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Más que simbolismo: representantes Indígenas en el Consejo Constitucional Opinión

Más que simbolismo: representantes Indígenas en el Consejo Constitucional

Salvador Millaleo
Por : Salvador Millaleo Profesor Facultad de Derecho U. de Chile Investigador Asociado del Instituto Milenio Viodemos
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Ahora, los consejeros indígenas electos pueden ofrecer la alternativa de un liderazgo que levante de nuevo el polo político-institucional de los pueblos indígenas que tanto necesitamos, si logran desarrollar estrategias claras para defender los derechos indígenas, comunicar mensajes de inclusión, convocar al diálogo y coordinar el encuentro de las comunidades indígenas entre sí, articulando no solo a los Mapuche, sino a todos los pueblos originarios del país.


El domingo 7 de mayo fuimos sorprendidos por lo que algunos han llamado el tsunami republicano. También hubo algo más que ha sorprendido a muchos: el logro de elegir un escaño indígena para el Consejo Constitucional, con las reglas restrictivas que ello tenía. Lejos de los anteriores 17 escaños reservados, las reglas requerían de un 1,5 % de los votos para elegir siquiera a un representante. Con solo 2 candidatos y ante el escepticismo y desafección de muchos, el domingo fue elegido Alihuen Antileo como representante de los pueblos indígenas al Consejo Constitucional. Asimismo, los resultados de las elecciones arrojaron a dos electos mapuche pertenecientes a Revolución Democrática, Kinturay Melin y Julio Ñanco. 

Este resultado demuestra la resiliencia de la dirigencia de los pueblos originarios del país ante un clima de retorno a la invisibilidad de lo indígena y su voluntad para hacer frente al abandono en que los dejaron las élites políticas chilenas.  

¿Cuál puede ser el rol de esos consejeros pertenecientes a los pueblos indígenas ahora?

Esta pregunta tiene sentido en el contexto donde ha logrado por sí solo poder de veto (2/5) un partido que usualmente ha sido hostil a las demandas de reconocimiento de los pueblos indígenas. De la misma manera, la derecha en su conjunto conquistó los 3/5 y hasta los 2/3 para imponer sus puntos de vista. Sin que la simpatía por los pueblos indígenas sea monopolio de las izquierdas, de cuya sinceridad siempre se puede dudar, es claro que la derecha chilena culturalmente está lejos de las demandas indígenas, a diferencia de la actitud de las derechas en Colombia y Estados Unidos, por nombrar algunos casos. 

En ese contexto, se hace algo difícil que la propuesta de la Comisión Experta se mueva substantivamente del texto que ya se aprobó a fines de marzo, especialmente en el reconocimiento de los pueblos indígenas. Dicho texto, a su vez, no se expande mucho más allá de lo ya consignado en las bases o bordes del proceso constituyente actual. El cierre viene dado por la posibilidad de cambiar dicho texto en un Consejo Constitucional controlado completamente por la derecha. Ni siquiera si la centroderecha actuase en el otro sentido y quisiera mejorar el texto del reconocimiento constitucional indígena en el Consejo Constitucional, esto no se lograría contra el poder del veto republicano. 

Por cierto, estas constataciones del principio de realidad no clausuran o hacen superflua la lucha política al interior del Consejo Constitucional. La capacidad de los representantes indígenas de plantear debates, promover diálogos, cuestionar discursos antiindígenas y dibujar propuestas de entendimiento intercultural, constituyen un desafío que los consejeros indígenas pueden asumir, en cuanto lo hagan con mayor destreza que los convencionales del proceso anterior. 

Creo que tomarse en serio las posibilidades de comunicación y de aglutinamiento que abre la oportunidad de actuar en el Consejo Constitucional, abre un camino que pueden recorrer los representantes indígenas para salir de un rol decorativo o puramente simbólico.  

Con ello, no solo pueden defender a las identidades de los pueblos indígenas de ser licuadas por el discurso de la identidad monolítica que hoy domina la política chilena, sino que pueden ofrecer un liderazgo para los pueblos indígenas que estos habían perdido después del plebiscito del 4 de septiembre de 2022. 

Entonces se abrió un gran vacío de liderazgo indígena ante la sensación de tener un reconocimiento profundo al alcance de la mano y después perderlo todo ante el abismo que surgió entre la propuesta de nueva Constitución y su rechazo masivo, aumentado –según los datos disponibles– en las mismas bases de las comunidades indígenas. La rendición de cuentas por eso y la adjudicación de culpas por el resto de las élites chilenas, para escapar de las culpas propias también, hicieron desvanecer el liderazgo de los convencionales indígenas. Esto hizo inviable también que pudieran continuar aglutinando mínimamente a las dirigencias indígenas. 

Tanto fue así, que los grupos radicalizados mapuche están tratando de llenar ese vacío, acompañando la violencia con un inédito ejercicio de coordinación de declaraciones políticas entre las diversas facciones que desarrollan tales estrategias, procurando realizar una especie de liderazgo desde sus posiciones. 

Ahora, los consejeros indígenas electos pueden ofrecer la alternativa de un liderazgo que levante de nuevo el polo político-institucional de los pueblos indígenas que tanto necesitamos, si logran desarrollar estrategias claras para defender los derechos indígenas, comunicar mensajes de inclusión, convocar al diálogo y coordinar el encuentro de las comunidades indígenas entre sí, articulando no solo a los Mapuche, sino a todos los pueblos originarios del país. Si replantean lo más atractivo que pueden ofrecer los pueblos de la tierra para el conjunto de los ciudadanos, nos harán a todos los chilenos, indígenas y no-indígenas, un servicio indispensable y así, tal vez, logren mejorar las perspectivas indígenas en este proceso.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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