Un fantasma recorre América latina, es el fantasma de la crisis económica que retroalimenta la inestabilidad, en sociedades donde los niveles de seguridad se han agravado en los últimos años.
Según el informe de CEPAL de junio pasado, (Repercusiones en ALC de guerra Ucrania) la región experimenta una desaceleración económica y una lenta recuperación del empleo, junto a un incremento de la inflación. Esta, que el 2021 promedió un 6,6%, se eleva a un 8,1 este año. Y en algunos países es mayor. La pobreza que alcanzaba un 29.8% el 2018, llegó a un 33,7% este año. Más de 90 millones de latinos se encuentran en condición de inseguridad alimentaria.
En materia de devaluación de las monedas locales, Argentina, Chile y Colombia se llevan el medallero. México mantiene, mientras que Brasil y Perú experimentan una leve apreciación de su moneda. Llama la atención Bolivia, el país que mejor controla la inflación.
Las explicaciones son muchas, los análisis coinciden en que al desastre de la pandemia se suma el desorden económico global que provoca la guerra en Ucrania y las diversas sanciones aplicadas a Rusia y sus consecuencias. Europa padece de una creciente inflación unida a una escasez de energía. Luego llegará al hemisferio norte el General Invierno y la cosa será peor. Aparte, los europeos absorben solidariamente a millones de refugiados al tiempo que elevan su gasto militar. Todo el planeta sufre en mayor o menor medida la alteración económica. En Sri Lanka detonó un reventón popular aún no calmado, por acá tenemos la indignación panameña.
El precio de las materias primas tiende a subir, igual que el de los alimentos, pero para maldición de muchas economías latinas, buena parte de las ganancias que entran por el mayor precio de las exportaciones, se van por el incremento del precio del combustible. En esto Argentina lleva la guaripola.
En suma, la crisis provocada por la guerra vino a complicar la recuperación pospandemia. Y, como no hay hoja en blanco, todos los países reaccionan según el cuadro previo que tenían. Unos pocos países tenían reservas y las emplearon en protección social durante la crisis, en adquirir vacunas e implementos y, posteriormente, en estimular la recuperación. Fueron pocos. La mayoría de los países tenían abultadas deudas y bueno, estas aumentaron y hoy hay que pagarlas. Nuevamente el caso más extremo es Argentina. En otra condición, una economía que ya estaba golpeada, como la cubana, hoy sufre aún más.
La crisis, agravada por la guerra, impacta social y políticamente. No es buena base una crisis económica en tiempos de elecciones. Por ahí se explica en gran medida la derrota de Duque, Piñera, Macri. Por cierto, el escenario es más complejo y a esta crisis hay que agregarle las difíciles condiciones de legitimidad existente en la mayoría de los países de la región. La desconfianza que la corrupción imperante provoca entre la población y las elites se agudiza, ello debilita la institucionalidad. Agreguemos el incremento del delito organizado y como las diversas mafias y carteles terminan controlando vastas zonas de las selvas y las montañas, así como buena parte de las barriadas pobres en las grandes ciudades. En muchos países de AL los Estados no controlan plenamente su territorio y como conclusión, amplios sectores de la población quedan desguarnecidos. América latina, dicen algunos, “es un continente de paz”, aludiendo a la ausencia de guerras convencionales. Pero esa optimista apreciación no asume que se trata de una de las regiones más violentas del planeta.
[cita tipo=»destaque»]Desgraciadamente no todo el presente latinoamericano tiene las características colombianas reseñadas. Y salvo las elecciones brasileñas de fin de año, el resto están muy lejanas para las urgencias de la crisis.[/cita]
La democracia imperante -dado el régimen de gobierno- genera un “presidencialismo de minorías”, es decir, presidentes que no poseen mayoría parlamentaria y por tanto, quedan prisioneros del juego de alianzas, presiones y clientelismo de las diversas bancadas parlamentarias. Donde existe segunda vuelta los mandatarios electos generalmente obtienen mayorías con votos ajenos, pero pocos se dan cuenta de ello. Es el caso de Lasso, que obtuvo votación del indigenista Pachakutik para impedir el triunfo del correísmo, o del peruano Castillo que a su 20% de primera vuelta le sumó una mayoría que no quería el regreso del fujimorismo. También en esa línea, podemos nombrar a Gabriel Boric que obtuvo 25% en la primera vuelta y alcanzó un 55% en segunda, mayoría compuesta en gran medida por quienes querían impedir el triunfo del ultraderechismo.
La política, el ámbito de solución de controversias, ve dificultado su propósito por diversas razones. Nombremos en primer lugar la enorme desigualdad social imperante, agreguemos su toque de racismo y revolvamos. Las elecciones en algunos casos han servido de válvula de escape, pero no siempre coinciden con los momentos de mayor crisis. El cuadro es una elevada desaprobación ciudadana respecto a los gobernantes.
Una encuesta de Gallup publicada recientemente así lo muestra. El presidente más popular es el salvadoreño Bukele, que a la fecha cosecha su radical combate a las maras, en pocas semanas metió a más de 40 mil pandilleros a las prisiones. Posee hoy un 86% de aprobación, le sigue el presidente tico Rodrigo Chávez con un 69%, y el dominicano Abenadier alcanza un 61%. En las posiciones más bajas figuran: el guatemalteco Gianmatei y el peruano Castillo, ambos con un 19%, Duque (26%) y Maduro (23%) completan los escalones bajos.
En suma, hoy, crisis económica, inflación, violencia y crisis de confianza en las instituciones campean en buena parte del continente. Una nota destacable es el presente colombiano, las recientes elecciones presidenciales fueron de las más concurridas, y el presidente electo Gustavo Petro empezó a ejercer su poder desde antes de asumirlo: amplió su base de apoyo social y político convocando a muchas fuerzas que no votaron por él, lo que le permite hoy disponer de un buen apoyo parlamentario. Pero, además, conformó un gabinete de lujo con políticos experimentados y técnicos de primer nivel: así el Canciller será un conocido líder conservador, pero comprometido toda su vida con la construcción de la paz, la economía la dejó en manos de José Antonio Ocampo, figura destacada y de larga trayectoria en Colombia y en el continente. En Agricultura asume Cecilia Lopez, experimentada economista y fogueada senadora liberal, vivió en Chile y nos conoce. En Defensa asume un magistrado de la Suprema que hizo carrera combatiendo al paramilitarismo y la corrupción. Bien por Colombia. Gobernabilidad asegurada, además por franco entendimiento con el gobierno de los EEUU sobre la base del mutuo respeto.
Desgraciadamente no todo el presente latinoamericano tiene las características colombianas reseñadas. Y salvo las elecciones brasileñas de fin de año, el resto están muy lejanas para las urgencias de la crisis.
Este cuadro trae al presente las reflexiones de Rene Zavaleta, quien señalaba que en la historia moderna de América latina, la democracia estaba unida al excedente. O leído en sentido negativo, es muy difícil la democracia en tiempos de escasez. Especialmente cuando la distribución del ingreso mantiene características coloniales en muchas zonas del continente.