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Sócrates contra la desinformación política

Por: Álvaro Muñoz Ferrer


Señor director:

Para nadie es sorpresa que la política nacional no goza de buena salud. Tampoco es sorpresa que, ante este diagnóstico, poco contribuyen declaraciones como la de Yuyuniz Navas, candidata a convencional constituyente por el distrito 9, que, basada en su intuición y alejada del más mínimo rigor científico, teorizó acerca del “origen comunista” del coronavirus.

Una reacción habitual ante este tipo de demostraciones de escasa idoneidad para ocupar cargos públicos es la prohibición: establecer filtros intelectuales para las candidaturas o censurar opiniones irracionales parece ser un juicio compartido por una parte importante del electorado. El problema es que esto no sólo es ineficaz, sino también podría ser perjudicial: si solo se bajan candidaturas estridentes y se censuran opiniones irracionales, las personas representadas por esas candidaturas y opiniones podrían tender a los extremos al ver que aquello que les hace sentido es simplemente eliminado. Peor aún, las ideas seguirán pululando.

El seguro fracaso de la censura debe empujarnos a buscar otras respuestas. En esta breve carta se propone una alternativa: volver a Sócrates. En los albores de la democracia ateniense, el pensador griego la observó con desconfianza. Por cierto, como mostró Popper, jamás se opuso a ella, pero sí se preguntó por el problema que suponía construir un sistema político participativo sin ciudadanos suficientemente educados. La duda, motor vital de Sócrates, lo llevó a recorrer Atenas haciendo preguntas, pues creía firmemente que el diálogo horizontal y crítico nos permitiría desenmascarar falsas certezas para encontrar la verdad y moldear así ciudadanos educados y, en consecuencia, aptos para participar de la cosa pública. Esto último era lo único que podría asegurar el éxito de un gobierno [krátos] del pueblo [dêmos]

Por lo anterior, recuperar el método socrático podría transformarse hoy en un efectivo antídoto contra teorías conspirativas, fanatismos, dogmatismos y otros problemas contemporáneos. El punto de partida es el reconocimiento de la propia ignorancia como incentivo para ir en búsqueda de la verdad a través de la pregunta y el pensamiento crítico. Esta disposición nos mantendrá en un estado de alerta permanente ante posturas irracionales y las hará, sin la necesidad de censuras o filtros intelectuales a candidaturas, socialmente inaceptables. Por supuesto, el método socrático no es una solución instantánea, pues, como decían los griegos, la virtud requiere de tiempo para transformarse en hábito. En el corto plazo, el rol fiscalizador de los medios será fundamental. Para esto, un método interesante es el que propone George Lakoff. Para neutralizar ideas falsas, Lakoff, conocedor de las ideas socráticas, propone un “sándwich de la verdad” de tres capas: empezar con la verdad, indicar la mentira – no amplificarla – y volver a la verdad. Si observamos minuciosamente, esta técnica es, en esencia, el método socrático reducido y aplicado.

Álvaro Muñoz Ferrer

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