunto moral o imperativo categórico en palabras de Kant, que está en la base del proceso social que Chile está viviendo, con una gran mayoría de la población excluida del sistema y del progreso.

Antes de continuar con la descripción de este mundo ideal, debo aclarar que también tenemos problemas, principalmente la pérdida de identidad de vecinos y de sano juicio que pierden los habitantes del barrio víctimas de la droga y del micro tráfico, flagelo que ataca transversalmente a la sociedad. Borrachitos que usan nuestros jardines de baño y dormitorio, sin causar mayores daños, ocupación de casas abandonadas y algunas peleas callejeras nocturnas en voz alta.

Sin embargo, durante el día se puede estar con la puerta abierta dado el bajo peligro y el cuidado de los vecinos y en la noche se abre la puerta sin temor a los conocidos mendigos que tocan el timbre a pedir lo que les falto recolectar para el albergue, conversando una chela con los más conocidos. Esta relación horizontal y de confianza hace que nos alegremos cuando una persona en situación de calle, consiga un sofá, colchón o carpa (los más afortunados) para instalar durante la noche en el parque.

Incluso los locatarios de la feria libre de los domingos se han multi culturizado agregando a su mix de productos ingredientes peruanos y colombianos, transformando nuestra feria en una de las más ricas en condimentos de Santiago.

[cita tipo=»destaque»]Creo de verdad y lo he experimentado en la realidad que se vive mejor, en mayor armonía y paz, en un mundo inclusivo de respeto recíproco, sin temor ni exclusión del pobre, vulnerable, discapacitado o extranjero, recuerdo ese tipo de vida inclusiva en que vivimos los criados en el campo, donde mi mejor amigo era el hijo del tractorista y del jefe de lechería y por cierto la delincuencia es mínima.[/cita]

En este ambiente, las calles y los pasajes son de los vecinos y es frecuente ver y oír tocar a grupos de jazz, que nos incentivan a salir de nuestras casa a oírlos y por cierto terminados bailando y aplaudiendo, tenemos al sindicato de organilleros que celebran su fiesta anual, la fiesta del roto chileno que llena las calles de escenarios y gente bailando, todo tan respetuoso que a las once de la noche hay silencio y limpieza. No quiero extenderme en las múltiples ocasiones en que tres o más vecinos se encuentran conversando en el pasaje durante el atardecer, la conversación termina en un 80% de probabilidad cocinando en la casa de uno de ellos o la mía hasta medianoche.

Muchos lectores compararán esta realidad con la vida de barrio que vivieron en su niñez, pero hay diferencias notorias, ya que además de conocer a los vecinos y al dueño del minimarket que nos fiaba, hoy son barrios multiculturales y multinacionales, con gente en situación de calle y drogadicción.

Creo de verdad y lo he experimentado en la realidad que se vive mejor, en mayor armonía y paz, en un mundo inclusivo de respeto recíproco, sin temor ni exclusión del pobre, vulnerable, discapacitado o extranjero, recuerdo ese tipo de vida inclusiva en que vivimos los criados en el campo, donde mi mejor amigo era el hijo del tractorista y del jefe de lechería y por cierto la delincuencia es mínima.

Creo que si partiéramos sólo sin poner cara de temor y la mano en el monedero cuando vemos a un “flaite” caminar de frente nuestro en la calle, haríamos una gran contribución a la paz y cohesión social, haciéndole sentir a ese ciudadano, reconocimiento y no rechazo. Por favor, hagamos la prueba.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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