Si hay un país que se hizo cargo de su pasado y definió políticas de Estado contra el odio, es Alemania. Sin embargo, allí mismo, más precisamente en la ciudad de Hanau, un terrorista asesinó a 9 personas el pasado miércoles por la noche por su condición étnica. La mayoría de las víctimas era de origen kurdo.
El año pasado en Múnich, durante un reconocimiento del Congreso Judío Mundial por su trabajo contra el antisemitismo, la canciller Angela Merkel expresó la necesidad de leyes más firmes contra el racismo y que contemplen poder actuar sobre el contenido de odio en internet. En palabras de Merkel, “el racismo no empieza en los ataques físicos, sus orígenes son más sutiles”.
La prevención de este tipo de actos debe ir mucho antes del momento en que una persona llega hasta la puerta de un bar de narguile, como este último caso, o en una sinagoga, como sucedió en Halle, también Alemania, en el mes de octubre. El odio online es tan mortal como las armas. Igual que en Halle, en Hanau el atacante tenía una vida de activismo racista en internet y grabó un video antes de realizar su ataque. Él llamaba en su militancia racista en internet al “exterminio completo” de países como Israel, Egipto, Siria, Jordania, Líbano y otros.
Hoy en Alemania, partidos de ideología neonazi son legales y se realizan marchas con esas consignas de odio como sucedió el año pasado en Chemnitz o en Dortmund.
La comunidad kurda pidió que se haga algo para prevenir estos hechos. El Congreso Judío Latinoamericano se suma a este pedido, porque cuando alguien ataca un lugar en el que se congrega un grupo étnico a compartir un momento, sea religioso o de esparcimiento, se está atacando a la libertad, valor fundamental de las sociedades democráticas. Atacar un bar porque allí se congregan personas kurdas es un ataque a la libertad misma. Todos debemos estar unidos en repudio a estos ataques y en demanda de su prevención, porque esto es defender la libertad de todos.