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Un punto a favor: La región como centro de la política exterior de Chile Opinión Crédito: Agencia UNO

Un punto a favor: La región como centro de la política exterior de Chile

Mladen Yopo
Por : Mladen Yopo Investigador de Política Global en Universidad SEK
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Es desde perspectiva conceptual y empoderamiento regional, donde la política exterior debe tener una clara sintonía proactiva con la generación de una gobernanza global más humanitaria, sustentable y democrática, fortaleciendo un multilateralismo amplio y positivo (por ejemplo, reformando el Consejo de Seguridad de la ONU, de modo de democratizar esta instancia para que represente mejor los interese diversos de este  mundo en la prevención y la resolución temprana de los conflictos, entre otros), teniendo en consideración las potencias tradicionales y emergentes (Estados Unidos, Europa, Rusia, China, India), países similares/like minded (Nueva Zelanda, Canadá, Europeos y Nórdicos) y emergentes (de África y Asia). Concuerdo, entonces, con el convencional Montero cuando afirma que al aprobar este artículo de priorizar se remarcó la “visión conjunta» por los vínculos existentes y por ser la única forma de tratar desafíos complejos como los de la droga o de migración, es otro punto a favor de la nueva Constitución.


El abogado constitucionalista, indio y doctor en derecho de la Universidad de Oxford, Gautam Bhatia, publicó en el medio The Hindu (el segundo periódico en inglés más vendido en ese país con 1.5 millones de ejemplares) una columna de opinión en donde alabó la propuesta de nueva Constitución que los chilenos debemos votar en el plebiscito del próximo 4 de septiembre. Bhatia, cuya columna se llama “Chile marca un hito en el constitucionalismo mundial”, destaca que “el proyecto de Constitución del país es un ejemplo de un marco para una democracia duradera e igualitaria (y agrega que) es un documento elaborado a través de un proceso intensamente inclusivo, participativo e igualitario, y que, en su contenido sustantivo, se nutre de la sabiduría del pasado y mira hacia el futuro” (La Voz de los que Sobran 20/07/2022).

A pesar de ello y de las innumerables voces expertas que han alabado el proceso de la nueva Carta Magna tanto en Chile como en el mundo, como lo señala un artículo de BBC Mundo (21/07/2022), se ha levantado una brutal desinformación de ella por parte de los sectores conservadores en todas sus expresiones (derecha dura, derecha, centro derecha, ex concertacionistas de derecha, amarillos). Un gran número de estos voceros y voceras, han levantado una campaña mañosa de sus contenidos llegándose incluso a la mentira y a la propaganda oscura en una clara estrategia de fomentar el miedo (incluso se han publicado textos y pancartas alteradas de la nueva Carta Magna como se ha visto en Puente Alto y la Florida). En esta línea interpelativa, pero en un formato más sutil como suele hacerlo El Mercurio, en una nota (22/06/2022) planteaba que el artículo 14 de la propuesta de la nueva Carta Magna, referente a la política exterior de Chile, era objeto de críticas por parte de algunos académicos porque la “rigidiza” al definir a América Latina y El Caribe como prioridad, crítica que ha sido replicada incluso por columnista de este propio medio.

Empalmando con lo anterior, este y otros medios también habían criticado a la Canciller Urrejola frente a las declaraciones de priorización del Mercosur sin mediar (contextualizar) la tradición de la política exterior y la complejidad del contexto internacional, e iniciado una campaña similar (sin fundamento) en contra del Subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada, por su reunión con la agrupación Chile Mejor sin TLC en medio de las tratativas/negociaciones con la UE y el TTP11, sin estimar factores como la necesidad de desencapsular/democratizar la política exterior, o la necesidad permanente de modernizar los instrumentos internacionales y ponerlos a tono con los tiempos. Incluso más, como lo plantea Roberto Pizarro en una carta no publicada en El Mercurio sobre este último caso, de hecho fue la propia Unión Europea la que solicitó la modernización del TLC a instancia de Francia, porque éste era tema de controversia electoral de Macron con la candidata nacionalista de la extrema derecha, Marine Le Pen: hoy el acuerdo está en medio de negociaciones normales con temas pendientes menores y en espera de un pronto cierre como lo ha destacado el Presidente Boric.

