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El escudo y la espada: el peso de la imagen de Pinochet en el Chile reciente Opinión

El escudo y la espada: el peso de la imagen de Pinochet en el Chile reciente

Manuel Gárate Chateau
Por : Manuel Gárate Chateau Doctor en Historia, Departamento de Historia, Universidad Alberto Hurtado
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La figura de Pinochet y el legado autoritario de su régimen siguen estando presentes en el imaginario de la mayoría de los chilenos, si bien algunos estudios plantean que es un personaje olvidado por las nuevas generaciones. Sin duda, todavía es recordado internacionalmente como un símbolo del mal y una de las figuras más negativas del siglo XX y, con seguridad, el chileno más controvertido de la historia del país. Si se me permite la metáfora, su imagen funciona como una especie de “agujero negro”, que se traga todo lo que toca, ocultando la responsabilidad de muchos de sus colaboradores. Su inclusión en una muestra museográfica de historia en un museo público, hace necesario tomar algunos resguardos mínimos y requiere claramente de un apoyo historiográfico experto, que implique tanto a la museografía como al guión y catálogo de la exhibición.


La polémica desatada en torno al cierre abrupto de la exhibición Hijos de la Libertad: 200 años de Independencia, del Museo Histórico Nacional (MHN), ha puesto de manifiesto la vigencia de Augusto Pinochet y de su controvertido legado en el imaginario de los chilenos. El escándalo se desató con la denuncia de varias personas que habían asistido a la mencionada muestra recién inaugurada, y quienes lo comentaron desde las redes sociales.

La queja principal se refiere a la aparición de una fotografía de Augusto Pinochet en un panel gigante junto a otros personajes de la historia de Chile, pero cuyo contexto está marcado por el polémico título de la exhibición y donde destacaban creadores y políticos que discutieron en torno a los ideales democráticos y de libertad, aunque no necesariamente liberales. Se destacaba a figuras tan disímiles como Elena Caffarena (abogada feminista), Abdón Cifuentes (político católico conservador), Gabriela Mistral, Andrés Bello o Salvador Allende.

Si el panel mismo constituye, desde el punto de vista museográfico e historiográfico, una extraña selección y combinación de personalidades, lo que verdaderamente causó molestia fue la inclusión de una cita (sin comillas ni autoría ni año) de un discurso de Pinochet del año 1973 que dice lo siguiente: “La gesta del 11 de septiembre incorporó a Chile en la heroica lucha contra la dictadura marxista de los pueblos amantes de su libertad”.

Si la simple inclusión del concepto de libertad en algún discurso o texto es lo que permite formar parte de una selección que incluye a quienes la defendieron, murieron por ella o simplemente la restringieron en todas sus formas (libertad de reunión, libertad de expresión, libertad de movimiento, de elegir o ser elegido.), el criterio es, al menos, demasiado laxo e historiográficamente discutible. Si, por el contrario, se buscaba “provocar” al visitante, como admitió a TVN uno de los funcionarios del MHN, el efecto se logró pero con coletazos absolutamente inesperados, partiendo por el despido del director de dicho museo y el cierre definitivo de la muestra.

Uno podría preguntarse sobre qué es lo que se intentaba generar o si, efectivamente, la labor de un museo nacional es “provocar” o, más bien, invitar a la reflexión e intentar comprender, como estoy convencido debiera ser, especialmente cuando se hace referencia a los capítulos más dolorosos de la historia del país y cuyas heridas aún no han cerrado.

Si para algunos resulta intelectualmente atractivo escandalizar o investigar sobre la posible naturalización del personaje por medio de una criticable neutralidad valórica sobre la libertad, cuestión quizás atractiva para el mundo académico o para un museo de arte vanguardista, resulta un despropósito en una exhibición de una entidad pública que expone la historia de nuestro país a un público amplio y no experto. Tratándose además de uno de los museos más visitados del país, tanto por escolares como por extranjeros, la cuestión es todavía más delicada. La amalgama solo agrega confusión.

