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Rotonda Atenas: entre la integración social y el clasismo Opinión

Rotonda Atenas: entre la integración social y el clasismo

Luis Vergara y Francisco Sabatini
Por : Luis Vergara y Francisco Sabatini Pontificia Universidad Católica de Chile
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El alcalde de Las Condes ha intentado una vía más radical de mixtura social: incluir familias beneficiarias de subsidios de clase baja y media en un barrio central y habitado por familias de clase media alta y alta. La integración social que propone tiene un componente del que carecen, hasta donde sabemos, los “proyectos de integración social” en otros sectores: aporofobia o rechazo a los pobres. Los argumentos de mayor congestión y menor plusvalía señalados por los residentes de rotonda Atenas son -probablemente- más mito que realidad.


Esta semana nos sorprendimos por lo ocurrido en Las Condes, luego que Joaquín Lavín anunciara la construcción de vivienda sociales en la Rotonda Atenas. Entre los argumentos que los antiguos residentes arguyen para oponerse a la medida, incluso manifestándose en la calle, están la disminución de la plusvalía, una mayor congestión vehicular y, aunque parezca increíble, que los nuevos vecinos cuelguen ropa en los balcones.

La integración no es algo nuevo en nuestra agenda urbana. Desde hace más de una década el Ministerio de Vivienda y Urbanismo ha impulsado los “proyectos de integración social”,  vecindarios que el año 2017 representaron cerca del 36% de los subsidios pagados por el MINVU y que han conseguido que familias de diferentes niveles socioeconómicos habiten un mismo lugar.

Los aquejan, sin embargo, dos problemas. Primero, la mezcla se restringe a familias de clase baja y media, aunque tal vez eso mismo sea la clave de por qué no están mostrando conflictos clasistas como el de la rotonda Atenas. Segundo, son barrios que en su mayoría se localizan en la periferia urbana, en lugares con pocos equipamientos y amenidades.

Lavín ha intentado una vía más radical de mixtura social: incluir familias beneficiarias de subsidios de clase baja y media en un barrio central y habitado por familias de clase media alta y alta.

La integración social que propone tiene un componente del que carecen, hasta donde sabemos, los “proyectos de integración social”: aporofobia o rechazo a los pobres. Los argumentos de mayor congestión y menor plusvalía señalados por los residentes de rotonda Atenas son -probablemente- más mito que realidad.

[cita tipo=»destaque»]El miedo al pobre o al menor estatus no sólo está fundado en prejuicios, sino que se sostiene, más bien, en lo que el barrio representa en términos de clase social para sus residentes. Allí es donde construyen los límites de su comunidad o identidad de clase. Y en esto, las nuevas generaciones podrían traer un cambio.[/cita]

No ocurre lo mismo con el hecho que los nuevos vecinos cuelguen la ropa en los balcones. Lo que explica el rechazo a esto último es que los antiguos residentes temen que el arribo de nuevos vecinos rompa la imagen social del lugar en el que habitan. Pero ¿por qué esto es importante? Es posible que sea porque ellos definen su identidad social a partir del barrio. Para ellos vivir en un barrio de clase media alta o alta, no es lo mismo que vivir en uno de ingresos mixtos. Lo primero les otorga estatus social, mientras que lo segundo, todo lo contrario.

El miedo al pobre o al menor estatus no sólo está fundado en prejuicios, sino que se sostiene, más bien, en lo que el barrio representa en términos de clase social para sus residentes. Allí es donde construyen los límites de su comunidad o identidad de clase. Y en esto, las nuevas generaciones podrían traer un cambio. Numerosos hogares jóvenes, de igual nivel de ingresos que algunos de los descontentos de la rotonda Atenas, se están instalando hoy a vivir en condominios de clase media construidos en medio de antiguos barrios populares.

La aporofobia de la rotonda Atenas es, al final, una manifestación de clasismo, pero eso no quiere decir que dicho clasismo sea ni generalizado ni menos, explicable o entendible. La cercanía entre viviendas y conjuntos residenciales de distinto nivel de ingreso es y ha sido habitual en Santiago, como en las ciudades latinoamericanas.

La segregación socio-espacial, el opuesto a dicha proximidad, es un problema social que está causado por el funcionamiento de los mercados de suelo desregulados y no solo, ni tal vez principalmente, por la aporofobia, que felizmente irrumpe solo a veces. Hoy los mercados de suelo excluyen la posibilidad de construir vivienda económica al interior de las ciudades –y por eso la iniciativa de Lavín es importante.

Sin embargo, la aporofobia es, además de un espectáculo feo y triste, una amenaza real que los afanes, proyectos y políticas de construir ciudades socialmente más integradas deberán enfrentar. La mala localización de los “proyectos de integración social” y la aporofobia se erigen, entonces, como dos de los principales escollos para disminuir la segregación en nuestras ciudades y poder, así, construir vecindarios y ciudades socialmente más inclusivas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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