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La renuncia de Rojas: un reflejo de la debilidad del Gobierno Opinión

La renuncia de Rojas: un reflejo de la debilidad del Gobierno

El único negacionismo que existe hoy en Chile, no es el que niega las violaciones de los derechos humanos, sino aquel que ejerce la derecha al negar sistemáticamente sus principios y convicciones, seducidos por la utopía de que la izquierda se va a allanar a un acuerdo. Mientras esos complejos no se superen, difícilmente podremos contribuir a que Chile progrese y deje atrás la mediocridad a la que nos quieren llevar los obstruccionistas de siempre.


Nada ni nadie puede justificar la violación de los derechos humanos. Nunca. Bajo ninguna circunstancia. Lo repito fuerte y claro, para que nadie manipule las palabras ni haga sus propias interpretaciones.

Pero ¿por qué debemos aceptar que la izquierda censure nuestras opiniones? ¿Por qué en este país no está permitido criticar a Salvador Allende o las obras que la Concertación ha construido para ensalzar su figura? Chile no comenzó el 11 de marzo de 1990 y la supuesta verdad histórica que han ido construyendo los Gobiernos de Izquierda, no es más que un intento para lavar su propia imagen y los errores y horrores que cometieron antes del 11 de septiembre de 1973.

Lo que ha pasado en estos días es un reflejo de la debilidad del Gobierno frente a una oposición que usa cualquier excusa para obstaculizar la gestión gubernamental. Si bien han existido errores menores, propios de cualquier Gobierno, los detractores se han encargado de armar escándalo público a través de sus redes de influencia (Twitter, TVN y medios digitales), para generarle una presión irresistible al Gobierno y forzar sus decisiones.

¿Cómo va a ser más grave la frase del bingo que aprobar una reforma educacional que le hace un tremendo daño a la educación chilena? ¿Cómo un crecimiento de un 5% habilita a la ex Presidenta para decir que la economía es debilucha, siendo que en su Gobierno apenas superó el 1%? Aún así, el Gobierno está contra las cuerdas. Temeroso de los números de encuestas poco fiables, reacciona al ritmo de las imposiciones de la calle y hace los cambios para agradar a la oposición.

[cita tipo=»destaque»]Lo que ha pasado en estos días es un reflejo de la debilidad del Gobierno frente a una oposición que usa cualquier excusa para obstaculizar la gestión gubernamental. Si bien han existido errores menores, propios de cualquier Gobierno, los detractores se han encargado de armar escándalo público a través de sus redes de influencia (Twitter, TVN y medios digitales), para generarle una presión irresistible al Gobierno y forzar sus decisiones.[/cita]

Pero en la última polémica, el error ha sido doble. No solo la falta de carácter del Gobierno ha permitido que el escándalo creciera, sino que el –ahora– ex ministro se retractó de sus opiniones y abdicó la defensa de lo que creía honestamente correcto. ¿Creía el Gobierno que la izquierda iba a dejar que Rojas siguiera como ministro? ¿Que lo que buscaba era solo una disculpa y una respuesta más satisfactoria? Esta forma es no entender cómo funciona la política hoy en día y cómo en el contexto del linchamiento público jamás se va a llegar a acuerdo.

Las reflexiones del ex ministro sobre el Museo de la Memoria interpretan a la inmensa mayoría de los chilenos. Por eso, más que seguir sometiéndose a la presión de la izquierda, hay que reformar el Museo y extender el período de estudio para que abarque no solo los hechos que ocurren a partir del 11 de septiembre de 1973, sino las múltiples causas que comenzaron desde antes. Un Museo de verdad, debe dar cuenta de la grave crisis que afectó al país en los años previos; la violencia desatada contra la propiedad privada, los grupos políticos que se marginaron de la constitucionalidad y las leyes; el Congreso del Partido Socialista en Chillán, etc., todos hitos que son parte de la historia y sin cuya debida investigación y antecedentes, demuestran que solo hay una visión sesgada sobre lo que verdaderamente ocurrió en Chile.

Eso lo sabe la mayoría de los chilenos y no la elite político cultural que domina los medios de prensa y los espacios de influencia. Con la frase “El pueblo unido, jamás será vencido” celebró el alcalde Sharp, el mismo que salió elegido en Valparaíso con una minoría, dado que la inmensa mayoría de las personas no participa ni se siente motivada por la política y por este tipo de discusiones. No es el pueblo el que sacó a Rojas, sino fue la debilidad del propio ministro y de un Gobierno que esta sucumbiendo ante la menor presión de sus opositores.

Hoy más que nunca, el Gobierno debe retomar el liderazgo y las posturas claras sobre los temas que verdaderamente le importan al país, los mismos que lo llevaron a ganar en diciembre. El mandato de un 55% de los chilenos fue categórico y la derrota de la izquierda es contundente. Por eso, es hora de dejar de gobernar con agendas externas y empezar a revalidar las ideas que recibieron el apoyo mayoritario de la ciudadanía.

El único negacionismo que existe hoy en Chile, no es el que niega las violaciones de los derechos humanos, sino aquel que ejerce la derecha al negar sistemáticamente sus principios y convicciones, seducidos por la utopía de que la izquierda se va a allanar a un acuerdo. Mientras esos complejos no se superen, difícilmente podremos contribuir a que Chile progrese y deje atrás la mediocridad a la que nos quieren llevar los obstruccionistas de siempre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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