En lo de fondo

Si bien no hay consenso constitucional-jurídico, ni político-histórico, sobre cuán detallados deben ser los textos de constitucionales, es claro que si los principios de política exterior que no se encuentran explicitados en él o lo hacen con una mínima aproximación, permite al gobierno de turno, a través de la figura presidencial y de la cartera de Relaciones Exteriores, proponer y aplicar los principios que estime convenientes a veces a contra sensu de la política implementada por su predecesor y/o del sentir mayoritario nacional, tal como lo hizo el expresidente Piñera con su cruzada ideológica en la región con fatales consecuencias. Por lo tanto, es la Constitución (como texto representativo y democrático) la que le da marco a una verdadera política exterior de Estado que debe ser definida operacionalmente en los programas de gobierno.

Luego, el inciso 3 de dicho artículo dice textualmente: «Chile declara a América Latina y el Caribe como zona prioritaria en sus relaciones internacionales. Se compromete con el mantenimiento de la región como una zona de paz y libre de violencia; impulsa la integración regional, política, social, cultural, económica y productiva entre los Estados, y facilita el contacto y la cooperación transfronteriza entre pueblos indígenas». Es decir, además de los valores positivos que promueve, habla de zona prioritaria, cosa que el diccionario define como una preferencia sobre otro u otros y, por lo mismo, no es un término ni excluyente ni exclusivo. Más aún, puede haber otras áreas prioritarias o equivalentes en nuestras definiciones externas (política exterior). También concordemos que su implementación estará mediatizada por otras variables internas y externas más allá de su definición originaria.

Un tercer factor insoslayable, es el de la proximidad geográfica (y en este caso, además de la historia política, social, económica y cultural compartida en la región) y los efectos que tiene esta proximidad en el devenir nacional. Como dice el abogado y ex convencional Ricardo Montero (PS), no podemos disociarnos de esta realidad tal como lo vemos en definiciones prioritarias, por ejemplo, en otros países y continentes como los europeos en la Unión Europea o de los de América del Norte en el North American Free Trade Agreement (NAFTA). No me imagino a estos países no definiéndose como prioritarios.

Un cuarto factor a relevar, es que la política exterior hoy se enfrenta a complejidades e interacciones múltiples prevalecientes de un mundo globalizado, en cambio, contradictorio e incierto (cambiaron las preguntas y las respuestas en diversas dimensiones). Inseguro y prometedor en esencia. Uno de luchas hegemónicas que han sobrepasado lo político-económico y el espacio geoestratégico terrestre, donde han resurgido los populismos autoritarios que amenazan la democracia en medio de presiones activas de sociedades maduras y demandantes con poca paciencia, entre otras. Esto exige priorizar una suerte de círculos concéntricos, partiendo por la voluntad de afianzar y desarrollar relaciones más estratégicas y menos securitizantes con los países próximos, los vecinos Argentina, Bolivia y Perú, con los cuales compartimos una agenda compleja y bastante complementaria, aprovechando los instrumentos de cooperación e integración ya suscritos y fomentando otros, en la perspectiva de empoderar y dinamizar un codesarrollo, una coprosperidad, el fortalecimiento de la gobernanza democrática y una seguridad subregional. Un gran avance en este sentido, ha sido la reactivación de la hoja de ruta bilateral con Bolivia y el anuncio de una futura reunión trilateral (Argentina, Bolivia y Chile) para avanzar en una “estrategia común de gobernanza” y posible producción conjunta de litio.  

Luego, en quinto lugar, resalta la vocación latinoamericana del progresismo (ratificada en el programa del gobierno del Presidente Boric) y empoderada a partir de un realismo fundado en que el nuevo equilibrio de poder internacional se decidirá entre los grandes poderes, es decir, entre países-continentes (EE.UU., China, India, Rusia) y en zonas/espacios que sean capaces de generar un empoderamiento a través de una “región-Estado” como el caso de la Unión Europea, como lo expresó Henry Kissinger en una de sus última publicaciones. Frente a esta realidad donde se limitan las capacidades negociadoras del país bis a bis con las grandes potencias, entonces, resalta estratégicamente como segundo circulo esencial el ámbito regional. Chile, a pesar de su estatus internacional (tiene una valoración positiva) y capacidades estratégicas, no tiene ninguna posibilidad de negociar y hacer prevalecer sus intereses solo en este escenario.

