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Incendios forestales: no aprendemos nada Opinión

Incendios forestales: no aprendemos nada

Luis Nitrihual Valdebenito
Por : Luis Nitrihual Valdebenito Universidad de La Frontera de Temuco
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Cuando publicamos el libro “Vidas de Papel. Negocio de la Madera y Conflicto Intercultural en Chile” (Ediciones Universidad de La Frontera, 2014), junto a Sandra López Dietz, resultado de un extenso trabajo de investigación periodístico liderado por ella, nunca nos imaginamos que 5 años después todo seguiría igual. Muy poco, o nada, ha cambiado desde el año 2012, año del gran incendio en el fundo Casa Piedra en las cercanías de Carahue en la Región de La Araucanía.

Las tesis centrales del libro eran tres: en primer lugar, se revelaba la total precariedad en la cual desarrollaban su trabajo los brigadistas forestales. Se trataba de jóvenes que tenían escasa experiencia en el combate de este tipo de siniestros, cuyas características son la velocidad, violencia y voracidad con la cual se mueve el fuego por todo tipo de terrenos. El resultado de aquello fue la muerte de 7 brigadistas: Marcelo de la Vega; Cristián Freire; Diego Mella; Ítalo Vidal; Carlos Pinto; Juan Carlos Cordero y Rodrigo Cifuentes.

Algunos de estos trabajadores apenas superaban los 20 años y uno de ellos trabajaba para pagar su matrícula universitaria. Un sistema laboral de condiciones precarias no puede sino engendrar este tipo de tragedias. Se trata de un sistema de explotación de la fuerza de trabajo; un modelo de neo esclavitud por necesidad.

La segunda tesis del libro mostraba el impacto que tiene la implantación del modelo forestal chileno. Un modelo basado en la destrucción del mundo de la vida, y que tiene un alto impacto a nivel ecológico y cultural. Una industria favorecida durante la dictadura – Decreto Ley 701 de 1974- mediante el apoyo directo del Estado para la plantación de especies como el Pino y el Eucalipto, no ha hecho más que destruir el territorio. Con el pretexto del empleo (y desempleo) como estrategia de presión, ha llevado la naturaleza al límite de su sobrevida.

Según datos de CONAF, actualmente hay 2,87 millones de hectáreas forestales, lo cual representa cerca de un 18% de los bosques de Chile. La escasez de agua en las comunidades aledañas, la desertificación de muchos terrenos otrora cultivables, la presencia de incendios cada vez menos controlables y un largo etcétera, son el registro de vergüenza que deben pagar aquellos que sustenta un modelo de desarrollo que jamás permitirá a Chile llegar al desarrollo. Un país que exporta materias primas jamás será desarrollado, más bien sembrará su propia destrucción. Se trata más bien de un modelo de acumulación por desposesión, como diría el geógrafo David Harvey.

La tercera tesis trata el viejo problema de la utilización de estas tragedias para culpar a los enemigos de siempre. La tesis del enemigo interno cobra pleno sentido durante los incendios del 2012. Ministros, hasta ahora impunes, aparecieron en televisión diciendo que los incendios eran provocados. Los mapuche tenían la culpa. Los medios de comunicación, de manera irresponsable y en plena articulación con los poderes centrales, reprodujeron estas mentiras. Se vuelve repetitiva esta historia. La utilizaron los nazis en la Alemania del Tercer Reich: los judíos eran la enfermedad del cuerpo social, la explicación de todos los males que les sucedía.

Estas tragedias ocurren debido a la sobreexplotación de los recursos naturales; al cambio climático y, por supuesto, debido al mal manejo o intencionalidad en algunos casos. La lucha del pueblo mapuche es justamente contra las forestales. Esto ha sido señalado por los más diversos grupos del pueblo mapuche. De modo que la continua utilización de incendios para intervenir el territorio es ya una vieja y desgastada estrategia.

Aquí deberíamos decir: más brigadistas, pues esto seguramente continuará sucediendo debido al cambio climático y al nefasto modelo forestal, mejor preparados y muy bien pagados. Militares que en vez de andar con una metralleta en la mano tomen una pala y se pongan a trabajar. No es posible que tengamos una fuerza militar subutilizada y tan beneficia en sus rentas, jubilaciones y beneficios. Es vergonzoso un modelo como el que tenemos. Y a las autoridades: más prudencia y adultez para enfrentar las crisis sociales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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