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Un bien mayor

Por: Macarena Gálvez


Señor Director:

Soy mujer, soy pro-aborto, y puedo entender con mi corazón las posturas anti-abortistas de muchas mujeres.
Aborté cuando era más joven con pastillas y ahora tengo en mis planes en madre. Espero que nadie me recrimine por esto ni diga que no lo merezco, porque no lo cuento para aumentar el clima de ira y odio que se está viviendo hoy en el país por los derechos reproductivos de las mujeres.

Entiendo que muchas de las mujeres que se oponen al aborto decidieron ser mamás aun cuando la situación les fue difícil, y aun cuando quizás tuvieron que dejar parte de su vida de lado. Las aplaudo y admiro por su decisión y su fortaleza.

Entiendo que imaginan que es un acto terrible, porque a las 8 semanas uno ve en la ecografía a un ser vivo con cabeza, brazos, piernas y un corazón latiendo, y la idea de cortar su vida parece desgarrador. A mi también me desgarra, y pensar en esos instrumentos con que la o lo sacan me parece macabro.

No quiero caricaturizarlas ni invalidarlas como monstruos machistas e ignorantes, así como nosotros los de izquierda solemos hacer llamando a los de derecha fachos. Creo que eso no va a ayudar en nada a solucionar el problema. Pero también espero que no nos caricaturicen a nosotras, las que sí hemos abortado o que estamos a favor de ello. Tampoco somos monstruos inhumanos y egoístas, y tomar la decisión de abortar no es fácil, y una decide pensando en el bien mayor y a largo plazo.

Cuando decidí abortar, no pensé solamente en mí. Supe que estaba embarazada y me imagine de forma ilusa y romántica el retrato de una vida de mamá joven y feliz. El primer impulso fue tenerla o tenerlo, pero después, pensé en que en realidad yo no estaba feliz. Tomaba antidepresivos y aún tenía fantasmas de depresión y anorexia que habían cohabitado en mi cuerpo por tantos años. Tener una hija o hijo en esos momentos hubiese significado traspasarle todos mis miedos, hubiese significado no ser una buena mamá, y haber criado a una niña o niño quizás infeliz, haciendo perdurar el ciclo de la tristeza por otra generación más.

Además, quería terminar mis estudios porque me había esforzado por ellos, mi familia no vive en Santiago y decidir tenerla o tenerlo habría significado dejar a mis papás con una responsabilidad que no merecían, mientras yo seguía estudiando. Hoy estoy haciendo un doctorado en otro país y mi investigación se centra en brindar apoyo a padres en situación de pobreza y marginalización en la crianza y estimulación temprana de sus hijas e hijos, particularmente en el lenguaje. Estoy muy ansiosa y esperanzada de poner en práctica todo lo que he aprendido en Chile, y así contribuir a disminuir brechas educacionales presentes desde edades tempranas. Así que, sumando y restando, después de varios años, puedo decir que mi decisión de abortar si fue por un bien mayor y no me arrepiento de ello.

Aunque el aborto siga siendo penalizado, muchas mujeres seguirán decidiendo hacerlo y lo harán en situaciones inseguras y muchas veces abusivas, arriesgando incluso la vida. Por eso, a las mujeres que se oponen al aborto, les pido que piensen en esas situaciones, que son incluso más macabras que las tenazas usadas en los abortos, que piensen en la realidad de muchas niñas y niños no deseados, que es cruda y nos hace cuestionar en qué hemos fallado como sociedad. Creo que si en vez de oponerse a la despenalización del aborto enfocasen sus energías en promover educación y avances científicos en educación sexual verdaderamente eficaz y anticoncepción, quizás si se podría llegar a prevenir y disminuir los embarazos no deseados, y con ello el sufrimiento.

Macarena Gálvez

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