Basado en un concepto de regionalismo abierto y desideologizado (unidad en la diversidad), entonces, y a diferencia de lo practicado por los presidentes empresarios de derecha que lideraron la región en los últimos tiempos y reimpusieron el clivaje ideológico con efectos muy negativo y/o de algunas tendencias nacionalistas trasnochadas que han levantado la cabeza, hoy fortalecidas por una “tribalización” (un nosotros cerrado) impulsada por la pandemia y la incertidumbre, se deben fortalecer el diálogo en función de la integración y cooperación regional reforzada. En esta perspectiva, reactivar UNASUR y sus 12 comités como el principal instrumento de cooperación e integración sudamericano de los últimos tiempos (con ajustes y modernizaciones, por cierto), dinamizar instancias de coordinación y diálogo como CELAC y promover otros organismos subregionales y bilaterales como la CAN, ALBA, MERCOSUR, SICA, entre otros, fundiendo y/o homologando políticas y estándares. El caso de la Organización de Estados Americanos (OEA), y rescatando alguno de sus órganos, debe tener una “refundación” tendiente a despojarla de los estertores de la Guerra Fría que la acompañan y que se relevaron especialmente bajo la conducción de su Secretario General, Luis Almagro. La consagración de los “intereses nacionales” pasan, sin duda, por la sinergia de la cooperación regional: los “lone-ranger” de estatura político estratégica intermedia-pequeña como Chile tienen y tendrán escasa incidencia en este mundo global.

Otro aspecto de esta adhesión-necesidad a lo regional, es el hecho de las vulnerabilidades y desafíos multidimensionales compartidos por la región que evidenció la pandemia. Es decir, vivimos una ecuación explosiva hoy agravada crisis económica con fuerte inflación, violencia y crisis de confianza. A ello, se suma una agenda internacional compleja con la aguda crisis climática, que ya nos ha puesto una gran tarjeta roja como los constató la ciencia en Glascow; la revolución científico-tecnológica y su impacto en todos los aspectos de la vida agudiza que ha aumentado la desigualdad mundial y nacional; la propagación de viejos y nuevos problemas como el narcotráfico, crimen organizado, pandemias, migraciones masivas y catástrofes naturales, siguen golpeando a las sociedades; conflictos armados mundiales y nuevas disputas hegemónicas con impactos multidimensionales en la región como lo vemos en la guerra-invasión en Ucrania; movilizaciones/protesta ciudadanas por sociedades más igualitarias e inclusivas que superen el “darwinismo social” creado por el modelo neoliberal y acentuado por la pandemia, entre otros. En este sentido, para el tratamiento y superación de estos desafíos, no sólo se necesitan nuevas conceptualizaciones (codesarrollo, soberanía inteligente, economía sustentable en sus variadas dimensiones), sino que una la política exterior proactiva y colaborativa empoderada.

Es desde perspectiva conceptual y empoderamiento regional, donde la política exterior debe tener una clara sintonía proactiva con la generación de una gobernanza global más humanitaria, sustentable y democrática, fortaleciendo un multilateralismo amplio y positivo (por ejemplo, reformando el Consejo de Seguridad de la ONU, de modo de democratizar esta instancia para que represente mejor los interese diversos de este mundo en la prevención y la resolución temprana de los conflictos, entre otros), teniendo en consideración las potencias tradicionales y emergentes (Estados Unidos, Europa, Rusia, China, India), países similares/like minded (Nueva Zelanda, Canadá, Europeos y Nórdicos) y emergentes (de África y Asia). Concuerdo, entonces, con el convencional Montero cuando afirma que al aprobar este artículo de priorizar, se remarcó la “visión conjunta» por los vínculos existentes y por ser la única forma de tratar desafíos complejos como los de la droga o de migración, otro punto a favor de la nueva Constitución.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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