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Un símbolo de paz

Por: Gonzalo Schmeisser


Señor director:

Durante los últimos años, los chilenos hemos vivido un divorcio de nuestras ciudades. Primero el estallido social, luego la pandemia y hoy la inseguridad, nos han privado del ejercicio natural que supone salir a la calle a hacer cualquier cosa: caminar, pasear al perro, visitar a un familiar, ir a un espectáculo o sencillamente salir a encontrarse con alguna estrella en el cielo de noche. El encierro se ha transformado en una nueva forma de vida, con todo lo que eso implica física y emocionalmente. Si a esto le sumamos las obligaciones diarias y la falsa ilusión de apertura que nos proponen las redes sociales, el panorama es claustrofóbico.

Por eso el Día de los Patrimonios es un día fundamental. Es un símbolo de paz, porque nos devuelve por un tiempo la ilusión de que todavía tenemos garantizado el derecho humano que significa poder salir de la casa y moverse en un entorno seguro. Llegados a este punto, el valor patrimonial o arquitectónico de los edificios casi no importa: lo que importa es reencontrarse con esa ciudad que ha estado tanto tiempo solo afuera de la ventana.

Y también importa el reencuentro ciudadano que rompe con la desconfianza instalada y nos deja a la intemperie nuevamente, desnudos de prejuicios, para vernos las caras y oírnos las voces otra vez. Y si con un edificio abierto, una caminata guiada, una actividad en el espacio público, se logra el efecto, el Día de los Patrimonios habrá cumplido nuevamente con el espíritu que lo guía. Y si eso nos devuelve la sensación de que no todo está perdido, el Dia de los Patrimonios debiera hacerse todos los días.

Gonzalo Schmeisser

Académico Escuela de Arquitectura UDP.

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