[cita tipo=»destaque»]El episodio nos hizo recordar, en otro contexto, una vieja tesis revisionista que surgió en medios franceses después de la Segunda Guerra Mundial, y que se refería a las figuras de Charles de Gaulle y Philippe Pétain como protagonistas de una misma estrategia política: la defensa de la libertad y la soberanía de Francia. Se la llamó la tesis del “Escudo y la Espada”. Según esta teoría, el mariscal Pétain habría sido el escudo que cuidó y defendió a los franceses durante la ocupación alemana, mientras de Gaulle era la espada que se preparaba para liberarlos. Claramente la tesis tenía el interés de exculpar a Pétain durante el juicio que se le realizó tras la liberación. La teoría no tenía ningún fundamento y ha sido refutada por connotados historiadores como Robert Paxton. Sin embargo, ha gozado de cierta popularidad, hasta el día de hoy, en medios nacionalistas y revisionistas. De Gaulle y Pétain aparecían como luchadores por la libertad en tanto que no podían estar en posiciones más contrapuestas. Que Pinochet y Allende aparezcan juntos en un panel cuyo contexto es el tema de la libertad y su defensa, y que además se cite al primero refiriéndose a su Gobierno como una dictadura marxista es, por lo menos, un despropósito y un error grueso.[/cita]

El poner a Pinochet junto a Allende obviamente llama a la comparación: ¿ambos fueron defensores de la libertad en la misma medida y con el mismo grado de sacrificio?, ¿son solo dos versiones de la libertad? o, bien, ¿una suerte de caricatura del bien y del mal (según el ojo del observador)? o, simplemente, están ahí por compartir un mismo horizonte cronológico. El juicio histórico queda entonces suspendido frente a la lógica del guión museográfico, que claramente no era tan evidente, pues casi nadie entendió la intención de la curaduría. En historia, cuando un mensaje no es claro, es un mal mensaje. El significado del panel queda entonces a la imaginación del visitante, quien además debe suponer que ambos personajes están unidos por la idea de libertad, tan amplia y polisémica como el concepto de justicia.

El episodio nos hizo recordar, en otro contexto, una vieja tesis revisionista que surgió en medios franceses después de la Segunda Guerra Mundial, y que se refería a las figuras de Charles de Gaulle y Philippe Pétain como protagonistas de una misma estrategia política: la defensa de la libertad y la soberanía de Francia. Se la llamó la tesis del “Escudo y la Espada”. Según esta teoría, el mariscal Pétain habría sido el escudo que cuidó y defendió a los franceses durante la ocupación alemana, mientras de Gaulle era la espada que se preparaba para liberarlos. Claramente la tesis tenía el interés de exculpar a Pétain durante el juicio que se le realizó tras la liberación.

La teoría no tenía ningún fundamento y ha sido refutada por connotados historiadores como Robert Paxton. Sin embargo, ha gozado de cierta popularidad, hasta el día de hoy, en medios nacionalistas y revisionistas. De Gaulle y Pétain aparecían como luchadores por la libertad en tanto que no podían estar en posiciones más contrapuestas. Que Pinochet y Allende aparezcan juntos en un panel cuyo contexto es el tema de la libertad y su defensa, y que además se cite al primero refiriéndose a su Gobierno como una dictadura marxista es, por lo menos, un despropósito y un error grueso.

La figura de Pinochet y el legado autoritario de su régimen siguen estando presentes en el imaginario de la mayoría de los chilenos, si bien algunos estudios plantean que es un personaje olvidado por las nuevas generaciones. Sin duda, todavía es recordado internacionalmente como un símbolo del mal y una de las figuras más negativas del siglo XX y, con seguridad, el chileno más controvertido de la historia del país. Si se me permite la metáfora, su imagen funciona como una especie de “agujero negro”, que se traga todo lo que toca, ocultando la responsabilidad de muchos de sus colaboradores.

Su inclusión en una muestra museográfica de historia en un museo público, hace necesario tomar algunos resguardos mínimos y requiere claramente de un apoyo historiográfico experto, que implique tanto a la museografía, como al guión y catálogo de la exhibición. En el caso del MHN pudimos acceder al catálogo, el cual posee una propuesta interesante y bien cuidada, trabajada por historiadores, pero que no se condice con el resultado museográfico y el panel en cuestión.

Dicho lo anterior, las autoridades del Ministerio de la Cultura podrían haber aprovechado la oportunidad para debatir estos temas y no cerrar abruptamente la exposición. Esto último, sumado al despido del director del MHN, solo somete al equipo del museo a una enorme presión y a una humillación innecesaria al tener que cancelar una muestra que ha tomado meses preparar. Más allá de los problemas ya mencionados de la exhibición y del título poco feliz de Hijos de la Libertad, hay varias cosas que se pueden rescatar sin lanzar todo por la borda. De lo contrario se corre el riesgo de que museos de este tipo eviten tratar temas de historia reciente por miedo a las polémicas y represalias a las que estarían expuestos.

Como anécdota, aprovecho de mencionar el cono rojo que ayer impedía el paso a la sala donde estaba la exhibición, cuyas luces estaban apagadas, como haciendo alusión a la sombra que Pinochet aún ejerce sobre los chilenos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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