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A propósito de la muerte de Rosamel Guzmán, una persona en situación de calle

Por: Juan Carlos Navarrete Muñoz


Señor Director:

El 20 de abril pasado, a sus 59 años, murió Rosamel Guzmán, una persona en situación de calle. Su muerte se produjo en su «hogar», en la esquina de Ricardo Morales con Soto Aguilar, comuna de San Miguel.

Conocido en el barrio, cuyo paso por nuestras calles se anunciaba con anticipación por el ruido de su carro y los ladridos de sus 4 perros, sus compañeros fieles y queridos, los mismos que lo acompañaron en sus últimas horas de vida y las primeras de su muerte.

Su cuerpo no fue retirado por algún familiar del SML. Reclamamos su cuerpo en la Fiscalía de San Miguel y tuvimos acogida. Una cuota mortuoria cubrió los costos funerales y un vecino donó una sepultura. Retiramos su cuerpo el 3 de mayo del SML y acudimos a la Parroquia San Miguel Arcángel para hacer su velatorio por algunas horas.

A propósito de la muerte de Rosamel Guzmán, una persona en situación de calle   No hubo problemas si no fuere por un «pequeño» gran problema: para abrir las puertas de la «casa de Dios» había que pagar $60.000. Hicimos presente su condición de indigente pero nada pasó. Se nos sugirió hablar con el párroco para obtener una excepción o beneficio. Optamos por pagar. ¿Era bueno y necesario mendigar también en la hora de su muerte? ¿Es posible reconocer en esta Iglesia a Jesús que nació sin techo, que vivió y murió pobre? Situaciones de esta naturaleza no se condicen con la opción preferencial por los pobres que ha confesado la Iglesia Latinoamericana.

Pudimos hacer algo más en la vida de Rosamel, pero no quisimos estar ausentes en  la hora de su muerte. Al menos acompañar su muerte con dignidad, esa misma que le fue tan esquiva en vida. Para varios vecinos la muerte de Rosamel ha cambiado nuestra mirada sobre nuestros hermanos en situación de calle, ha cuestionado nuestras ganas de acumular bienes, sacude nuestra indiferencia y mirada discriminatoria hacia lo marginal, nos invita a vivir el día a día y a preocuparnos por los que están próximos a uno. Nunca pensamos que un hermano de la calle cargaría de sentido nuestras vidas. De corazón, infinitas gracias Rosamel. Que esta carta sea una forma de mantener vivo su memoria.

Juan Carlos Navarrete Muñoz

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